Gastos militares
Cuarenta y cinco mil millones de dólares son, por donde quiera que se le vea, un dineral. Esa es la suma que China gastará este año en su aparato militar. El anuncio correspondiente que emitió el gobierno de Pekín generó un alboroto al otro lado del mundo: el subsecretario de Estado, John Dimitri Negroponte, manifestó su espanto -¿qué se hace cuando manifiesta miedo un señor que da pánico?- y en el Capitolio se expresaron dudas sobre la disposición del país asiático a desempeñar un "papel responsable" en el entorno internacional.
Las tribulaciones de los políticos estadunidenses no carecen de fundamento. Como demostró la reciente prueba de un arma china antisatélite, cada yuan invertido por los chinos en el desarrollo y la adquisición de armas es una merma potencial en las capacidades militares de la superpotencia. Por lo demás, no deja de ser hipócrita la súbita consternación pacifista de un gobierno que tiene previsto destinar 700 mil millones de dólares a su maquinaria de guerra, es decir, un presupuesto militar 16 veces mayor que el de Pekín. "Sí, pero Estados Unidos es Estados Unidos y China es China", dirán algunos, acaso sin reparar en que ambos países tienen una extensión territorial muy similar (9 millones 826 mil kilómetros cuadrados, el primero, y 9 millones 577 mil, el segundo), que el producto interno bruto de la nación oriental se acerca ya al de Estados Unidos (10 billones de dólares frente a 13 billones) y que uno y otro poseen el estatuto de miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU. Si se considerara además la variable poblacional (la población china es 4.5 veces la de Estados Unidos), con el dato consiguiente de gasto militar por habitante, se tendría que Washington está sobregirado con respecto a Pekín en un factor de 72.
El problema del gobierno de Bush no es el gasto militar chino, o el ruso, o el iraní o el venezolano, sino la pésima relación costo/beneficio de sus propios presupuestos de "defensa". Por ejemplo, las billonadas que Washington ha invertido en cazar fantasmas en Afganistán e Irak constituyen el peor desperdicio de dinero público en lo que va del siglo, porque en ambas naciones invadidas los muertos que Estados Unidos mata gozan de cabal salud. Adicionalmente, el mantenimiento de la superioridad tecnológica se ha convertido en un fetiche carísimo y hasta innecesario ahora que la superpotencia no se mide frente a los diseños soviéticos sino ante los productos europeos. Con unos pocos dólares la resistencia iraquí destruye vehículos que cuestan cientos de miles. Los 24 aviones de combate rusos adquiridos recientemente por Venezuela bastan para poner en duda la eficacia de la US Air Force en una eventual agresión a ese país sudamericano.
Y a propósito, Washington armó otro escándalo por el presupuesto militar del régimen chapista: mil 780 millones de dólares. Pero si se pone en contexto regional, resulta que en términos absolutos ese gasto está muy por debajo del colombiano (3 mil 100 millones), del chileno (3 mil 300 millones) y también, por supuesto, del brasileño (11 mil millones). En términos relativos, Venezuela invirtió en defensa 1.66 por ciento de su PIB, es decir, gastó menos en armamentos y mantenimiento de sus fuerzas armadas que Ecuador (mil millones, 3.67 por ciento del PIB), Colombia (3.4 por ciento) y que Bolivia (204 millones, 2.18 por ciento). La alharaca, pues, no viene al caso.