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A casi dos décadas del crack, la bolsa cayó 5.8%
Jauja sólo para inversionistas; las pérdidas, para la economía
Cuidado con lo dicho por Sojo
Ampliar la imagen Bolsa de Valores de Nueva York, donde ayer el promedio industrial Dow Jones perdió 3.29 por ciento, a 12 mil 216.24 unidades, mientras el índice compuesto Nasdaq cayó 3.86 por ciento, a 2 mil 407.86 unidades Foto: Ap
En octubre próximo se cumplen dos décadas de aquel dramático crack bursátil de 1987 (registrado apenas dos semanas después de la "euforia" que en el mercado de valores provocó el destape de Carlos Salinas de Gortari como candidato tricolor a la Presidencia de la República), un terremoto que enriqueció aún más a un puñado de especuladores disfrazados de "inversionistas" y saqueó a cerca de 350 mil pequeños inversionistas, a quienes el entonces inquilino de Los Pinos, Miguel de la Madrid, acusó de "bisoños" y "codiciosos".
Veinte años después de aquella "depuración" de participantes en el mercado bursátil nacional, nadie puede calificar de novatos al selecto grupo de apostadores en la Bolsa Mexicana de Valores, pero sí de codiciosos, como siempre.
Es costumbre que el mercado bursátil nacional camine en sentido contrario de la economía real del país, y, a golpe de "máximos históricos" (un día sí y el otro también), mientras el principal índice de la Bolsa Mexicana de Valores (por medio del cual se miden las ganancias) crece como la espuma la realidad económica nos recuerda que la raquítica tasa promedio de "crecimiento" económico en esas dos décadas ha sido de 2.2 por ciento.
Faltan ocho meses para el vigésimo aniversario del crack, pero parece que alguien quiso adelantarse a la fiesta, y ayer el índice de precios y cotizaciones de la BMV se desplomó en una proporción (5.8 por ciento) no vista desde enero de 2000, con lo que por primera vez en siete años el comportamiento de la Bolsa Mexicana de Valores se aproxima al comportamiento real de la economía.
El problema, como siempre, es que en tiempos de jauja la especulación bursátil sólo beneficia al selecto club de especuladores participantes en la BMV, pero en periodo de vacas flacas la factura por los destrozos corre a cargo de la economía nacional y de quienes en ella subsisten, quienes nunca han visto un peso del festín de utilidades, porque es libre de impuestos.
Nada garantiza que el desplome bursátil registrado ayer no se mantenga o incluso se agudice en los días por venir, por mucho que la intención sea atribuir la caída a "factores coyunturales externos" (desde los chinos hasta Alan Greenspan, pasando por Cheney y Afganistán). Lo cierto es que a pesar de la sacudida los grandes especuladores en el casino de la Bolsa Mexicana de Valores no se pueden quejar, por el contrario.
Poco después del crack de 1987, uno de los barones de la época y cabeza de la casa de bolsa Inverlat, Agustín F. Legorreta Chauvet, amargamente decía que "la novela rosa de la Bolsa llegó a su fin", lo cual resultó falso. En efecto, en los últimos tres meses de ese fatídico año (que incluyó devaluación, inflación galopante y el inicio de los "pactos") el índice de precios y cotizaciones de la BMV se desplomó 76 por ciento, una proporción escalofriante, pero sólo para los pequeños inversionistas, es decir, los "codiciosos" y "bisoños", según Miguel de la Madrid.
De enero a los primeros días de octubre de 1987, el índice de precios y cotizaciones de la BMV acumuló un crecimiento cercano a 730 por ciento, de tal suerte que los barones del dinero, en el peor de los casos, perdieron (si ello sucedió, lo que es dudoso) una pequeña porción de lo atesorado, pero de cualquier suerte no les provocó rasguño alguno.
¿Por qué? Fácil: de acuerdo con cifras oficiales, de diciembre de 1982 a octubre de 1987 el índice de precios y cotizaciones se incrementó 2 mil 500 por ciento en términos reales, obteniendo una ganancia cercana a 15 por ciento como promedio mensual. En igual lapso, la economía real reportó una tasa promedio de "crecimiento" de 0.15 por ciento.
La "novela rosa" no concluyó, porque tras la sacudida de 1987 la BMV siguió comportándose de forma inversamente proporcional al de la economía real, y los barones de la especulación se hicieron aún más ricos, lo que les facilitó el acceso a los bancos expropiados en 1982, a muchas empresas paraestatales y a otros suculentos negocios (candidatos a la Presidencia de la República, entre ellos), que también exprimieron a costillas del erario. Y allí se mantienen.
Para no ir más lejos, de diciembre de 1987 al cierre de ayer, el índice de precios y cotizaciones de la Bolsa Mexicana de Valores reporta un crecimiento cercano a 30 mil por ciento. ¿Se puede hablar de pérdida? (favor de preguntar a Roberto Hernández, Alfredo Harp, Carlos Slim y demás compañeros del festín).
Aquí se ha comentado que en el contexto de una economía estancada, sin mayor oferta de bienestar social para su población, con desempleo y, por ende, migración creciente, y tantas otras bellezas, en el esplendoroso oasis bursátil abreva menos de 0.003 por ciento de la población económicamente activa del país, o si se prefiere 0.001 por ciento de los mexicanos.
Y decíamos, decimos, que en el gobierno foxista prácticamente nada creció, salvo la concentración del ingreso, las utilidades de la banca extranjera que se apoderó del sistema financiero que opera en el país, la expulsión de mano de obra y, desde luego, las ganancias bursátiles para los alrededor de 130 mil privilegiados (contra medio millón dos décadas atrás) que en promedio obtuvieron una tasa de ganancia cercana a 350 por ciento, mientras la economía real "creció" 2.3 por ciento. Todo, durante el "cambio".
Habrá que ver cómo les va con la "continuidad".
Las rebanadas del pastel
En pésimo momento se promueve la venta del Consorcio Aeroméxico, la cual (ya se aprendieron el caminito) se hará por medio del mercado de valores, o lo que es lo mismo, libre de impuestos... ¡¡¡Cuidado!!! El siempre atinado secretario de Economía, Eduardo Sojo, aseguró ayer que la sacudida bursátil "no afectará el desempeño de la economía mexicana"; lo mismo dijo sobre el terremoto de la tortilla