¡Que torería de Macías!
Arturo Macías salió a triunfar a la Plaza México y se fue a hombros de los aficionados a los gritos de "torero". Sin más luz que "el quite de oro" que revivió y sin más testigos que el graderío casi vacío el casi, sólo los cabales el novel torero de Aguascalientes desmayó el cuerpo que era un caracol dominguero, ondulación de la lumbre en la sangre, embriaguez inefable de torería, sentimiento vivo más allá de la muerte y se ligó con los cabales sorprendidos.
No era fácil el torito de Garfias que cerró plaza: soso, frenado a mitad del pase, sin humillar, al que Arturo imaginativo le encontró la distancia y le ligó tandas de redondos, lentos, en los que dominó al de Garfias con generosa larguera de pases que levantaron al público de los asientos. El viento le ondeaba la muleta y lo colocaba al borde de la cornada. La emoción contenida se sentía en cada lance. Con inteligencia torera, cambió su trasteo al toreo por alto para apalear los efectos del viento, en una tanda de riverinas en que en cada pase a milímetros de los pitones se anunciaba el drama.
Drama que continuó al preparar al toro a la suerte suprema. El toro no se quedaba fijo; con torería lo centró en la suerte contraria, en corto, se perfiló y se dejó caer en el morrillo del burel al que clavó el estoque por todo lo alto, en clásico volapié trepidante que partió al toro en dos, rodando sin puntilla. Los cabales irrumpimos al grito de torero, sonoro, fuerte, como catarsis de la emoción contenida en la faena.
El próximo domingo se anuncia la repetición de El Pana. A la salida de la plaza los aficionados de toda la vida comentábamos la importancia de que lo acompañe Arturo Macías en el cartel. Rápido le salió gallo a El Pana. El mano a mano, miel sobre hojuelas. Cierren la puerta que va a comenzar la pelea.