Usted está aquí: martes 16 de enero de 2007 Política Traicionado, el espíritu de acuerdos de paz en El Salvador: José María Tojeira

Poco que celebrar a 15 años de firmados, dice el rector de la Universidad Centroamericana

Traicionado, el espíritu de acuerdos de paz en El Salvador: José María Tojeira

BLANCHE PETRICH

Ampliar la imagen El sacerdote jesuita José María Tojeira, rector de la Universidad Centroamericana de El Salvador, en imagen de archivo Foto: Ap

El análisis del rector de la Universidad Centroamericana de El Salvador, José María Tojeira, contrasta con el aire triunfal de los que figuran en la foto oficial de las conmemoraciones, este 16 de enero, de la firma de los acuerdos de paz que pusieron fin a la guerra en ese país centroamericano hace 15 años. "En el fondo ­afirma el catedrático jesuita­, el espíritu de los acuerdos ha sido traicionado. Tiene razón Gregorio Rosa Chávez (obispo auxiliar de San Salvador) cuando dice que estos festejos son un puro show".

Porque, efectivamente, el show ha dominado la escena de la conmemoración, con un espectáculo masivo en el estadio de San Salvador y la actuación del cantante José Luis Rodríguez El Puma.

Desde la visión crítica de Tojeira, los verdaderos protagonistas de la pacificación, "que fueron las víctimas que con su dolor movieron el proceso de negociación, están en el olvido. Por todos, por el gobierno de Arena (Alianza Republicana Nacionalista) y por los políticos del FMLN (Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional)".

Tojeira es rector de la Universidad Centroamericana desde 1989, en remplazo de Ignacio Ellacuría, asesinado por militares en plena ofensiva guerrillera sobre la ciudad capital. El jesuita apoya su afirmación con un ejemplo: los niños de El Mozote, ausentes del discurso que habla del "éxito" de "la paz salvadoreña".

"Son concretamente 131 niños. El menor, de dos meses de edad. El mayor, de 12 años. Fueron encerrados en un salón de un viejo convento y ahí asesinados a sangre fría hace 25 años en ese poblado del departamento de Morazán, en una matanza donde fueron masacrados además mil campesinos. Hoy, en el contexto de estas celebraciones, a nadie se le ocurre hacerles un homenaje."

Poco que celebrar

En entrevista telefónica, desde San Salvador se apresura a aclarar: "No quiero decir que la guerra sea mejor que la paz. Sin duda hoy estamos mucho mejor que en los años de guerra".

Tojeira, originario de Galicia, un "híbrido de España y Centroamérica", como se define, reivindica el contenido de los acuerdos que se firmaron el 16 de enero de 1992 y reconoce el compromiso de fondo que se alcanzó en ese momento entre el FMLN y el gobierno salvadoreño. Algunos de los puntos suscritos abordaban problemas sustanciales: depuración de la fuerza pública, marcada por el genocidio; recuperación de la memoria histórica, erradicación de las causas sociales y económicas del conflicto.

Pero lo que falló en la posguerra, señala, fue la construcción de la paz. "No se caminó en el sentido en que marcaban los acuerdos; por el contrario, hay más polarización social, política y económica. Y más violencia".

Las estadísticas soportan su dicho. El año 2006 cerró con 3 mil 729 asesinatos relacionados con la violencia de las maras y la delincuencia común. Cada día emigran 700 salvadoreños, huyendo de la falta de perspectiva. "Vistas así las cosas, hay poco que celebrar", insiste.

Ofrece "un ejemplo muy sencillo" para demostrar que el espíritu de la paz no ha cuajado del todo: la entrevista que publica el diario La Prensa Gráfica con el ex presidente Alfredo Cristiani ­encumbrado como héroe­, en la cual dice que el asesinato de los seis jesuitas fue "un error de las fuerzas armadas" pero "no fue institucional".

Para rebatir ese argumento del ex mandatario, nadie mejor que Tojeira, a quien la Compañía de Jesús asignó como querellante en el juicio que, años después, concluyó condenando a oficiales del ejército por el múltiple homicidio.

"Cristiani sabe que eso no es cierto. Fue un crimen sistémico y un crimen de lesa humanidad y así ha sido reconocido por las instancias judiciales. Pero también llama la atención que sólo menciona a los jesuitas y ni hablar de tantas otras masacres, todo ese espíritu de lucha que trataron de exterminar: sindicalistas, líderes campesinos, periodistas, gente de la sociedad civil, estudiantes, comunidades eclesiales de base."

Rescata, para su análisis, otra perla reciente publicada en los diarios salvadoreños. "Un reportero mencionaba a los seis sacerdotes muertos durante la guerra. Desde la cifra salta la indiferencia sobre el tema: fueron 12 los religiosos asesinados, entre ellos un obispo, Oscar Arnulfo Romero".

Pese a la pacificación formal, el rector universitario recuerda que, en muchos rasgos, en El Salvador actual prevalecen las viejas estructuras. Y uno de estos es el propio partido oficial, Arena, que sigue siendo, en definición de Tojeira, "autoritario, polarizante, controlador, incapaz de dialogar de verdad".

De risa fácil, comenta: "Fíjese si no: los areneros siguen cantando el mismo himno que tenían durante la guerra, con una estrofa que dice: 'El Salvador será la tumba donde los rojos terminarán'. Eso es de antes de la guerra fría. ¡Hoy siguen repitiendo esas palabras! Lo que más me revienta es que mucha gente en España, en México, hasta en la ONU, se suma con toda tranquilidad a este discurso sin el menor sentido crítico, cuando está a la vista de que hoy, en El Salvador, aunque no hay guerra, mueren más que durante la guerra por la inseguridad y la pobreza".

La desmemoria

­Dice usted que el gran ausente en esta conmemoración de los 15 años de la paz son las víctimas.

­Y no voy a hablar de los jesuitas, para no barrer para mi casa. Ponga usted el caso de monseñor Oscar Arnulfo Romero. Hoy nadie lo menciona. Ni siquiera el FMLN ha logrado imprimirle a la fecha un carácter más reflexivo del proceso que se conmemora.

­¿A qué atribuye usted eso? ¿Cree que a los guerrilleros les gana la desmemoria?

­De alguna manera. Incluso en los artículos que publican en la prensa, a los políticos del FMLN les cuesta tocar el tema de las víctimas y la impunidad. Hablan un poco más del déficit de justicia social de los acuerdos de paz. Pero siento que ellos, más que llevar la iniciativa en el análisis y la reflexión, se limitan a competir con el protagonismo de Arena en los festejos. Solo reaccionan ante el discurso oficialista, algo muy difícil, ya que Arena, con toda su propaganda, se ha apropiado del discurso de la paz.

­¿A qué atribuye usted que en los 15 años que el FMLN tiene como partido político siga atado a su condición de segunda fuerza política?

­Es un partido que tiene mucho peso político, pero la gente no alcanza a verlo como una alternativa de poder, sino sólo como una alternativa de contrapeso. Le ha faltado capacidad de alianzas y apertura. Quizá porque el FMLN no logra construir un apoyo popular en torno a temas que verdaderamente toquen a las mayorías. Otro sector, sus bases, tienen resentimiento por el olvido de los políticos a las víctimas de la guerra, los lisiados, los huérfanos, las viudas. No han logrado establecer una línea clara que aglutine a los revolucionarios, a las clases medias, a la sociedad civil, a las víctimas.

"Para que el FMLN pueda romper esa barrera de segunda fuerza tendría que haber mucha desesperación entre los sectores populares con el fin de querer derrotar a Arena. Pero yo no veo que eso vaya a ocurrir con el gobierno de Antonio Saca, con un talante personal que a veces incluso parece de oposición. Pese a que sigue siendo un partido oligárquico, Arena ha tenido capacidad de reinventarse."

La importancia de pedir perdón

­¿Cree usted que Arena fue la ganadora de la guerra?

­Eso es lo que dice su propaganda. Y tienen una enorme maquinaria propagandística que vende como logros propios los saldos naturales de la posguerra. Dicen que ellos consolidaron la democracia.

­¿Quién, entonces, reivindica la memoria de las víctimas?

­Las iglesias, las organizaciones críticas de la sociedad civil. Uno de los trabajos más importantes que se hizo en esta materia fue la obra de Jon Cortina (otro jesuita, fallecido el año pasado) con su organización Pro Búsqueda, que ha logrado reunir a 300 hijos con sus padres biológicos, de más de 700 casos reclamados de familias desgarradas durante la guerra. Esa es la labor que va en el verdadero camino de la reconciliación.

"Pero hay muchos pendientes sin solución. Aquí no existe el concepto de reparación del daño. Para mí, uno de gran importancia es el perdón que deben pedir los verdugos a las víctimas."

­¿Por qué es tan importante?

­Porque es la forma de dejar de ver a las víctimas como un error de las orillas. El perdón reconoce su dignidad como personas. Por eso le mencionaba al inicio el caso de El Mozote. En esas historias tan terribles no ha habido el menor intento de desagravio. Y en estos festejos, cero, no tienen lugar.

­¿Se ha dicho la última palabra?

­Espero que no. Por eso habemos quienes seguimos pugnando porque, al final, no prevalezcan los verdugos sobre las víctimas. Cuando a éstas se les dé su verdadero lugar en la historia, El Salvador podrá entender finalmente su historia. Y empezar la construcción de su futuro.

 
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