Resistencias heroicas... y no tanto
Berlín, 14 de febrero. Haciendo eco a la proyección el fin de semana de Cartas desde Iwo Jima, de Clint Eastwood, la sección oficial de la Berlinale se dedicó hoy a un par de resistencias militares de muy diverso tipo. La primera fue la israelita Beaufort, de Joseph Cedar, recuento de los últimos días de la ocupación de Líbano en 2000, después de la campaña comenzada 18 años antes. El título refiere al fuerte construido en el medioevo por los cruzados, donde se estableció el último bastión de los soldados israelíes antes de retirarse.
Cedar emplea un buen sentido del espacio y recursos actuales -mirada distanciada, colores deslavados- para retratar una situación no muy diferente a las trincheras de la primera guerra: aburridos del encierro y sin poder entrar en combate, los hombres viven el miedo de morir en un repentino ataque de mortero o misiles por parte de Hezbollah. La guerra es moderna -hay imágenes en que los soldados parecen más astronautas que soldados-, pero el sinsentido es el mismo. Al final permanece la idea de futilidad inherente a toda película anti-bélica. La postura de Beaufort es valiente, sobre todo ante la reanudación del conflicto en Líbano el año pasado.
Por su parte, 300 es la recreación hollywoodense de la madre de todas las batallas en cuanto a inferioridad numérica: la defensa de 300 espartanos en el Paso de las Termópilas frente a la invasión de los persas. Como la película -exhibida fuera de concurso- está basada en una "novela gráfica" debida a la imaginación adolescente de Frank Miller, y dirigida por Zack Snyder, el autor del remake de El amanecer de los muertos, no se podía esperar mucha madurez del proyecto.
Mediante la estilización visual de moda, con un generoso apoyo de la animación digital, el resultado es una mezcla de tira cómica, fantasía mitologizante a lo El señor de los anillos, tributo fascistoide al poderío guerrero y un delirio de diseños kitsch. Curiosamente, la película no consigue un solo momento de grandeza épica. Por un lado, Leonidas (Gerald Butler) y sus espartanos parecen bodybuilders ataviados con tangas de cuero y capa roja; por otro, los persas son vistos como una turba multirracial, polisexual, con monstruos deformes en sus filas y comandados por un amanerado Jerjes (Rodrigo Santoro), con voz de Darth Vader y un vestuario digno de Cher en Las Vegas. El interés es exclusivo de espectadores juveniles, excedidos en testosterona. La mayoría de las numerosas personas que abandonaron la función de prensa eran mujeres.
Otro tipo de resistencia, la de uno, fue requerida en la proyección de Yella, la única concursante ciento por ciento alemana. Dirigida por Christian Petzold, la película es un soporífero disparate sobre el personaje titular, una guapa mujer (Nina Hoss) que vive una serie cansina de juntas ejecutivas sobre inversiones, préstamos y porcentajes en un tono de inverosimilitud. Al final, se revela que todo ha sido el sueño de ella antes de morir, trampa narrativa que debía estar prohibida a estas alturas. Yella sería, pues, como la pesadilla de un contable.
Dicha pifia de la competencia sólo avivará el rencor de la prensa alemana en cuanto a la selección de películas representativas de su propio país. Nadie olvida que La vida de los demás, de Florian Henckel von Donnersmarck, la producción alemana más exitosa de 2006 en cuanto a crítica y taquilla, fue rechazada el año pasado por el comité de selección de la Berlinale, precisamente.