Usted está aquí: lunes 5 de marzo de 2007 Opinión Desde el otro lado

Desde el otro lado

Arturo Balderas Rodríguez

Círculo perverso

Desde mediados del siglo pasado, el sector agrícola mexicano consistentemente expulsa mano de obra hacia las grandes ciudades. Monterrey, Guadalajara y la ciudad de México han sido las urbes donde los campesinos han paliado las carencias de sus lugares de origen.

Con el tiempo y el paulatino deterioro de la economía, las grandes ciudades no han sido ya la panacea tampoco. La sobrevivencia en ellas también se tornó imposible y la migración hizo vereda hacia el norte, convirtiéndose en el clavo ardiente y asidero único de quienes aspiran a una vida con menos carencias.

Conforme pasan los años, el destino ha alcanzado también a buena parte de la clase media que paulatina, pero consistentemente, pasa a engrosar ese sector de la sociedad para el que cada día le es más difícil la cotidianidad.

Una profesión no es ya garantía para una vida sin sobresaltos, como hasta hace algunas décadas. El subempleo y el desempleo son comunes para ingenieros, arquitectos, médicos, abogados y profesionistas en general que se han visto forzados a cambiar el restirador, el consultorio o el despacho por las ventas a domicilio, el volante de un taxi o un puesto en el tianguis.

Edad y arraigo son, entre otras, razones por las que, no obstante la precariedad de su situación, prefieren seguir viviendo en el país. No sucede lo mismo con cientos de profesionistas recién egresados de las instituciones de enseñanza superior, quienes no se resignan a seguir esa misma suerte.

Por ello, no sorprende encontrar que la prensa estadunidense da cuenta de "ferias" organizadas en México con la finalidad de contratar a cientos de esos profesionistas para integrarlos a la planta de maestros en escuelas de enseñanza básica de Estados Unidos.

Son jóvenes brillantes que han concluido sus estudios con altos promedios de calificación, dice la información, para los cuales no hay empleos en su país de origen. Los estudiantes de las primarias y secundarias estadunidenses serán quienes tengan la fortuna de recibir los conocimientos que ellos impartan.

Por añadidura, esa juventud profesionista contagiará su entusiasmo y energía a la desmoralizada y mal pagada planta de veteranos maestros originarios de Estados Unidos, concluye la información.

No deja de ser una paradoja que en esta fase de nuestro desarrollo, las universidades mexicanas preparen profesionistas para exportarlos como maestros de educación básica, cuando el proyecto original era importar tecnología para recrearla y enriquecerla con el concurso de esos mismos profesionistas, cerrando así el círculo virtuoso cuya final beneficiaria sería la sociedad mexicana en su conjunto.

La historia se repite. Una vez más el intercambio es desigual y para variar favorece a los ganadores de siempre.

¿Hasta cuándo podremos revertir ese círculo perverso?

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