Rodarán El amor en tiempos del cólera y Del amor y otros demonios en Colombia
El imaginario macondiano ha convertido a muchos cineastas en cómplices de Gabo
El escritor aprendió en Roma que la quintaesencia del séptimo arte radica en el guión
Como en un ''matrimonio mal avenido'', no puede vivir con el cine, ni sin él, dice
Ampliar la imagen Carmen Lira Saade, hoy directora general de La Jornada, con Gabriel García Márquez en vísperas de la aparición del primer número de este diario, el 18 de septiembre de 1984 Foto: Archivo La Jornada
Las acrobacias ecuestres del legendario Tom Mix (1881-1940), el mítico cowboy del cine mudo hollywoodense, plantaron la semilla de la pasión por el séptimo arte en Gabriel García Márquez.
Ahora se anuncia que en unos meses comenzará el rodaje de El amor en los tiempos del cólera y Del amor y otros demonios, en Cartagena de Indias.
De niño, en su natal Aracataca, y ya convertido en todo un pequeño cinéfilo, Gabo exigió un día a su abuelo que lo llevara atrás de la pantalla para descubrir de dónde provenían las imágenes de aquel vaquero valiente que hacía piruetas en el aire sin caer del caballo.
Quería saber ''cómo eran los intestinos de la creación", recuerda el Nobel colombiano en el texto La penumbra del escritor de cine. No obstante, agrega, ''mi confusión fue muy grande cuando no vi nada más que las mismas imágenes al revés, pues me produjo una impresión de círculo vicioso de la cual no pude restablecerme en mucho tiempo".
Entonces nació en él una idea que no lo dejó dormir tranquilo: sería cineasta. Su vocación por las letras se impuso a su sueño de realizador cinematográfico, aunque comenzó a publicar en el diario El Espectador sus reseñas de cine a la par de notas de información general.
Gabo se convirtió en uno de los pioneros de la crítica cinematográfica de su país y en uno de los más entusiastas promotores del cine colombiano hasta que, seducido por el neorrealismo italiano, viajó a Roma.
Cine con menos recursos, pero más humano
En el discurso que pronunció en 1986, durante la puesta en marcha de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, García Márquez -quien preside esa instancia- explicó que entre 1952 y 1955 estudió en el Centro Experimental de Cinematografía de Roma, con amigos como el cineasta cubano Tomás Gutiérrez Alea.
''Entonces no quería nada más en esta vida que ser el director de cine que nunca fui (...) Por aquellos días de Roma viví mi única aventura en un equipo de dirección de cine. Fui escogido en la escuela como tercer asistente del director Alessandro Blasetti (1900-1987) en la película Peccato che sia una canaglia (1954, titulada en español La ladrona, su padre y el taxista, protagonizada por Marcello Mastroianni) y esto me causó una gran alegría, no tanto por mi progreso personal, como por la ocasión de conocer a la primera actriz de la película, Sofía Loren.
''Pero nunca la vi porque mi trabajo consistió, durante más de un mes, en sostener una cuerda en la esquina para que no pasaran los curiosos."
Limitaciones en la pantalla grande
Gabo se marchó de Roma, pero había aprendido ya que la quintaesencia del cine radica en el guión. Por eso, al llegar a México en 1961, ''con veinte dólares, mi mujer, un hijo y la idea fija de hacer cine", se dedicó a escribir.
En 1964, su amigo Alberto Isaac (1923-1998) filma su cuento En este pueblo no hay ladrones, cuyo guión también realiza Gabo, quien también actúa como el boletero del cine.
El pintor José Luis Cuevas, el escritor Carlos Monsiváis y el caricaturista Abel Quezada actúan como jugadores de dominó, mientras que el cineasta Luis Buñuel aparece como un sacerdote regañón.
Después, García Márquez colabora en la realización del guión de El gallo de oro, cinta basada en un cuento de Juan Rulfo (1917-1986), dirigida por Roberto Gavaldón (1909-1986), la cual, aunque le gustó mucho al productor Manuel Barbachano Ponce (1927-1994), tenía ''un gravísimo problema": los diálogos estaban en ''colombiano", por lo que ''me puso a trabajar con Carlos Fuentes".
Gabo participó en la escritura del guión del episodio ''Lola de mi vida'', basado en un cuento de Juan de la Cabada, dirigido por Miguel Barbachano Ponce, con Gabriel Figueroa en la fotografía y la actriz Jacqueline Andere haciendo su debut, e incluido en la película Amor, amor, amor (los otros segmentos fueron dirigidos por Juan José Gurrola, José Luis Ibáñez, Juan Ibáñez y Héctor Mendoza). El filme obtuvo el tercer lugar del primer Concurso de Cine Experimental de Largometraje.
Entonces, los amores cinematográficos del autor de Ojos de perro azul giraban en torno a Orson Wells (1915-1985), ''sobre todo por Una historia inmortal (1966)", y de Akira Kurosawa (1910-1998), ''por Barba roja (1965)".
Al año siguiente, Gabo escribió su primer ''asunto cinematográfico, que no es una adaptación de un cuento o relato de cine. Desde un principio fue una idea cinematográfica que estuve acariciando muchos años."
Se trata del que sería el primer largometraje de su amigo Arturo Ripstein, Tiempo de morir, que Gabo había titulado originalmente El charro. El productor Alfredo Ripstein confió la dirección a su hijo con la condición de convertirlo en western, género popular en aquellos años.
En 1966 García Márquez escribió el guión de HO, cuento incluido en la coproducción mexicana-brasileña Juego peligroso. De nuevo es su amigo Ripstein quien dirige.
Cuatro contra el crimen (1967), dirigida por Sergio Véjar (Colima, 1928); El caudillo (1967), de Alberto Mariscal (Zacatecas, 1926), y Patsy mi amor (1968), de Manuel Michel (1928-1983), fueron los guiones que escribió antes de tomarse un receso y enfocarse de lleno a su novela Cien años de soledad.
Con pesar, el escritor se había dado cuenta -según contó años después su amigo Carlos Fuentes- que el cine no era el medio más adecuado para contar lo que él quería contar. Frente a las posibilidades de la novela, las historias de la pantalla grande resultaban mucho más limitadas, sobre todo por las exigencias impuestas por los productores y los directores.
Rotundo no para rodar Cien años de soledad
Gabo volvió acercarse al cine sólo con los directores que le interesaban. En 1974 escribió, con su amigo Luis Alcoriza (1918-1992), el guión de Presagio, donde intenta, desde los diálogos, introducir al espectador a un mundo de realismo mágico.
En 1978 se acerca con Felipe Cazals (DF, 1937) y le propone adaptar al cine la novela del escritor inglés Daniel Defoe, El año de la peste. En los diálogos trabajan con Gabo José Agustín y Juan Arturo Brennan. En aquella ocasión, Cazals comentó que las proposiciones literarias de García Márquez eran tan poderosas ''que no son transferibles al cine."
Un año después trabaja con Jaime Humberto Hermosillo, en María de mi corazón y le da un cuento a Solveig Hoogesteijn, cineasta y escultora nacida en Suecia pero radicada en Venezuela para que haga la cinta El mar del tiempo perdido; y otro a Miguel Littin, quien dirige La viuda de Montiel.
Quienes han llevado al cine el imaginario macondiano se han convertido en cómplices del inagotable pensamiento cinematográfico de García Márquez.
Fue en 1998 cuando Gabo dijo públicamente sentirse satisfecho, por primera vez, con una versión cinematográfica a una de sus novelas. Elogió así el trabajo que su amigo Arturo Ripstein hizo con El coronel no tiene quién le escriba.
No obstante, un anhelo mantiene inquietos a esos cineastas cómplices de Gabo -e inclusive a quienes no los son aún-: llevar al cine el magistral relato de Cien años de soledad.
Pero el Nobel colombiano ha sido categórico al rechazar las decenas de propuestas para realizar semejante proyecto: ''deseo que los lectores sigan imaginando a los personajes. No quiero que la filmen, si lo hacen, la destruirán, porque el cine no permite esas identificaciones".
De esta manera ha transcurrido hasta hoy la relación de Gabriel García Márquez con el cine, como la de ''un matrimonio mal avenido: no puedo vivir sin él ni con él, y a juzgar por la cantidad de ofertas que recibo, también al cine le ocurre lo mismo conmigo".