Usted está aquí: domingo 25 de febrero de 2007 Opinión ¿La Fiesta en Paz?

¿La Fiesta en Paz?

Leonardo Páez

Resistencia taurina

COMO A TODA expresión de añeja cultura popular, a la fiesta de los toros también le llegó su época de resistencia ante los embates del terrorismo cultural padecido por los pueblos que se niegan a encajar en el molde de los globalizonzos, esos falsos ciudadanos del mundo al servicio de quienes se lo quieren repartir.

RESISTENCIA ES PALABRA-compromiso en el vocabulario de todo ciudadano lúcido en estos tiempos de demencia colectiva y agresión despiadada a la inteligencia por parte de los poderes fácticos, no sólo para plantarle cara a las amenazas de destrucción, sino, además, para responder con propuestas imaginativas.

PILARES DE ESTA resistencia consciente y estratégica son la identidad cultural, el orgullo de pertenecer a un entorno histórico-social amenazado, la autoestima individual y colectiva, las expresiones culturales y artísticas propias, así sean desaprobadas por la falsa modernidad, los medios y las modas globalizadas, incluidos los protectores de mascotas que al exigir la abolición de las corridas condenan a su desaparición al toro de lidia.

LA POSMODERNIDAD EPIDERMICA que padecemos, mercantilista y mentirosa, se sueña civilizada, aunque resulta defensora inhábil del medio ambiente, la flora y la fauna. Asesinar iraquíes o ilegales, traficar con órganos infantiles y explotar seres humanos, está bien; matar a estoque toros de lidia, es repugnante. Aplastante lógica.

EL MAGNIFICO POEMARIO Al toro o nada, de Manuel Camacho Higareda, fue presentado el jueves pasado en la Librería Gandhi, de Miguel Angel de Quevedo. Había que oír con qué fruición el poeta y maestro Juan Bañuelos, inusitado aval de esta obra, se puso a leer algunos versos de Camacho, en este rencuentro venturoso entre literatura y taurinidad a partir de la buena poesía, sin temas proscritos, como no sea la falta de inspiración.

LA POESIA ES y será un arma cargada de luz, más que de futuro, porque libera y reconcilia al hombre con sus esencias, lo incorpora a la grandeza y lo exhibe en toda su angustia y limitaciones ante una existencia azarosa y arbitraria, donde la arquitectura del propio destino garantiza poco, pero el compromiso de resistir y preservar el espíritu obliga a todo.

Y AL DIA siguiente, la reunión de la inteligente peña La Amistad, en el amoroso, alucinante museo taurino del coleccionista Federico Garmendia, aficionado práctico como sus compañeros peñistas Curro de los Reyes, Miguel Casanueva y José Arroyo, tan exitosos como valientes. Y los estimulantes conceptos del pintor Reynaldo Torres, del investigador Heriberto Lanfranchi, de los matadores Raúl García, Leonardo Manzano y Eduardo Liceaga, del picador Antonio Flores Pueblita, de los libreros Pepe Rodríguez y Paco Domínguez, de los mercadólogos Luis Corona hijo y Manolo Morales, o de los aficionados Ernesto Negrete, Humberto Escalante y José Luis Pacheco.

LA CONCLUSION DE estas dos vertientes de resistencia taurina es clara: lo que los aficionados pensantes, unidos y organizados no hagan, los falsos promotores de la fiesta, menos.

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