Desaparecidos: un manto de olvido
Estamos como el paciente grave que no se muere ni se acaba de aliviar. En una especie de limbo político. Con libertad para votar, pero sin sistema jurídico que garantice el resultado. Con libertad de prensa, pero acosados por el fantasma de la represión; viviendo por segunda ocasión un régimen que se ostenta distinto al anterior, el de la "dictadura perfecta", pero acercándonos cada vez más al presidencialismo que descansaba en la fuerza de las armas.
Para quienes esperaban que la alternancia fuera el primer paso hacia la transición, los acontecimientos demostraron que todas las presidencias son iguales, todos los parientes presidenciales son "incómodos", y que el autoritarismo cambia de signo político, pero no de propósitos. A pesar de los síntomas, siempre iguales, y de la retórica acartonada de siempre, no aprendemos. El 27 de noviembre de 2001, en los inicios del "gobierno del cambio", Vicente Fox expidió un acuerdo presidencial que refrendó la esperanza y su "firme compromiso de defender y promover los derechos humanos y combatir la impunidad".
Se reconoció la necesidad de emprender la búsqueda de la verdad como requisito para sanar heridas y lograr la reconciliación nacional. Era, pues, un nuevo amanecer. La engañosa exposición de motivos reconoció que la revisión del pasado se hubiera podido realizar mediante una "comisión de la verdad", como en otros países latinoamericanos afectados por el mismo mal (Argentina, Chile, Bolivia, El Salvador, Guatemala, Perú, Brasil, Paraguay). Pero en el contexto mexicano, una comisión de notables "que actuase con independencia de los canales institucionales del Estado" para investigar violaciones, esclarecer hechos y analizar motivos, fue extrañamente descartada, porque supuestamente nuestro orden jurídico "no confería atribuciones al Poder Ejecutivo para crear organismos autónomos por encima de los procedimientos que marca la ley". (El propósito oculto era buscar que el Estado se investigara a sí mismo.)
Así que en lugar de una comisión de la verdad de verdad, objetiva, transparente, que incluyera la participación de académicos, organizaciones internacionales, líderes religiosos y escritores -como Ernesto Sábato y Mario Vargas Llosa, que presidieron las comisiones de Argentina y Perú, respectivamente- se optó por un extraño organismo con nombre de jarabe para la tos: Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (Femospp).
Dos años después, cuando la Femospp no daba señales de vida, Human Rights Watch, en un extenso documento titulado Justicia en peligro, consideró que el organismo creado por el gobierno mexicano carecía de recursos suficientes, acceso a documentos oficiales y cooperación efectiva de las fuerzas armadas.
Así que no debe sorprendernos que el último día del gobierno de Fox, el procurador general de la República anunciara calladamente el cierre del organismo, porque "había cumplido sus objetivos". Curiosamente, 12 días antes el fiscal especial, Ignacio Carrillo Prieto, había presentado su voluminoso Informe histórico a la sociedad mexicana 2006, en el que confirmó que el Estado mexicano había incurrido en graves violaciones a los derechos humanos: masacres, ejecuciones, desapariciones forzadas y actos de tortura. (Hoy sabemos, gracias a La Jornada (05/03/07), que el gobierno de Fox investigó sólo 2 por ciento de las más de 500 desapariciones de la guerra sucia.)
Seguimos viviendo el espejismo de que somos diferentes al resto de América Latina. Sólo ahí se dan, como en racimo, dictaduras, brigadas blancas, paramilitares, desapariciones y ejecuciones. Aquí somos diferentes. Aquí jamás sufrimos dictadura militar, ni siquiera tutela del Ejército, como ocurrió en otras democracias latinoamericanas disfrazadas.
Los mexicanos, gracias a Dios, no caímos en el síndrome de la "seguridad nacional" que, según el periodista Daniel Samper Pizano, nació a mediados de los años 70 con la meta de promover un desarrollo capitalista acelerado dentro de patrones elaborados por economistas de Estados Unidos que exigían un estricto control social. (Era la época dorada del desarrollo estabilizador y estaban en pleno apogeo la mano de hierro de Gustavo Díaz Ordaz y la lucha encarnizada de Luis Echeverría por la presidencia.)
Siguiendo la doctrina de la "seguridad nacional", México -como el resto de naciones de América Latina- dividió al país entre "el régimen" y sus enemigos, los sospechosos de siempre: sindicatos, organizaciones campesinas, intelectuales y estudiantes. ¿Desapariciones en México? Aquí somos aves que cruzan el pantano y no se manchan. Por eso desapareció la Femospp, "con sigilo y nocturnidad", como dijo Carrillo Prieto.
Hoy, el camino elegido (fiscalía en vez de comisión de la verdad) se ha convertido en una trampa mortal, porque obliga al gobierno a ejercer las acciones penales correspondientes o a matar oficialmente a la Femospp con otro acuerdo presidencial. En 1983, el presidente Raúl Alfonsín creó una comisión de la verdad en Argentina, convencido de que después de tanta violencia no podía haber "un manto de olvido". Aquí está a punto de ocurrir.