Estanquillo con terraza
Además de su recorrido, el Museo del Estanquillo ofrece la posibilidad de disfrutar de una vista enjundiosa desde la terraza. La esquina de Isabel la Católica y Madero está flanqueada por edificios bien conservados que mantienen un aire de antaño, casi no interrumpido por adefesios arquitectónicos, cosa que no sucede unas cuadras al sur. Pero hacia el oriente el disfrute cesa, porque más allá del Zócalo el ambulantaje complica la opción de visitar el Arzobispado, la casa de la Primera Imprenta, la Academia de San Carlos, el museo Cuevas e inclusive San Ildefonso, el límite en cuanto a desahogo está dado por los murales de Diego Rivera en Palacio Nacional y por el Museo del Templo Mayor.
A partir del Estanquillo se visita La Profesa, cuya fachada se divisa desde las mismas salas, o se camina con desahogo hacia el Palacio de Iturbide, Bellas Artes, el Munal o Minería.
Ya en tiempos del estridentismo la urbe se percibía dislocada. ''La ciudad insurrecta de anuncios luminosos flota en los almanaques/ y allá de tarde en tarde se desangra un eléctrico".
Algunas piezas, no por ser anónimas carecen de excelencia. En la sección dedicada a Porfirio Díaz hay un colodión mate, iluminado a mano, que recoge los biotipos de una familia. La suegra, muy gruesa con cara de pocas tuercas, su hija de no mal ver, el esposo de ésta, con atuendo y bigote que en algo recuerda a Marcel Proust, y los cuatro vástagos, todos vestidos de negro, captados contra un desleído telón de fondo.
Cerca está la aguada de la señora Larque, que Julio Ruelas realizó antes del retrato definitivo valiéndose de fotografía, contigua a una encantadora maqueta de comedor de casa acomodada, con su aparador pródigo en porcelanas, la mesa puesta y los diminutos cuadros ''De Arrieta" en las paredes.
Allí se admira el espléndido retrato de Germán Gedovius (1909), de un desconocido, que quizá no sea tan desconocido como se supone. En cierto sentido en eso estriba la conveniencia de visitar El Estanquillo, quizá Fausto Ramírez, Aurelio de los Reyes o algún otro visitante pueda identificar al personaje que tal vez sea un actor.
Otra buena pintura, que igualmente tiene como tema un personaje masculino, muy texturada y con fondo modernista, corresponde a Roberto Montenegro. El cartel del Jabón del Aguila en cromolito de Bouligny se encuentra anexo a la recreación de los lavaderos públicos de Almoloya y cerca puede verse la versión original del Juego de la Oca, además de otro que debiera reditarse, El juego del ciclo histórico, de 1907 producido por El Buen Tono y editado por Murguía.
En el cartel Las glorias nacionales, producido en 1910 por The Gugler Litho Co., hay una trinidad: Dios Padre es Hidalgo, los otros dos personajes son Juárez y Porfirio Díaz, considerados a la par. La litográfica Moderna blanqueó considerablemente a don Porfirio en una lito sobre seda.
Hay una foto anónima de Emiliano Zapata que por ser poco reproducida resulta más interesante que la muy conocida de H. J. Gutiérrez o que la de Casasola y, por supuesto, que también se exhibe la de Zapata muerto, es interesante ver que por muy adoloridos que estuvieran los personajes rodeando al victimado, todos dirigen su mirada no al difunto, sino a la cámara. Lo mismo sucede con la fotografía del velorio de Venustiano Carranza, tomada en Villa Juárez, el 22 de mayo de 1920, un día después de su asesinato en Tlaxcalaltongo.
''Si el sitio del héroe es inmodificable, lo que debe cambiar es nuestra percepción de sus alcances visuales" reza la capción seguramente monsivaica que acompaña el conjunto de cuadros sobre Lo que el viento a Juárez, de Francisco Toledo, también presente con maravillosos gouaches en la serie sobre box y lucha libre catalogados sin fecha, aunque resultan bien fechables; allí mismo pueden verse tomas de Lourdes Grobet sobre sus conocidas incursiones fotográficas en la lucha libre.
La sección de tintas, caricaturas, cartoons y linóleos por El Chango García Cabral, Miguel Covarrubias y Andrés Audiffred se encuentran en la sala de la posrevolución, donde está también la pintura de Roberto Montenegro ya mencionada. Las historias se complementan con piezas del Taller de Gráfica Popular. De Leopoldo Méndez se exhibe el linóleo original y una impresión de El carrousel, de 1948, pero es mucho más hermosa e interesante una pequeña xilografía titulada El retorno, de 1934, del mismo grabador.
Dos vistas de la ciudad de México en la actualidad rematan el recorrido. Una corresponde al espléndido panorama en blanco y negro, de Francisco Mata Rosas (2003), y la otra fue tomada desde 3 mil metros de altura con una cámara fotogramétrica de 150 mm.
Hay mucho más de lo que comento. Sólo me resta decir que la pieza de Julio Ruelas, exhibida ''sin título ni fecha", es de 1906-07, se titula El reposo del trovador y no es una litografía retocada a lápiz, sino un transfer del aguafuerte del mismo nombre retocado a la aguada y a lápiz, ¿o quizá sea el dibujo preliminar?