Usted está aquí: domingo 4 de febrero de 2007 Opinión El capitalismo posmoderno

José Antonio Rojas Nieto

El capitalismo posmoderno

Dos breves comentarios: el precio del crudo se ha recuperado 10 dólares respecto de su nivel más bajo de hace días. Hace mucho frío. Se confirman inventarios bajos y mayor actividad económica. Por eso, no adelantemos vísperas del precio de este año. Sin duda inferior al de 2006, pero no tanto. Segundo comentario. El precio internacional del maíz se elevó desde septiembre pasado. ¿Por qué hacer aparecer el problema cinco meses después y no enfrentarlo desde octubre? ¿Por qué?

Bueno...pero hoy dedicaré estas líneas a un excelente libro que acabo de recibir de Argentina: Los marxismos del nuevo siglo, editorial Biblos, diciembre 2006 (www.editorialbiblos.com). Confieso que el autor es un querido compañero argentino. Ha dedicado años a una revisión exhaustiva de tres vertientes del pensamiento crítico marxista: la escuela francesa de la regulación (Aglietta, Boyer...); el obrerismo italiano (Antonio Negri...) y el llamado open marxism anglosajón (John Holloway...). Prologado precisamente por Negri ­autor del reciente e importante libro Imperio­ el texto da rienda suelta a lo que yo llamaría obsesión vital del autor. A César lo conocí en 1978 en el Posgrado de Economía de la UNAM. Por fortuna, trabé amistad profunda y permanente con él y otros queridos compañeros, que con entusiasmo recibíamos las enseñanzas de profesores mexicanos y latinoamericanos comprometidos con el análisis crítico del capitalismo.

¿Su obsesión? Discutir la caracterización del capitalismo y analizar con rigor la eficacia social o política de las medidas impulsadas para su defensa y desarrollo. Sí, César ha vivido ­vital y amorosamente obsesionado para fortuna de muchos­ por impulsar el fortalecimiento de un horizonte crítico de las medidas y del sistema capitalista; por alentar un clima riguroso de análisis del estatuto del trabajo y de las políticas laborales, económicas y sociales. Y en su libro confirma ese ánimo por analizar tanto la dramática realidad del desempleo ­que, sin duda, siempre ocupa el centro del debate político­, como los planteamientos e ideas acerca de la reducción del tiempo de trabajo y las distintas variantes de redistribución de los ingresos (seguro de desempleo, subsidio a adultos mayores, pensiones alimenticias, ayudas a pobres y extremadamente pobres, canastas básicas y energéticas subsidiadas, entre muchas). Su libro también manifiesta una honda persuasión: "pese a que el capitalismo actual ha alcanzado el control de la inflación y la estabilización del tipo de cambio, sus políticas de "desinflación competitiva" (búsqueda de competitividad con la disminución de todos los costos que la cooperación productiva y las condiciones sociales de su reproducción exigen), se muestran incapaces de alcanzar un desenvolvimiento económico sustentable y socialmente inclusivo." Y asegura que la secuencia virtuosa de rentabilidad-competitividad-empleo, adquiere características de verdadera parodia ante la persistencia de un desempleo que no baja. Y que la reinstalación de políticas orientadas al desmantelamiento definitivo del welfare state (mercantilización de la salud y de las pensiones; mayor flexibilización laboral; desmantelamiento de las empresas públicas) se fortalece frente a un déficit fiscal que a pesar de maquillaje no se detiene.

Para Altamira, el capitalismo posfordista actual, el de la era del conocimiento, no sólo alienta medidas aparentemente virtuosas de control de la inflación y redistribución de los ingresos. También traza tendencias más catastrofistas y conflictos sociales de mayor amplitud y densidad social que los experimentados durante el fordismo. Y frente a él ­acota­ emergen nuevas formas de resistencia social (feminismo, movimiento de gay y lesbianas, "verdes", grupos antirracistas, defensores de los derechos humanos) que parecen desplazar del centro de la lucha y resistencia sociales, el enfrentamiento capital-trabajo, máxime cuando el nuevo capitalismo posfordista ofrece nuevas condiciones informáticas que alientan al máximo la automatización de los procesos de trabajo, la computarización y la difusión de las ideas y del conocimiento a través de los medios. Así, el futuro ­la esperanza en un futuro mejor­ parece asociarse no sólo al éxito de estos nuevos movimientos sociales, sino a la extensión de las innovaciones tecnológicas de aparentemente enorme potencial liberador. Pero se ignora ­por mala fe o por descuido­ que el capital como sistema de relaciones sociales no sólo es enemigo de los movimientos que luchan por mejores salarios, ampliación del tiempo libre o mejoras en las condiciones laborales, reivindicaciones obreras clásicas, sino también de todo movimiento que presiona por la igualdad en la diferencia, la paz en la guerra, y la preservación de la propia naturaleza ante la depredación. Y no porque sea este particular sistema de relaciones sociales el que creó el racismo, el sexismo, o la rapiña ecológica (energética, especifico), cuya existencia ciertamente antecede a la aparición del capitalismo, sino más bien porque sólo los aborda como oportunidad o impedimento para la acumulación. Indudablemente, el libro de César es polémico. Lo asegura con nitidez el admirado Negri desde su prólogo. Y lo confirma Altamira en su introducción y en su debate ya no sólo con la escuela francesa de la regulación, el autonomismo obrero italiano o el marxismo anglosajón. No. Sino con todo pensamiento que considera obsoleta la idea de que el cambio social de fondo pasa necesariamente por una modificación radical de la subordinación del trabajo al capital. Con pasión defiende esta idea en su libro. Nada más, Pero nada menos. Un abrazo por ello.

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