Muy grave, la indefinición ideológica, dice Murat
Sin renovación, acaba asamblea priísta
Cierran la puerta a traidores
Desilusionados por la indefinición que mantuvo el PRI luego de tres días de debates, los delegados a la cuarta asamblea nacional extraordinaria del tricolor concluyeron los trabajos de un desaseado cónclave, con la única esperanza de que hoy, en su discurso de toma de posesión, Beatriz Paredes pueda rescatar, aunque sea en la retórica, el malogrado proyecto de renovación.
Las definiciones importantes que formaron parte de las ofertas de campaña por la dirigencia nacional se dejaron para mejor ocasión: desde su nueva identidad ideológica de izquierda hasta el plan de trabajo que pudiera colocarlos como vanguardia en la oposición.
La mayor parte del tiempo, la asamblea careció de quórum; los documentos oficiales con los que se convocó fueron modificados de manera subrepticia; la conducción de debates fue errática y los mismos artículos, con redacciones diferentes, se votaron más de una vez.
"Fue la asamblea de un partido desarticulado, que no tiene pertenencia y que se atreve a dejar pendiente su definición ideológica, eso es muy grave. Los estatutos evidencian una organización vertical, autoritaria y que sigue siendo propiedad de unos cuantos. Tienen un gran desprecio a la militancia, siguen sin advertir que las bases ya no aceptan el dedazo, la reverencia ni los acuerdos en lo oscurito", resumió ayer José Murat, ex gobernador de Oaxaca.
Lo que es peor -agregó-, nadie nos ha querido decir quién hizo estos borradores de documentos básicos; se habla de que fueron Mariano Palacios y sus colaboradores, Carlos Armando Biebrich, Samuel Palma y otros; es muy lamentable que no den la cara y expliquen por qué hicieron estos planteamientos, que dejan al partido como organización de acuerdos cupulares.
En el mejor de los casos, comentaron otros delegados, se trató de una reunión preparatoria de la "verdadera discusión", que podría ocurrir en noviembre, cuando tenga lugar la asamblea nacional ordinaria.
"Nos vamos desilusionados ¡tanto gasto para venir aquí y no cambiar nada! Ni ganas me dan de venir mañana", añadió un delegado antes de abandonar el galerón semivacío, instalado en el estacionamiento de la sede tricolor.
Mientras en los documentos todo quedaba prácticamente igual, se incluyó un texto en el que los presidentes estatales condenaron la "ofensiva de algunas fuerzas políticas nacionales, contra los gobiernos" de Oaxaca, Puebla y Coahuila, cuyos mandatarios son objeto "de linchamiento mediático, campañas de desprestigio, una perversa agresión o promoción de la violencia", especialmente en el estado de Ulises Ruiz.
De no cesar ya este acoso político, se advierte en el texto, los priístas emprenderán una amplia movilización popular y acciones legales para contrarrestarlo y denunciarlo en el exterior.
"¡No somos profesionales (en manejar asambleas), compañeros; somos priístas! ¡Somos un partido de leyes, no de tribus!", clamaba el vicepresidente de la mesa de debates, el cetemista Carlos Aceves del Olmo, en auxilio del presidente de la misma, Raúl Cervantes, quien había perdido el control de la discusión.
La tercera y última sesión de de debates de esta asamblea arrancó entre gritos y sombrerazos, cuando las huestes del Movimiento Territorial (MT) en el Distrito Federal, encabezadas por Cuauhtémoc Gutiérrez, se apropiaron de las sillas del grupo del estado de México, para reclamar que la discusión sobre los estatutos se iniciara a partir de un texto distinto al que los delegados conocían.
Esto porque los priístas se amanecieron con la noticia de que había una redacción diferente, que les entregaron minutos antes de que se instalara la mesa de debates, cuyos "cambios" aparecían resaltados en negro, pero de nada valió el reclamo y, a pesar del desorden, los trabajos continuaron con la aprobación, en lo general, del documento, aunque en él había errores e incongruencias, como colocar decisiones de la Comisión Política Permanente por encima del Consejo Político Nacional.
El segundo asalto entre los delegados y los conductores de la mesa llegó ante la propuesta del nuevo documento para que el Consejo Político Nacional reforme el programa de acción y los estatutos, y sólo dejara a la asamblea nacional la ratificación de los eventuales cambios, propuesta que los delegados consideraron que colocaba a este órgano por encima de la asamblea.
"¡No permitamos que sea secuestrada la voluntad de los militantes, porque estaremos expidiendo el acta de defunción de esta asamblea!", dijo un consejero que, sin turno en la lista de oradores, arrebató el micrófono para pedir una nueva votación sobre el punto, mientras en su debate particular, los del MT sacaron cartulinas en las que se leía "el DF dice no a la cúpula, el DF dice no a los dinosaurios".
A tumbos, la mesa consiguió que se discutiera el artículo 7, sobre la facultad de las dirigencias estatales para aprobar, según su realidad política, las coaliciones con otros partidos para cargos de elección popular.
El texto marcaba que para ello sólo se solicitaría el "acuerdo" del Comité Ejecutivo Nacional, hecho que a juicio de la cúpula tricolor era "dejar a los gobernadores la facultad de facturarle el PRI al gobierno panista", en alusión a coaliciones, como la que el año pasado impulsó con el partido de Elba Esther Gordillo el gobernador de Sonora, Eduardo Bours.
Mientras la mesa intentaba tirar este apartado para "amarrar las manos" a algunos gobernadores, la asamblea condenaba el centralismo que les impuso, en 2006, una alianza "perniciosa" con el Partido Verde y defendió lo que llamaban "autonomía" de sus dirigencias estatales.
Tras un largo y acalorado debate, este punto se aprobó en sus términos; parecía un triunfo de los asambleístas, pero en un artículo posterior, el 86 en su fracción 9, se introdujo una frase que afianza el control del presidente nacional priísta sobre este tema: "Suscribir los convenios para formar frentes, coaliciones y candidaturas comunes con otros partidos, con apego a las leyes de la materia, previa aprobación del Consejo Político Nacional", órgano que tradicionalmente controla la dirigencia en turno.
Luego, en unas horas, los priístas analizaron y aprobaron 27 artículos de su código de ética, entre ellos el que condena el trapecismo político y las deslealtades e impide a los traidores volver a las filas del tricolor.
También se refrendó el artículo 3, en el que se obliga a los militantes a "asumir cabalmente las normas de la más acendrada moralidad pública, y darle el sentido irrenunciable de una cuestión de honor".