De la derecha a la ultraderecha
Eso se llama radicalización del Frente Amplio Progresista (FAP): ¡basta de acusar a la derecha! porque detrás de cada ultraderechista o yunquista se encuentra un candidato potencial del PRD.
Fuera del humor involuntario que provoca la candidatura de Ana Rosa Payán, impulsada por el FAP, lo central son las implicaciones ideológicas y políticas que tiene esta decisión cínica.
En el caso del PRD y del FAP en su conjunto no caben los análisis que justifiquen esto como un acto de cúpula de los dirigentes partidarios, pues, dada la manera en que fue impuesto, Leonel Cota jamás tomaría una decisión solo ni al margen de la opinión y voluntad de Andrés Manuel López Obrador.
El caso no puede ser analizado como excepción, sino como un acto que confirma la línea de una conducción que a lo largo de seis años ha trabajado para llevar a la izquierda y a las corrientes democráticas presentes y potenciales hacia la derrota y la neutralización. Podríamos asegurar, viendo la obra en conjunto del lopezobradorismo, que fue la acción más eficaz para detener el desarrollo político de fuerzas que podrían haber triunfado sobre los intereses y las estructuras del viejo régimen, agotado y decadente, y del nuevo de la globalización. El lopezobradorismo reventó exitosamente todo proceso de unidad en la acción, todo desarrollo programático y conceptual contra el modelo de integración al que ha sido sometido nuestro país y que ahora continúa sin obstáculos.
La candidatura en Yucatán a favor de una derechista crea un ominoso silencio entre el sector intelectual y político que guiado por el supuesto advenimiento del poder y la lógica binaria de cerrar "el camino a la derecha" justificó todo. El camino de "lo menos peor" y "cerrar el camino a la derecha" no es más que un lejano eco, a pesar de que hace menos de un año era la base para justificar todo tipo de incongruencias, alianzas y candidaturas cuestionables, y que hoy gozan en la Cámara de Diputados y el Senado de una curul obsequiada para representar sus propios intereses.
La candidatura de Ana Rosa Payán es un avance en la descomposición del PRD, el cual se alió al PAN hace seis años, tiempo suficiente para pasar de hacer alianza con la derecha a una con la ultraderecha. Hay que reconocerlo: el PRD y ahora el FAP se han radicalizado.
Pero las provincias justifican los medios y la fabricación de derrotas se documenta con la emboscada del triunfalismo del 2 de julio, la de Tabasco, la defección de Chiapas, la de Oaxaca (que no apoyó AMLO cuando era candidato presidencial ni antes de la llamada convención nacional democrática). Ana Rosa une al lopezobradorismo y a Rosario Robles en Yucatán: unos la apoyan desde el resentimiento para luchar contra la derecha panista; otros, como Rosario Robles, para combatir el machismo y apoyar eventuales campañas contra el sida, el aborto o el uso del condón, pues género mata principios.
La candidatura de Ana Rosa, apoyada por las fuerzas de quienes emitieron miles de declaraciones y discursos "contra la derecha", que cerró avenida Reforma durante semanas ante el "peligro de que la derecha llegará al poder", es de risa, pero también da coraje frente a la ingenuidad, la irresponsabilidad y el cinismo. Esta candidatura marca una línea de continuidad con las frases que escuchamos a través de la televisión de que "la economía no tenía ideología" y que por eso, cuando ganara, respetaría las reglas de la macroeconomía.
Para el lopezobradorismo las candidaturas tampoco tienen ideología y por ello, si un ultraderechista rompe con su burocracia es un buen candidato para generar odio y rencor entre sus filas. ¿No son éstos los que preparan el camino a la derecha y a la ultraderecha?
La gran obra del lopezobradorismo en sentido estricto no radica solamente en la candidatura de Ana Rosa Payán, ni en la de Ricardo Monreal, la de Guadarrama o la de Núñez (ahora silencioso), sino en haber dejado el camino limpio y abierto a Felipe Calderón, a quien dice combatir por espurio. El lopezobradorismo condujo a la izquierda a una política y práctica espurias que sólo arrojan confusión, desaliento, desunión, rencillas, recelos y una profunda mediocridad intelectual de la que se beneficia la derecha.
En la pasada marcha del 31 de enero contra la escalada de precios, López Obrador pasó a la cola, ya que las fuerzas sindicales, que supuestamente fueron con él en la presidencial, se deslindaron y se opusieron a ser representados por el "presidente legítimo". ¿Dónde quedaron los 2 millones de hace unos meses que estaban dispuestos a ir hasta lo último contra Felipe Calderón El Impostor? ¿Por qué la intelectualidad lopezobradorista ya no utiliza las herramientas numéricas para dar cuenta del fiasco? ¿Por qué si ya no hay vías para acceder al poder, como aún pensaban el año pasado, se guarda silencio mientras se respalda una candidatura de ultraderecha? ¿Hasta cuándo la soberbia y el resentimiento tocarán fondo?