DISQUERO
El mito puesto en canto y sangre
El estreno de la más reciente versión fílmica de la novela mítica de Próspero Merimée (1803-1870) coincide con la puesta en circulación de una serie fabulosa de óperas filmadas y convertidas al devedé, que se consiguen a precio de regalo (200 pesos) en la librería de La Jornada. En esa colección destella una de las versiones más preciadas de la fabulosa ópera de Georges Bizet (1838-1875), filmada en 1966 en Salzburgo con un elenco inmejorable: la soprano estadunidense Grace Bumbry, quien emergió de la magia del soul hasta el pináculo del mundo de la ópera a pesar de la discriminación racial; el tenor canadiense Jon Vickers, una leyenda que alcanzó la categoría de heldentenor (tenor heroico), apto para el repertorio wagneriano, destinado a unos cuantos cantantes del planeta. Completa el cuadro de honor una de las voces más bellas de la segunda mitad del siglo XX, la soprano italiana Mirella Freni, y a la batuta está el maestro de origen griego Herbert von Karajan, en magníficos close ups en el foso donde se muestra su técnica personalísima, empuñando la batuta con una seguridad insólita, dirigiendo con los ojos bien cerrados, en una hazaña de seguridad extrema.
El alto contraste no puede ser mejor, pues el filme de Vicente Aranda, estrenado el pasado fin de semana en México, le da la vuelta a la tuerca y presenta una obra maestra atenida al original, es decir, a la novela de Merimée, en lugar de la tradición de versiones que se remiten a la ópera de Bizet.
Con la inconmensurable Paz Vega (Penélope Cruz rechazó el papel de su carrera y optó por Hollywood) como protagonista, muestra la más cruda y descarnada puesta en vida de esta historia singular y presenta a Merimée como un extraordinario reportero, un hondo antropólogo que investiga y recoge una historia extraordinaria y la cuenta como los mismísimos dioses del Olimpo lo harían. Hiperrecomendables el filme de Aranda y esta versión exquisita en ópera.