Usted está aquí: domingo 4 de marzo de 2007 Opinión El pasmo

Rolando Cordera Campos

El pasmo

Dejemos a un lado, por lo pronto, los extraños blindajes de que presume el secretario de Hacienda. Hagamos lo mismo con la desgastada retórica presidencial sobre la fortaleza económica nacional. Roguemos, en todo caso, porque sea su staff quien lo aleccione sobre la triste suerte con que corrieron bravatas como esa a todo lo largo del ciclo de montaña rusa en que México entró desde 1975 y del que sólo parece haber salido a costa de un cuasi estancamiento y de un sacrificio social enorme.

Deseemos, en fin, que no sea la adversidad financiera la que corrija esta obsoleta arrogancia del saber convencional, que siempre se las arregla para que sus desvaríos los paguemos los demás, bajo el criterio de que hay unos más iguales que otros. Supongamos que todo esto son sólo ecos del pasado.

Pero lo que ocurre con el presente es grave, y es preciso asumir que debajo de esta feria de banalidades hay una confusión corrosiva que viene de arriba pero inunda ya al conjunto del espíritu público. Se trata de una suerte de pasmo colectivo cuyo desenlace más probable es una ronda más de sobresaltos e inseguridad generalizados. Así, sin más.

Pensemos, entonces, en el Estado y el sistema político y en lo que pueden hacer hoy para capear un nada improbable temporal del sistema internacional que se pretende global pero que no ha podido erigir un nuevo orden planetario. En este contexto, cruzado de incertidumbre y violencia, sin Estado, se redescubre hoy, no hay posibilidad de orden ni de progreso, aunque éstos sean la versión liliputiense que la derecha insiste en ofrecer como la única a nuestro alcance.

El Estado necesario dista de ser el que imaginan muchos ministros de la Suprema Corte, y está muy lejos de lo que pretenden los que todavía se llenan la boca con las gloriosas victorias del cambio estructural. Tras cinco lustros de trabajo heroico, los que emprendieron la reforma estatal en clave neoliberal, que poco tuvo que ver con el credo de los gigantes del siglo XIX, sólo pueden reclamar una victoria pírrica: pasamos del Estado retraído por las crisis financieras y fiscales de los años 80, acosado por la agresividad imperial (Reagan y FMI), al Estado distraído por los espejismos iniciales de la globalización y del estreno en el poder, para llegar a una suerte de "Estado de gracia" en el que la incapacidad de iniciativa es la regla y la excepción.

Sin recursos, dilapidada la riqueza petrolera en gasto corriente e importaciones sin techo de bienes de consumo, el Estado autista culmina la saga neoliberal y lleva a México a una ominosa fase de regresión nacional. La nueva ronda de "devoluciones" como la anunciada por el Presidente para las carreteras sólo mueve a risa... tetánica.

Es indudable que requerimos volver a pensar el conjunto a partir del Estado, pero poco se avanzará si la reflexión acaba donde empezó: en un simulacro incomprensible sobre los procedimientos y sus alcances, sobre si es necesario aprobar leyes para obligarnos a aprobar leyes o, peor aún, sobre si nuestras penurias fiscales no son sino deseos inalcanzables o, diría el prócer, brega de eternidad.

Lo que está sobre la mesa es la necesidad de una nueva política nacional popular que nombre las cosas sin temor y que, a la vez, asuma como regla de bronce la escasez material y la inopia institucional en la que nos debatimos. Es decir, que ponga en el centro la necesidad de (re) inventar el crecimiento y que no se arredre ante el reclamo ingente de empezar a redistribuir cuanto antes.

No se trata de abaratar el verbo por incorporar la nota plebeya y popular, sino de enriquecerlo con la franqueza retórica y el coraje de reconocer que el cambio de manos en el mando del Estado gracias a la democracia no trajo consigo un cambio promisorio de sus usos y que, por ello, por lo que implicó de sometimiento mental y cultural a un canon sin perspectivas históricas, estamos como estamos, pasmados y a la vera de caminos inciertos. Repetir fórmulas y promover la resignación económica y social no funciona ni como jaculatoria.

 
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