Los llamados a la inversión
El martes pasado consigné en este espacio la puerta liliputiense que unos pocos medios del mundo le abrieron al séptimo Foro Social Mundial (FSM) y su persistente afirmación de que "otro mundo es posible". Su justo reclamo, vuelto bandera, "la palabra y los hechos contra el escándalo de querer enmudecer la realidad", volvió a ser el mismo escándalo de siempre, quizá peor.
En el otro extremo del mundo y de la justicia, el Foro de Davos volvió a tener todas las puertas de todos los medios a su disposición. La realidad de la infame pobreza de las mayorías del mundo ha sido nuevamente enmudecida, y la realidad de los poderosos del planeta puesta en todos los puntos, para que nadie se la pierda: qué dicen, qué acuerdan, qué disponen, respecto a la aldea global.
El presidente Calderón ha hecho en Davos intensos llamados a los empresarios del primer mundo, a efecto de atraerlos a México. Lo ha hecho a veces incorporando en su discurso declaraciones, de mal gusto y de mala diplomacia, de contraponerlo con las decisiones de otros países latinoamericanos.
Lula hizo algunas réplicas en un discurso de política interna, es decir, dirigido fundamentalmente a los oídos de los ciudadanos brasileños. Calderón buscó los oídos del capital estadunidense y europeo y vio en sus contraposiciones respecto a otros países latinoamericanos, la llave que abriera las voluntades de los magnates del mundo: ofreció seguridades públicas y jurídicas sobre las inversiones.
La inversión externa no vendrá a México basado sólo en la promesa de la seguridad pública y jurídica (la no expropiación); harían falta muchos otros factores decisivos y de inmensa envergadura. Factores problemáticos que antes que atraer la inversión externa, son indispensables para una sociedad más justa, más cohesionada, puesta en los carriles que conducen al desarrollo.