Este paso es la consolidación de un trabajo que comenzó hace 13 años, afirman
Los chicleros del sureste producirán este año goma de mascar con su propia marca
Ocupan un nicho de mercado en el comercio internacional de productos orgánicos
Ampliar la imagen Instalaciones de la planta procesadora del Consorcio Cooperativo Chiclero en Chetumal, Quintana Roo Foto: José Carlo González
Ampliar la imagen Bodega de marquetas de chicle orgánico, donde se almacenan cerca de cinco toneladas del producto, en la comunidad de Noh Bec, del estado de Quintana Roo Foto: José Carlo González
Chetumal, QR. Los chicleros, estirpe centenaria víctima de la explotación, producirán a partir de este año bajo su marca propia de goma de mascar, que se comercializará en el mercado orgánico. Esto, afirman, es la consolidación de un trabajo que comenzó hace 13 años, cuando establecieron un nuevo modelo de organización campesina.
De las 800 toneladas de chicle natural que se consumen en el mercado verde, México aporta alrededor de 500 toneladas al año, lo cual es una mínima parte de lo que llegó a generar en 1943, año en que se dio el máximo nivel en la producción del látex mexicano y se exportaron 8 mil 165 toneladas; esto cayó abruptamente en el momento en que en el mundo se comenzó a elaborar la goma con polímeros de petróleo.
Las compañías extranjeras explotaron por largo tiempo la selva los árboles de chicozapote Manilkara zapota, de los cuales se extrae la resina, y los campesinos eran contratados como jornaleros, con sueldos ínfimos. En 1930 se cancelaron las concesiones a las empresas y la propiedad se transfirió a las comunidades locales; éstas crearon las cooperativas.
"La historia del chicle es muy compleja. Estuvo íntimamente ligado a grandes capitales extranjeros, emigraciones, endeudamientos, intermediarios y, por lo tanto, tuvo importantísimas consecuencias políticas, sociales, ecológicas y económicas en la región. Durante el gobierno cardenista el aprovechamiento del chicle natural se organizó en cooperativas que subsisten hasta la fecha", indica el Consorcio de Cooperativas Exportadoras de Chicle.
Por largo tiempo la producción se dio bajo la coordinación de la Federación de Cooperativas de Quintana Roo, que se formó en 1940, y tras el periodo de auge, entró en un proceso de descapitalización y crisis debido a que, entre otros aspectos, los coyotes no cubrieron las deudas que habían contraído.
Repunte en el número de productores
Luego de una prolongada crisis que llevó a que de 20 mil productores que había en 1942, para 1994 quedaran tan sólo mil, y ahora mil 800 que son los que tiene registrados el Consorcio Cooperativo Chiclero, se buscó reactivar la producción de látex natural. En 1993 el gobierno de la entidad impulsó el denominado Plan Piloto Chiclero, con lo que se dio paso a un nuevo proceso de organización: reunió a las cooperativas y cada una destina parte de sus utilidades a fondos de previsión social y capitalización.
"El Plan Piloto Chiclero logró establecer un equilibrio entre el precio de venta y los costos de producción, con una distribución más equitativa de los recursos. Las formas de organización han cambiado y se ha logrado una mayor participación de los productores en la toma de decisiones", indica el consorcio.
Ahora el pago a los productores se hace de acuerdo con el precio internacional de chicle natural, que va de 50 a 90 pesos. "La actividad chiclera ha sido nada menos que la segunda fuente captadora de recursos económicos del sector forestal regional. Ha sufrido fuertes contracciones de mercado, lo cual ha afectado la economía de muchas comunidades forestales, aunque en la actualidad ha repuntado con los mercados asiáticos, que son los principales consumidores de chicle natural. Demandan el chicle por su su suavidad, su elasticidad y, sobre todo, porque es un producto que no contiene toxinas y es altamente recomendado para el consumo humano", refiere el consorcio.
En la producción actual participan 46 ejidos de los municipios de Escárcega, Calakmul y Hopelchén, de Campeche, con alrededor de 300 mil hectáreas, y Felipe Carrillo Puerto, Morelos, Lázaro Cárdenas y Othón P. Blanco, de Quintana Roo, con 500 mil hectáreas. Estos ejidos, junto con Guatemala Belice tiene una limitada producción, abastecen el mercado mundial de látex natural.
Ganancia creciente
Para desarrollar su actividad, los chicleros están agrupados en sociedades de producción rural o en cooperativas. "Si antes la ganancia equivalía a 45 por ciento del valor del chicle, ahora es 80 por ciento. El ingreso promedio del productor es de mil 900 a la semana, ya que tienen una producción promedio de 40 kilogramos al día y el precio es de 48 pesos el kilogramo", explica Manuel Aldrete, director ejecutivo del consorcio.
Detalla que tras haberse consolidado la actividad productiva, la exportación directa se comenzó a hacer desde hace seis años. Antes se hacía a través de Bancomext, pero con la salida del gobierno de las actividades productivas se utilizaron los servicios de una empresa privada, lo cual dejó malos resultados: especuló con la producción. Entonces los productores decidieron dar el paso y hacerlo ellos mismos.
El nuevo escalón para consolidar la actividad fue la creación del Consorcio de Cooperativas Exportadoras de Chicle, que comenzó a operar a partir de este año, con 40 cooperativas y sociedades de producción rural. Su fin es dar distintos servicios a los productores: asistencia técnica, promoción comercial, distribución, venta, financiamiento y microcréditos.
También se encarga de la administración de los fondos etiquetados, como los de ahorro, previsión social, atención médica y seguro de vida. Se define de acuerdo con la producción promedio que genera cada productor. Establecerá un programa para los chicleros viejos, y para sostener el consorcio cada productor aporta 4 por ciento del valor de su producto.
"El objetivo es consolidar la organización social forestal con carácter empresarial e impulsar un nuevo concepto de la organización, así como propiciar una mejor calidad de vida de los chicleros. Con un plan de negocios a 10 años, se propone una estrategia que contemple la producción y comercialización de materia prima para el mercado convencional que es Japón, y la exploración de mercados alternativos en Europa y Estados Unidos", asevera Aldrete.
La empresa de los productores tiene ya un valor de 60 millones de pesos, y la derrama económica anual es de 15 millones de pesos. "Las empresas sociales representan para el Estado una contraparte social sólida y confiable; base para respaldar una política de desarrollo que promueva la utilización racional de los bosques en beneficio de la población local", agregó Aldrete.
Los países consumidores de chicle natural son Japón, Italia, Corea y Singapur, pero ahora los campesinos buscan participar con un producto para el consumidor final, por lo que en breve comenzará a funcionar la planta industrial, en la que se invirtieron 4 millones de pesos. En una superficie de 210 metros, en uno de los predios propiedad de los chicleros, ya está lista la maquinaria con la que funcionará y también las instalaciones requeridas para garantizar la sanidad en la actividad.
Esta planta, en su primera etapa dará empleo a seis personas, y así se producirá una marca propia, que mantendrá el color natural del chicle, y se comercializará en el mercado de productos orgánicos a partir de octubre. Se espera llegar al mercado nacional, en el que en este momento es posible encontrar la marca japonesa Lothe en las tiendas naturistas.
Para la elaboración de este producto, cada ejido ya cuenta con máquinas coaguladoras para que el látex sea de calidad uniforme, por lo que el chiclero no lo cocerá en la forma tradicional; en el proceso de esta goma se utilizarán materiales como la candelilla para sellar el producto y no llevará colorantes artificiales, con el fin de reducir al mínimo la presencia de químicos. Este chicle tendrá 80 por ciento de la producción orgánica, 18 por ciento de productos naturales y 2 por ciento de conservadores.
Para comenzar se producirán 50 toneladas al año de goma de mascar, lo cual evitará futuros daños en la actividad campesina, sobre todo en caso de que el mercado se caiga, como ocurrió con la crisis asiática de fines de los años 90.