Usted está aquí: miércoles 21 de febrero de 2007 Economía Malí, sede del Foro Mundial de la Soberanía Alimentaria

La agricultura, asunto central en la agenda política global; presentes, 600 delegados

Malí, sede del Foro Mundial de la Soberanía Alimentaria

La nación africana, entre las 10 más pobres del planeta; comercio y mercados, los temas

LUIS HERNANDEZ NAVARRO ENVIADO

Ampliar la imagen Campesinos y activistas ayer durante una manifestación contra la Organización Mundial de Comercio y la visita del director general del organismo, Pascal Lamy, a Yakarta, Indonesia Foto: Ap

Selingue, Mali, 21 de febrero. La agricultura se ha convertido en un asunto central en la agenda política mundial. Las diferencias en torno la apertura del sector agrícola descarrilaron la Ronda de Doha y estancaron las negociaciones de la Organización Mundial de Comercio (OMC). Los precios de las materias primas (granos, fibras y oleaginosas incluidos) han disparado las señales de alarma.

México pagó a comienzos de año el costo de considerar en serio el comportamiento de los mercados internacionales de maíz. El alza en el precio de la tortilla, alimento nodal en la dieta popular, precipitó el malestar social y provocó una caída de 20 puntos en la popularidad del presidente Felipe Calderón.

A diferencia de los tecnócratas, que no dan importancia a la agricultura y siguen apostando seriamente a la "teoría de las ventajas comparativas" para desorganizar el sector, campesinos de todo el mundo llevan años insistiendo en la necesidad de que sea reconocido el derecho a la soberanía alimentaria. Vía Campesina, la agrupación internacional de pequeños productores rurales más importante en el mundo, ha hecho de esta demanda un elemento central de su accionar.

Ellos entienden la soberanía alimentaria como el derecho de cada pueblo a definir sus propias políticas agropecuarias y en materia de alimentación, a proteger y reglamentar la producción agropecuaria nacional del mercado doméstico a fin de alcanzar metas de desarrollo sustentable, a decidir en qué medida quieren ser autosuficientes, y a impedir que sus mercados se vean inundados con productos excedentarios de otros países.

Sélingué

Del 23 al 27 de febrero dará comienzo aquí, en Séliguné, Malí, en el Africa occidental, el Foro Mundial de la Soberanía Alimentaria. No se trata de un encuentro más, de los muchos que cada año auspician diversas ONG. En la inauguración participará el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, y el presidente de Mali, Amadou Toumani Touré. Participan 600 delegados de los cinco continentes, representantes de sectores sociales interesados en las cuestiones agrícolas y alimentarias. Allí estarán personalidades del mundo rural como José Bové, Paul Nicholson y Rafael Alegría.

El Foro fue organizado y convocado por un colectivo conformado por Vía Campesina, la Red de Organizaciones Campesinas y Productores Agrícolas de Africa Occidental (ROPPA), la marcha Mundial de las Mujeres, el Foro Mundial de Perscadores y Trabajadores pesqueros, el Comité Internacional de Planificación para la Soberanía Alimentaria, la Red por la Soberanía Alimentaria, y los Amigos de la Tierra. Se le conoce también como Nyéléni 2007.

El foro tiene nombre de mujer. Fue bautizado como Nyéléni 2007 porque las organizaciones de Malí quisieron darle un nombre significativo para los campesinos de su país. Nyéleni -según Ibrahim Coulibaly- es el nombre de una mujer que entró a la historia de su nación como madre nodriza, madre agricultora, que luchó para afirmarse como mujer en un entorno que no le era favorable. Ese símbolo podría ser, también, el de la lucha por la alimentación, el de la soberanía alimentaria.

El encuentro permitirá reafirmar el derecho a la soberanía alimentaria y precisar sus implicaciones económicas, sociales y medioambientales. Buscará definir una estrategia para que el derecho de los pueblos a la soberanía alimentaria sea reconocido como un derecho específico pleno y vinculante por los estados y garantizado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Se trata de que la lucha por la soberanía alimentaria deje de ser una demanda exclusiva de las organizaciones campesinas y sea retomada por otros sectores: pescadores, trabajadores asalariados, ambientalistas, mujeres.

La discusión se organizará en torno a tres puntos centrales: ¿En pos de qué luchan? ¿En contra de qué luchan? ¿Qué pueden hacer al respecto?

Asimismo, los asistentes reflexionarán sobre siete puntos: 1) Las políticas del comercio internacional y los mercados locales; 2) El conocimiento local y la tecnología; 3) El acceso y el control a los recursos naturales: tierra, agua, semillas y razas de ganado; 4) Cómo comparten el uso de los territorios y el suelo, el agua, los derechos de pesca, la acuacultura y los bosques; 5) Los conflictos y los desastres naturales: cómo responder a nivel local e internacional; 6) Las condiciones sociales y la migración forzada; y 7) Los modelos de producción: los impactos sociales y en las personas, sus medios de vida y el medio ambiente.

Malí y el algodón

¿Por qué realizar un encuentro así en Malí? Malí es un país democrático que ha hecho de la soberanía alimentaria el objetivo prioritario de su nueva Ley de Orientación Agrícola. En 1991 se derrocó a la dictadura.

Es un país situado en Africa occidental. Tiene 12 millones de habitantes; la mitad de menor de 15 años. El 80 por ciento de su población es rural. Fue colonia francesa. En su territorio se sucedieron grandes imperios africanos. La agricultura ocupa un lugar central en su economía. Cerca de 75 por ciento de la población es agricultora. El algodón, junto con el oro, es la principal fuente de divisas extranjeras; llegó a aportar 15 por ciento del PIB.

Malí es un país sumamente pobre. Tanto así que se encuentra entre las 10 naciones más pobres del planeta. El 90 por ciento de la población vive con menos de dos dólares diarios. A pesar de ello, Senegal, su vecino, menos pobre que él, recibe casi el doble de ayuda para el desarrollo. Si su algodón tuviera un precio justo, la pobreza se reduciría enormemente. Si los subsidios en Estados Unidos se suprimieran, el precio de la fibra crecería.

En 2005, Amadou Toumani Touré, presidente de Malí, declaró en la sesión de apertura del Fondo Monetario Internacional (FMI) en Washington: "Con demasiada frecuencia los programas nos son impuestos y luego se nos dice que se trata de programas nuestros... Personas que jamás han visto el algodón vienen a darnos lecciones sobre algodón..."

La acusación no es gratuita. El Banco Mundial ha impedido que el gobierno maliense obtenga más apoyos porque no ha privatizado su industria algodonera. No obstante ello, la liberalización del sector ha dejado a los productores a expensas de un mercado altamente distorsionado por las grandes subvenciones que reciben los agricultores estadunidenses. Desde 1990 su precio ha sufrido una caída sostenida, en parte como resultado del desmoronamiento de la industria textil rusa, gran consumidora de la fibra. A consecuencia de ello, 3 millones de campesinos algodoneros vieron disminuidos sus ingresos en 20 por ciento en 2005.

Durante 30 años la Compañía Maliense de Desarrollo de las Industrias Textiles (CMDT) ejerció un semimonopolio sobre la producción. El 60 por ciento era propiedad del Estado, y el restante 40 por ciento del grupo francés Dagris. Gracias a ello había un control del conjunto de la cadena productiva, desde la producción hasta la comercialización. Las organizaciones de campesinos jugaban un papel importante en este proceso. Las ganancias del llamado "oro blanco" permitían construir escuelas y centros de salud.

En contraste, del otro lado del mundo, en Estados Unidos, no sólo no se exige la liberalización del sector algodonero, sino que se propicia una fuerte intervención estatal. Solamente 25 mil agricultores estadunidenses cultivan algodón. Sin embargo, su riqueza e influencia es enorme. Obtienen una media anual de 3 mil 400 millones de dólares por concepto de subsidios. El ingreso neto de un algodonero en el país del Tío Sam es de alrededor de 800 mil dólares al año. Estados Unidos es el primer exportador mundial de algodón. Ello, a pesar de que son los productores más caros del planeta. Con la producción textil disminuyendo en su país, deben dedicar cada vez más volumen de su cosecha al mercado internacional. El programa de apoyo establecido asegura a los grandes cultivadores un precio mínimo de 70 centavos la libra de algodón para compensar cualquier caída en los precios.

Malí, pues, tiene buenas razones para hospedar un encuentro que hablará sobre la soberanía alimentaria, uno de sus problemas nodales. Un encuentro con aroma de mujer.

 
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