Es escasa la presencia de latinoamericanos en el Foro Social de Nairobi
Muy lejana aún, la integración de las luchas entre pueblos de Africa y AL
El Che, presente en la historia del continente negro
¿Quién puede dudar que es el petróleo y no los terroristas, la razón del ataque de EU a Somalia?, alerta periodista de Kenya
Ampliar la imagen Una mujer massai vende ornamentos a los participantes del Foro Social Mundial que se celebra en Nairobi, Kenya FOTOO Reuters
Ampliar la imagen Rebajar los precios de los alimentos, uno de los reclamos de participantes en el foro social de Nairobi Foto: Ap
Nairobi, 22 de enero. Nadie lo recordó en la Marcha por la Paz con la que se inauguró, el pasado domingo, el séptimo Foro Social Mundial de Nairobi con pancartas o t-shirts, como se hace en las manifestaciones de los países europeos. En las intervenciones del acto inaugural, en las que se evocaron los vínculos del Africa con el resto del mundo, fue olvidado por completo. No se ha hablado de él en los dos primeros días de conferencias, mesas redondas y debates, en los que ha aparecido la compleja realidad de los países de este continente, y en especial de Africa oriental.
Los que bautizaron con los nombres de los principales luchadores políticos y sociales de la historia africana del siglo XX a los espacios en los que se llevan a cabo los actos estelares de las sesiones vespertinas, fueron los únicos en tomarlo en cuenta.
Ernesto Che Guevara estará siempre presente, sin embargo, en la historia del continente africano por su compromiso de lucha, de solidaridad indeclinable y de contribución teórica, y en la lucha armada para la liberación de los pueblos del Africa negra.
El Che, aunque muchos quisieran olvidarlo, pasó ocho meses de su vida en las montañas del Congo, entre abril y noviembre de 1965, donde luchó con las armas en la mano por la liberación de ese pueblo africano, enfrentó en innumerables encuentros a las tropas del gobierno congoleño y terminó por hacer frente también a otros enemigos muy distintos a los que había previsto: el paludismo, los propios integrantes de la guerrilla, algunos actores políticos como Laurent Kabila a los que consideraba sus compañeros, o la indolencia de buena parte de la población.
Desde la base de Lulaburg en las montañas de la antigua colonia belga, que él instaló cerca de las márgenes del lago Tanganica, Ernesto Guevara de la Serna desplegó toda su energía en el Africa central durante esos meses de 1965 para tratar de organizar un ejército popular formado por campesinos, que abriera un nuevo frente en las luchas populares del continente.
La decisión del Che de instalarse en Africa se había tomado unos meses atrás, en 1964, luego de su segunda visita a Africa como ministro de Industria del gobierno cubano. Después de hablar en la Asamblea General de Naciones Unidas, viajó por Argelia, Mali, Congo-Brazzaville, Guinea, Dahomey, Ghana, Tanzania y Egipto, en una gira que suscitó una viva reacción en su contra de los dirigentes soviéticos, tras el discurso que pronunció en Argel. Eso lo llevó a desaparecer de la escena política oficial cubana.
A su regreso a Cuba, luego de una entrevista con Fidel Castro el 14 de marzo de 1965, nadie lo volvió a ver en público, y se generó entonces una incógnita sobre su paradero y miles de hipótesis sobre su destino.
La elección del Congo, tierra africana ''virgen de invasión neocolonial'' no fue difícil, pues ahí existía una gran indignación popular tras el golpe de Estado encabezado por Joseph Mobutu quien fuera después sanguinario dictador y orquestado por la CIA, mismo que tuvo una abierta complicidad del gobierno belga y de la ONU, como después se constató, y el cual culminó con el asesinato en 1961 del primer ministro del Congo, Patrice Lumumba, el gran dirigente político del Tercer Mundo, como entonces se le llamaba.
A lo largo de los ocho meses en los que el Che encabezó esa misión en Africa, su compromiso con el pueblo congoleño fue absoluto, y en ningún momento dejó de reflexionar sobre la realidad africana, como existe testimonio de ello, y de su preocupación por buscar, junto con el grupo de hombres que dirigía, fortalecer de la mejor manera el movimiento de liberación del Congo, a fin de crear un frente único de lucha, decantar a los mejores hombres para ese propósito, y a los que estuviesen dispuestos a continuar el movimiento por la liberación definitiva de Africa. Se sabía preparado para ello, pues llevaba consigo la experiencia obtenida en Cuba, la que puso al servicio de la nueva revolución, como reflexionara muchos años después su hija Aleida Guevara March.
El Che actuó en esos meses bajo el nombre de Tatu, que quiere decir ''tres'' en swahilli, aunque el pueblo congolés le llamaba Muganga, es decir ''el que cura'', y en esa actividad cotidiana de maestro, médico y dirigente militar y político, muy pronto se sintió plenamente adentrado en los problemas africanos que le suscitaron algunas de sus mejores reflexiones teóricas.
En su diario de campaña de Africa, publicado 30 años después de su muerte: Pasajes de la guerra revolucionaria: Congo (Mondadori, 1999), el Che dejó testimonio de su entrega a la causa que había abordado con plena convicción.
La experiencia político-militar se terminó abruptamente por las circunstancias que el propio Che señaló en su Diario, y que culminaron con una serie de debacles militares que lo forzaron a salir del país a finales de ese año. Luego de reponerse en una clínica de Praga, retornó a La Habana y pocos meses después emprendió el viaje a Bolivia y a la Historia. Pero dejó abierto en Africa un camino que se continuaría poco después en Angola y Mozambique, y que arrancaba de la tesis de que la liberación definitiva de los pueblos africanos era crucial para el mundo.
El Congo poco cambió desde entonces. El regimen de 32 años de Joseph-Desire Mobutu (1965-1997), que prevaleció sobre sus cómplices en el golpe de Estado contra Lumumba y pretendía alcanzar un verdadero nacionalismo congoleño, no fue más que una atroz dictadura al servicio de los intereses neocolonialistas. Rebautizó al país como Zaire, pero lo mantuvo hundido en la miseria. Tras el genocidio de Ruanda en 1994, ya viejo, Lauren-Desiree Kabila llamó una vez más a las armas, derrocó a Mobutu y se instaló en 1997 en la Presidencia del país, al cual rebautizó como Congo, para hacer un breve gobierno de derecha y morir asesinado poco después, en 2001, por uno de sus guardias.
Escasa presencia latinoamericana
La presencia latinoamericana es escasa en estos días en la capital kenyana; algunos argentinos y guatemaltecos, uno que otro chileno, y sobre todo brasileños. En las cifras preliminares dadas a conocer por los organizadores se estimaba que de los 80 a 100 mil visitantes esperados en Nairobi para el foro, 50 mil serían kenyanos, 20 mil más de los otros países del Africa oriental (Tanzania y Uganda), 10 mil del resto del continente africano, unos 2 mil europeos y la misma cifra de latinoamericanos, de los cuales 500 se calculaba serían brasileños.
Pero la realidad es que probablemente son muchos menos los venidos de los países árabes y de América Latina, de manera que el objetivo de estrechar los vínculos de las luchas de africanos y latinoamericanos está todavía muy remoto.
Varios medios de la capital kenyana destacaban esta mañana en actitud mediatizadora, que la propuesta más importante hasta ahora del foro era la que habían presentado los profesores Nyong'o y Lumumba, de la Universidad de Nairobi, en el marco de las mesas sobre combate a la corrupción, tema central también, por cierto, en la campaña electoral oficial, para que se creara aquí una comisión de la verdad y de la reconciliación, y se juzgara a aquellos dirigentes políticos que han cometido delitos económicos contra el pueblo. Una operación también de distracción como las que se producen en otras latitudes.
Es en este contexto conflictivo y de debate subterráneo, que tres mujeres destacadas la científica kenyana Wangari Muta Mathai, ministro adjunta de Medio Ambiente en el actual gobierno kenyano y premio Nobel de la Paz 2004; la profesora y pacifista estadunidense Jody Williams, Nobel de la Paz 1997, y la abogada iraní Shirin Ebadi, Nobel de la Paz de 2003, plantaron tres árboles esta mañana en los terrenos del estadio de Kasarani.
Es evidente que el modelo capitalista neoliberal no puede ser derrotado con este altermundismo fofo que han denunciado ya varios participantes, pues para terminar con el brutal sistema capitalista actual, del cual la globalización neoliberal es su expresión, se requiere poner un alto al proceso económico de destrucción de la humanidad y de sus recursos, que en nombre de los intereses de las trasnacionales encabeza Washington, con la complicidad de los gobiernos occidentales, inmersos ya en una guerra imperial irracional.
¿Quién puede dudar que es el petróleo, y no los terroristas, la razón del ataque de Estados Unidos contra Somalia?, decía por ello esta mañana con contundencia el periodista Wanjohi Kabukuru, en las páginas del Daily Nation, de Nairobi.