Usted está aquí: sábado 27 de enero de 2007 Opinión Cine mexicano: una industria desaprovechada

Editorial

Cine mexicano: una industria desaprovechada

Los profesionales mexicanos dedicados al cine están actualmente en boca de todos gracias a la gran calidad artística de sus trabajos. Sin embargo, a pesar de sus éxitos ­reconocidos en diversos festivales fílmicos mediante una abundante cosecha de premios­, el gobierno federal mantiene en el olvido a la industria cinematográfica nacional, como lo demuestran los magros recursos destinados a la cultura ­de donde sale el dinero para la producción de películas­ en el Presupuesto 2007.

Este 25 de febrero se efectuará una entrega más de los premios Oscar. En esta ocasión, una legión de mexicanos, entre ellos los directores Alejandro González Iñárritu, Guillermo del Toro y Alfonso Cuarón, la actriz Adriana Barraza, el guionista Guillermo Arriaga y los fotógrafos Guillermo Navarro y Emmanuel Lubezki, competirán por el premio en diversas categorías por su labor en cintas como Babel, El laberinto del fauno y Los niños del hombre. Estas producciones ya han ganado preseas de prestigio internacional, como los Globos de Oro, menciones honoríficas del Festival de Cine Latinoamericano de Biarritz, los premios Gotham de la institución Independent Feature Project, los Fotogramas de Plata (de España) y varias nominaciones a los Goya (también de España), entre otros reconocimientos.

De hecho, este auge de creadores mexicanos no es reciente: Cuarón, Del Toro y González Iñárritu, así como la actriz Salma Hayek y el actor Gael García Bernal, entre otros, se han labrado una amplia trayectoria marcada por la calidad artística de sus trabajos, lo que se ha traducido en millonarios presupuestos para sus proyectos otorgados por productoras extranjeras.

Pero el gobierno federal no tiene la voluntad de aprovechar esta coyuntura para revivir el cine nacional, que en su época de oro producía un promedio de 122 películas al año que se exhibían en toda América Latina. Para 2007, el presupuesto cultural será de 9 mil 500 millones de pesos, el 0.6 por ciento del producto interno bruto (PIB); es decir, no alcanza el uno por ciento recomendado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. Así, la carencia de recursos afectará al Centro de Capacitación Cinematográfica, los Estudios Churubusco Azteca, el Fideicomiso para la Cineteca Nacional y el Instituto Mexicano de Cinematografía, lo que a su vez redundará en una menor producción de cintas nacionales.

El bajo presupuesto es una falta de respeto hacia la creación cultural y hacia una industria que fortalece la identidad de México, que impulsa la creación de numerosos empleos y promueve la imagen del país en el exterior. Peor aún, revela la inexistencia de una política cultural básica, a diferencia de otros países, como Argentina, donde los cineastas locales se benefician de leyes que les otorgan dinero y cuotas de tiempo de exhibición en los cines.

Pero la culpa de esta situación no sólo es del gobierno. Las distribuidoras y exhibidoras de películas no tienen interés en promover las producciones mexicanas, enfocadas como están en sacar jugosas ganancias de las cintas estadunidenses. Es por ello que piden pocas copias de filmes nacionales, les dan escasa publicidad y los exhiben en salas lejanas, lo que inhibe al espectador. Incluso han llegado al extremo de bloquear las iniciativas para impulsar el cine mexicano: hace un año, estas empresas ­la mayoría trasnacionales­ se ampararon y ganaron el proceso en contra del proyecto de ley para destinar un peso de cada entrada de taquilla a esta industria.

Lo más triste del caso es que México cuenta con todos los elementos para lograr una cinematografía pujante: además del talento y la gran tradición fílmica del país, el mercado es muy rentable, con sólida asistencia a las salas. En tal contexto, es lamentable la ceguera de la clase dirigente, que no ve que una política pública adecuada de fomento produciría enormes ganancias: actualmente, el sector cultural aporta 7 por ciento del PIB, porcentaje que aumentaría considerablemente con una industria cinematográfica sana y vigorosa.

 
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