El PRI y los otros partidos
El Partido Revolucionario Institucional se encuentra en un tobogán, y no precisamente por diversión. Cuando Carlos Salinas de Gortari quiso adaptarlo a la ideología de su gobierno y a las políticas de alianzas que estaba siguiendo con el Partido Acción Nacional, el PRI comenzó a perder definición y carácter. El llamado nacionalismo revolucionario, que no lo era tanto, cedió su lugar al neoliberalismo, emparentando al partido más con el PAN que consigo mismo en sus años anteriores.
Cuando perdió la elección en 2000 el tricolor estaba, en sentido figurado, en la ducha: trató de salir apresuradamente y resbaló en el piso, dándose un fuerte golpe en la cabeza; para colmo, desnudo. El arribista Roberto Madrazo, primero haciendo alianza con la siniestra señora Gordillo y luego rompiendo con ella, quiso usar a su partido para catapultar su candidatura a la silla presidencial. E, ingenuamente, quiso diferenciarse del PAN y del Partido de la Revolución Democrática tratándose de ubicar en el centro del espectro político del país, sin darse cuenta de que el centro ya estaba ocupado en las nuevas coordenadas partidarias: el PAN en el centro derecha (aunque su dirección estaba y está en la derecha plena, y en buena medida en la ultraderecha), y el PRD en el centro izquierda. Pero ambos en el centro, si somos rigurosos, por lo que el PRI quedó, para fines prácticos, desubicado.
Con el triunfo de Beatriz Paredes en la lucha interna por la presidencia del partido, éste estaba en condiciones de reubicarse en el abanico partidario, pero había un problema: ¿dónde? Este problema no lo pudieron resolver los priístas en su pasada asamblea nacional, razón por la cual no definieron ninguna posición ideológica, la pospusieron para "otro momento" (al que nadie le ha puesto fecha), y optaron por la indefinición, por su ubicación en el limbo, es decir, en ninguna parte.
Su perspectiva es, entonces, incierta, y depende más de factores externos que de su propia acción. Estos factores externos son los otros dos grandes partidos; y las posiciones de éstos lo pueden favorecer, aunque parezca una paradoja. El impuesto gobierno de Calderón insiste, por convicción, en ubicarse en la derecha neoliberal, dejando a su partido, bajo la dirección de El Yunque, en la ultraderecha. El PRD, por otro lado, no quiere abandonar el centro izquierda, posición con la que nació en 1989. De aquí que al PRI sólo le queda un espacio más o menos vacío: el centro derecha. El PRI, pues, no podrá ser otra cosa que un partido de centro derecha, lo que significará una alianza tácita y a veces deliberada con el PAN o, más que con éste, con el gobierno formal de Calderón Hinojosa.
El anterior esquema interpretativo nos conduce a un panorama electoral muy poco promisorio, cuya crisis podría presentarse tanto en las próximas elecciones locales como en la federal intermedia de 2009. La abstención, me atrevo a pronosticar, será el partido ganador, a pesar de no contar con registro ni candidatos ni presupuesto asignado. Y el principal perdedor en este proceso de desprestigio creciente de los partidos será el PRI, pues el hecho de que gobierna 17 estados de la República es en realidad una ficción: la mayoría de esos gobernadores sólo son formalmente priístas, pues más bien son producto de la empanización del tricolor. La expresión PRIAN no es hoy una mera ocurrencia, es una realidad para todos los espectadores, voten o no, y también para muchos seudo priístas con cargos de gobierno y representación popular.
En otra dimensión del tema, la sociedad tampoco presenta una oposición digna de llamarse así. Algunas personas y algunas ONG o comisiones de derechos humanos, tanto nacionales como extranjeras, reprueban las políticas del gobierno de facto tanto federal como de algunas entidades federativas, pero no es la sociedad. No podemos caer en el error de confundir, como a veces ocurre, a los activistas sociales con la sociedad. ¡Qué bueno que existan éstos!, pero qué malo que no tengan la influencia ni la organización deseables. Y mientras ocurren situaciones dramáticas en Chiapas, en Oaxaca, en Veracruz y en otros estados, los partidos políticos parecen ubicados no en otro país (pues en otros países se han reprobado muchas de las injusticias que pasan en el nuestro), sino en otro planeta.
El punto no es secundario. Partido que no se identifique con los problemas y las injusticias que sufren diversos conglomerados de la sociedad, sobre todo entre los más pobres, será un partido que no atraiga más votos o que pierda los obtenidos en pasados comicios. ¿Por qué votar -se preguntarán muchos- por un partido que ignora las luchas de la sociedad, aunque ésta esté muy poco articulada? Y, por otro lado, si no hay un partido articulador de esos dispersos (y a veces aislados) movimientos sociales, ¿qué dirección tomarán éstos, cómo actuar en un cierto sentido y de manera coordinada, suficiente, para que pesen como oposición? ¿Cómo sería una orquesta sin director o, peor aún, sin partitura?