Usted está aquí: martes 23 de enero de 2007 Política Refrescos y tortillas

Marco Rascón

Refrescos y tortillas

El consumo de refrescos y tortilla es parte de la energía que mueve la fuerza de trabajo en México. Los primeros son un energético con carbohidratos vacíos y de mala calidad, pues su combustión deja secuelas en el organismo que producen enfermedades crónicas. Las tortillas no sólo son un alimento cultural, sino que posee minerales y vitaminas de alta calidad para la nutrición.

Los refrescos no fueron gravados, porque, según los legisladores, "repercutiría en la economía de los más pobres, que son los que más los consumen". No obstante, el aumento al impuesto, por ser a la producción, tenía en los fabricantes a causantes cautivos, que si bien lo harían repercutir en el consumidor final, los recursos recaudados irían a la hacienda pública, justificando la demanda de mayor gasto social en rubros como la alimentación, la salud, la educación o la cultura. Si los recursos para el gasto deben venir de alguna parte, es justo gravar consumos tan nocivos como el de los refrescos, el tabaco, así como de actividades que producen contaminación como es el uso de transporte privado.

En el caso del aumento del precio de la tortilla, las ganancias acumuladas son producto de la especulación que beneficia directamente al sector intermediario, que concentra la industrialización del grano y producción de masa y al cual deben recurrir los tortilleros para llevar al consumidor final. Con el "pacto de la tortilla", suscrito entre el sector concentrador y el gobierno, se legitimó el movimiento especulativo y la política de precios con aumentos establecidos como hechos consumados.

El pacto recientemente suscrito nos recordó los "pactos" que se firmaron al final del gobierno de Miguel de la Madrid y a lo largo del sexenio de Carlos Salinas, quienes mediante esos pactos establecían aumentos de precios y control salarial con la firma de los representantes del Congreso del Trabajo, que ilegalizaba toda demanda o lucha por mayores aumentos salariales creando topes. Así nació la "estabilidad macroeconómica" de México a partir de ajustar y estancar los ingresos de los trabajadores, acrecentando las ganancias de los grandes empresarios y monopolios, lo que a lo largo de 24 años hizo que el poder adquisitivo real de los salarios se redujera en más de 65 por ciento.

Hoy el aumento al precio de las tortillas es diferenciado. Los grandes comercios de autoservicio como Wal-Mart, Comercial Mexicana, Gigante, entre otros, se comprometieron a vender el kilo en seis pesos, pero simplemente no hay tortillas, dejaron de venderlas. Su "compromiso" de vender por abajo de 8 pesos con 50 centavos ­fijado a las tortillerías de barrio­ refleja la estructura de monopolio también en este sector, el cual ha sido fomentado por todos los gobiernos, pues las tarjetas para la tercera edad, madres solteras y discapacitados sólo pueden utilizarse en los grandes centros comerciales haciendo una transferencia de recursos del presupuesto gubernamental a este sector a través de una compra anticipada y ventajosa sobre el pequeño comercio, los mercados públicos y los productores que venden de manera directa. Que es más fácil ir a un supermercado que a un mercado público y que es más barato, sí es cierto, pero los gobiernos todos han provocado esta estructura a favor de la concentración.

Con el no aumento a los refrescos y el aumento a las tortillas, el resultado es el mismo: mayor concentración de riqueza y mayor afectación para la salud de los consumidores. Tanto porque seguiremos siendo el primer país consumidor de refrescos y porque el energético de mayor calidad, la tortilla, ahora está castigado con el nuevo precio, que a su vez hará más fuertes a quienes especularon e impusieron el nuevo precio, ahora legitimado a través "del pacto".

¿Qué pasaría en un país como Japón si el precio internacional del arroz afecta el precio interno?

Parece que en Japón las cosas son distintas, a pesar de su estructura profundamente capitalista, y es que aunque el precio del arroz internacional sea más barato, ese país tiene como política primero defender a sus productores y con ellos cubrir al máximo el consumo interno, abriendo a la importación sólo el indispensable para cubrir la cuota interna con un excedente. Esto lo hacen a través de subsidios a la producción, pues al final los costos del desempleo en el campo y la pérdida de identidad cultural en la producción del arroz, dejaría secuelas más caras de pagar.

Por ello, pese a que el arroz esté más barato internacionalmente, el Estado protege a su sector interno.

En México, en cambio, el fetiche y culto a los precios internacionales, pero sujetos también a la voracidad de monopolios internos de una oligarquía vetusta, nos llevan constantemente al desastre y al empobrecimiento de la población. A pesar de ello, esta misma estructura se transforma en diciembre en filántropa y "ayuda a los pobres", pero al final, ¿qué sucede?: de cada pobre que ayudan con gran publicidad generan diez pobres en silencio.

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