Usted está aquí: viernes 23 de febrero de 2007 Opinión Italia: crisis institucional, madurez política

Editorial

Italia: crisis institucional, madurez política

En estos días Italia se encuentra sumergida en una crisis institucional: el Senado rechazó por 160 votos en contra y 158 a favor el plan del gobierno del primer ministro Romano Prodi en materia de política exterior. En concreto, los senadores se opusieron a la permanencia de 2 mil soldados italianos en Afganistán, en el contexto de las operaciones militares avaladas por Naciones Unidas y dirigidas por la Organización del Tratado del Atlántico Norte. Este rechazo también estuvo motivado por la oposición a la ampliación de la base militar estadunidense en Vincenza, en el norte del país. Esta votación perdida determinó que Prodi y su gabinete en pleno presentaran su dimisión al presidente Giorgio Napolitano, quien se la aceptó con "reservas", lo que abre un abanico de posibilidades sobre la futura conformación del gobierno, situación que, sin embargo, no pone en riesgo la gobernabilidad en esta nación europea ni a sus instituciones democráticas.

De acuerdo con la Constitución italiana, el presidente Napolitano puede someter al gobierno de Prodi a un voto de confianza en el Parlamento; puede encargarle a este político la formación de un nuevo gobierno; puede disolver las cámaras y convocar a elecciones anticipadas; o puede nombrar a otro jefe de gobierno, en remplazo de Prodi, quien tendría a su cargo formar un gobierno de transición hasta la convocatoria a nuevas elecciones.

Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial y ya bajo un régimen de república democrática parlamentaria, Italia ha sufrido una multitud de crisis institucionales y ha recurrido a todas estas soluciones en algún momento de su agitada vida política. Raro ha sido el gobierno que ha cumplido con la totalidad de su periodo en el poder, por lo que se puede afirmar que Italia vive en un permanente estado de crisis.

Pero esta característica del sistema italiano no implica que todos los sectores del país también se encuentren en crisis: ni la economía ni la vida cotidiana de los ciudadanos se ven afectadas por los frecuentes cambios de gobierno. Esta solidez de la sociedad se debe, entre otros factores, a la fortaleza de sus instituciones y a la madurez de su clase política, que permite a los italianos separar la disputa, la negociación y todo el quehacer político del resto de las actividades: así, la presente crisis que padece el gobierno de Prodi no se ha traducido en una grave caída de la bolsa de valores de esa nación ni ha provocado preocupantes movilizaciones sociales y tampoco ha desembocado en una peligrosa polarización política de la sociedad.

Es poco probable que el modelo de gobierno italiano, con sus peculiaridades nacionales, pueda aplicarse en otros países. Pero lo que sí se puede retomar es su gran capacidad de renovación ante el rechazo a una política en específico y la sabiduría de su pueblo para mantener en sus debidos cauces la discusión política, lecciones basadas en un juego parlamentario con reglas claras que bien harían en aprender en estas y otras latitudes.

 
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