¿La Fiesta en Paz?
Coahuila taurina
CADA AÑO LOS aficionados de Coahuila radicados en el Distrito Federal se reúnen con los paisanos que devotamente asisten a un aniversario más de la inauguración de la Plaza México, y lo hacen con una cena en la llamada Casa de Coahuila, suntuosa residencia frente al Museo de las Intervenciones, por los rumbos de Churubusco.
ESTA OCASION SE quiso hacer un reconocimiento a los criadores de reses bravas del norteño estado: Santa Elena, fundada en 1947 por don Alberto y don Jesús María Rodríguez, en el municipio de Saltillo; San Francisco, de Francisco Vela Flores, ya fallecido, y que data de 1951, en el municipio de Candela; El Camborio, propiedad de Baldemar Saucedo Galindo, hermano del inolvidable matador Héctor, y hierro que desde 1972 se ubica en el municipio de Ramos Arizpe; Valle de la Gracia, de Fernando Lomelí García, fundada en 1978, también en la capital del estado; Julio Delgado, en el municipio de Guerrero y con antigüedad de 1980; Villa Alegre, de Armando Guadiana Tijerina, fundada en 2002, en Saltillo, y la más reciente, Nuevo Colmenar, de Francisco Miguel Aguirre Farías, en el municipio de Arteaga, a partir de 2005, en que compró su ganadería al ingenieron Gerardo Martínez Ancira, quien había fundado El Colmenar en 1963.
ASIMISMO SE OTORGO una mención honorífica a ganaderos de bravo coahuilenses que sin estar dentro de la Asociación Nacional de Criadores de Toros de Lidia, dedican sus esfuerzos, conocimientos y dinero a la crianza de reses bravas, como Raúl Garza Cabello, Arturo Carranza de la Peña, Ignacio García Casillas y Juan Pablo Rodríguez Delgado.
EN EL ACTO expusieron sus obras recientes el fotógrafo de Saltillo Israel Valdés Huerta y el pintor José Antonio Rodríguez, y se sucedieron las ovaciones cuando se hizo mención, entre otros, de doña María Elena Berumen, madre de El Glison, o de la bella lagunera Miriam Saldaña, o de la escritora Gabriela García Padilla, autora de Piedras Negras, bravura con abolengo, o del arquitecto Mario del Olmo, padre del fino torero del mismo nombre, o de Bernarda Muñoz, la joven periodista hija del legendario Ciego, o de los aficionados prácticos Curro de los Reyes y Federico Garmendia, o del doctor Saúl Rivera, emblemático alguacilillo de la Plaza México, o del incansable y entusiasta José Inocencio Rodríguez, o de Armando Rosales El Saltillense, uno de los mejores fotógrafos taurinos del mundo, o de Ismael Fuentes, presidente de la peña taurina Asoleada, de Saltillo, AC, que ha llevado el hoy casi desaparecido sarape por los principales cosos del mundo, y el prolongado y sentido aplauso a la memoria de Marconi Cedillo, presidente de la Casa de Coahuila, apenas antier fallecido.
Y LA PROFUNDA emoción que para Páez significó rencontrarse con el doctor Carlos Saravia, quien le enseñó historia, a cantar y a tocar el tambor en la banda de guerra del Colegio Zaragoza, y con el fino torero de Saltillo Oscar Realme, que le descubrió que el arte del toreo, para serlo, tiene que ser interior.