DESARROLLO REGIONAL

En la sombra de la prosperidad

Economist Intelligence Unit /The Economist

Localizado entre las boscosas montañas de Blue Ridge en el suroeste de Virginia, Galax es un pueblito que se caracteriza por su música folclórica y su barbacoa. Es sede de la convención anual de violinistas y también de un montón de fábricas textiles y de muebles, que la globalización ha golpeado fuerte durante los años recientes.

Incapaces de enfrentar la fuerte competencia de México y China, las viejas industrias de este pueblito se han marchitado, y con ello miles de empleos. El año pasado fue uno de los peores. Tres grandes fábricas cerraron en varios meses y más de mil personas perdieron su trabajo, la mayoría representaba la fuerza laboral del pueblo.

A raíz de esto, Galax consiguió que se aprobara un documento llamado Fuerza económica de huelga y crisis para los trabajadores desplazados, que fue autorizado por el gobernador de Virginia, Tim Kaine. Las oficinas de este programa, que se encuentran ubicadas detrás de una tienda de licor en un viejo centro comercial, tienen el objetivo incentivar a las personas a que soliciten la Ayuda de Ajuste Comercial (TAA, por sus siglas en inglés), un proyecto que el gobierno de Estados Unidos ofrece a quienes consideran que perdieron su empleo a causa de la globalización.

La TAA incluye más de dos años de beneficios por desempleo, así como capacitación, subsidios temporales para ayudar a pagar el seguro médico y para aquellos con más de 50 años un complemento de corto plazo y un nuevo trabajo con bajo sueldo. Además, coordina el cuidado de niños y bancos de alimentos, que son administrados por asociaciones de caridad privadas.

Miles de personas han pasado por las puertas de este centro en los pasados nueve meses, muchos en varias ocasiones. Alrededor de una tercera parte de los despedidos el año pasado fueron capacitados. Muchos otros encontraron nuevos empleos. La tasa de desempleo de Galax se ubica en 6 por ciento, el doble del promedio de Virginia, pero no tan alto como lo era hace un año.

Para algunos, particularmente aquellos que tienen 50 años de edad, el futuro parece desolador. A sus 59 años, Paul Rotan, ve pocas oportunidades de encontrar otro empleo con seguro médico, y aún está a seis años para calificar para el Medicare, el plan de salud del gobierno estadunidense destinado a la gente mayor. Rotan se encuentra temeroso sobre qué pasará cuando en junio los subsidios temporales para su seguro de salud terminen.

Pero otros, mayormente trabajadores jóvenes, ya están mucho mejor. Después de 19 años en una fábrica textil, Bobby Edwards se especializó como radiólogo. Brian Deaton estableció un próspero negocio de marcos para pinturas y comenzó a vender café. Pero, pocas de estas personas son entusiastas sobre la globalización. "Nadie confía en China por aquí", es un refrán común. Pero la ayuda gubernamental ha aliviado el impacto. "Estaría perdido si ellos no estuvieran aquí", indicó Rotan.

En los elegantes libros de texto de economía la desventaja de la globalización se parece mucho a Galax. Trabajadores con poca capacitación en un país rico, como Estados Unidos, sufren cuando el comercio se desarrolla en un país pobre con una gran población de trabajadores con mano de obra barata como China.

Si los mercados laborales son eficientes en los países ricos, los trabajadores desplazados deberían encontrar nuevos empleos, pero sus salarios probablemente disminuirán. Sin embargo, a pesar de las ganancias totales del país, esta gente está peor.

Tradicionalmente, la particularidad de los desplazados laborales es que eran mayores de edad y menos educados que los otros, por lo que se les dificultaba encontrar otro empleo y cuando lo hallaban, lo más probable es que su salario se viera disminuido.

En Estados Unidos, donde los mercados laborales son flexibles, el impacto se percibe en los salarios más que en el empleo. En Europa, los pocos desplazados laborales encuentran nuevas plazas rápidamente, pero aquellos que lo logran ven que su ingreso es menor. Un estudio sugiere que, durante 1980-90, 65 por ciento de los trabajadores de fábricas en Estados Unidos perdieron sus trabajos, pero fueron empleados dos años después, la mayoría con un sueldo más bajo. Un cuarto sufrió una afectación de más de 30 por ciento. En Europa, durante la década de 1990, en contraste, menos de 60 por ciento de los trabajadores en la misma situación hallaron un nuevo empleo, pero sólo 7 por ciento vio su salario caer en más de 30 por ciento.

¿Cuánto gastar?

Sin embargo, la ayuda a los trabajadores desplazados siempre ha sido modesta en comparación con las ganancias comerciales. En Estados Unidos, donde la red de seguridad social es más pequeña que en otros países ricos, aquellos que oficialmente se consideraron afectados por el comercio son seleccionados. Su asistencia por desempleo dura cuatro veces más que el de los trabajadores ordinarios, y obtienen más capacitación.

Estados Unidos gasta alrededor de mil millones de dólares al año en ayuda para los trabajadores desplazados. Pero la economía en términos generales, por una estimación, ganan un mil millones de dólares por el libre comercio.

En Europa, el gasto global de las redes de seguridad pública es más generoso, aunque en muchos países se ha reducido.

Los gobiernos europeos también gastan mucho más dinero que los estadunidenses en la capacitación para todos los trabajadores. En este cómodo ambiente, los perjudicados por la globalización nunca han sido seleccionados. Pero esto podría cambiar. El escepticismo público sobre el comercio aumenta tanto en los países ricos como en los pobres.

Las elecciones de noviembre pasado en Estados Unidos mostraron la gran oposición de los legisladores al libre comercio. Para controlar esta reacción, los ganadores de la globalización se inclinaron a ser más sensibles hacia los perdedores.

De hecho, ya son evidentes algunos cambios. Un primer proyecto introducido por el Senado ­controlado por los demócratas­ es una gran expansión de la TAA, que cubre no solamente a los trabajadores de fábricas sino también a los de servicios, y ofrece no sólo ayuda a fábricas individuales, sino a todas las industrias.

Introducido por el presidente Kennedy en 1962 para apuntalar el apoyo a los cortes arancelarios, la TAA ha sido ampliamente utilizada para comprar apoyo del Congreso con el fin de firmar acuerdos comerciales.

Fue ampliado como parte del Tratado de Libre Comercio en 1993 y otra vez en 2002 cuando George W. Bush pidió al Congreso la autorización de negociación especial para pactos comerciales. El destino del actual proyecto es incierto, pero los demócratas han subrayado que su apoyo para futuros tratados comerciales dependerá en más ayuda para los trabajadores que pierdan sus empleos.

La presión política en Europa es similar. Mientras en Italia un fabricante de calzado protesta por la competencia china y los obreros de la industria automovilística de Alemania se preocupan por la producción más barata de Europa del este, la Unión Europea creó recientemente el Fondo de Ajuste de Globalización, por 500 millones de euros (650 millones de dólares) para ofrecer asesoría laboral y capacitación, cuando más de mil personas en una empresa o la industria pierdan sus empleos debido "a los cambios estructurales del modelo mundial comercial".

Pero la causa y el efecto no son tan obvios. La gente sale y entra de los empleos en grandes números todo el tiempo. En Estados Unidos alrededor 20 millones de trabajos, o uno de cada siete, se pierden involuntariamente cada año. Sólo una pequeña fracción de ellos, de 2 a 3 millones por año o 2 por ciento de todos los empleos, son "desplazamientos" permanentes, donde los trabajadores tienen poca o ninguna posibilidad de volver a su viejo empleo. Las tasas de desplazamiento para Europa son ampliamente similares. Y sólo una pequeña parte de estas pérdidas de empleos pueden ser directamente atribuidas a la globalización, en lugar del cambio tecnológico.

Un estudio realizado por Lori Kletzer de la Universidad de California, encontró que sólo 14 por ciento de los trabajadores de fábrica desplazados enfrentan una intensa competencia internacional. A juzgar por el número de personas que reciben la TAA, las cifras son más bajas: menos de 120 mil trabajadores fueron elegidos para la ayuda en 2005.

En el gran sector de servicios, la tasa todavía es más baja. Las estimaciones sugieren que sólo un millón de empleos del sector de servicios estadunidense se han trasladado al extranjero. Por lo tanto, el papel del comercio en la pérdida de empleos es mucho más pequeño de lo que la angustia pública sugiere.

La mayoría de los economistas sostiene que la tecnología, en lugar de la globalización, es la principal causa del aumento del salario entre los trabajadores con alta y baja preparación. Pero algunos señalan que las distinciones entre comercio y tecnología son irrelevantes. El progreso en la tecnología de la información y comunicación significa que los modelos de comercio tradicionales, y sus predicciones sobre los ganadores y perdedores con base en los niveles de habilidades se están volviendo anticuados.

En el siglo XXI la competencia entre las empresas e industrias, como las fábricas de muebles de Galax y sus rivales chinas, es menos importante que la competencia entre las habilidades intelectuales dentro de las compañías en los diferentes países. Si una persona es empleada en una empresa de muebles o un hospital, el procesador de datos estadunidense competirá contra alguien de Bangalore. En lugar de afectar a las industrias o fábricas, la competencia global afectará a los trabajos individuales.

Tal cambio, ayuda a explicar el nerviosismo popular sobre la globalización.

FUENTE: EIU

Traducción de textos: Erik Vilchis