Triquiñuelas legislativas
El PAN ha resultado un discípulo que superó a su maestro; la presentación al vapor de iniciativas, la dispensa de trámites y el procedimiento sorpresivo para evitar los planteamientos de fondo en materias fundamentales, son prácticas tramposas que, por años y años, usó el PRI para imponer con su mayoría automática decisiones tomadas extramuros del Congreso, y ahora son empleadas por el actual partido del gobierno y sus aliados.
Un caso extremo en este período legislativo lo constituye el proyecto de reformas a la Ley del ISSSTE, aun cuando seguramente vienen otros albazos que ya se están preparando, como el de las reformas a la Constitución en materia judicial, aduciendo que son urgentes porque la delincuencia organizada no puede ser detenida en sus luchas internas y en sus ajustes de cuentas, como si por la pura expedición de las leyes el hampa fuera a detenerse; lo cierto es que con los instrumentos legales actualmente en vigor, una buena policía, bien organizada, puede combatir al crimen en la práctica, sin necesidad de convertir a nuestra legislación en una copia de la de nuestros vecinos del norte.
Volviendo a la maniobra que tiende, como dicen algunos, a ejecutar un verdadero atraco en contra de los trabajadores, se usó la vieja táctica de llevar a las comisiones, en este caso a la de Hacienda, ajena en parte al asunto, que está más cerca de las de Seguridad Social y de Trabajo, un proyecto confeccionado, no por los legisladores, sino por los técnicos de las dependencias del Ejecutivo y por los partidos, para sacarlo con dispensa de trámites y sin que los verdaderamente interesados, que son los trabajadores, se den cuenta de lo que está sucediendo o bien se percaten y traten de entender las nuevas normas cuando estas ya entraron en vigor.
De qué sirve un acuerdo para una exaltada reforma del Estado, que será discutida con amplitud durante un año, si modificaciones de fondo como la de del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales para los Trabajadores del Estado (ISSSTE) desmantelan al Estado y provocan que una institución como la de la seguridad social sufra un cambio tan radical que convierte las cuentas solidarias y colectivas en individuales, más fáciles de manipular y más productivas para los que las manejen.
Sin duda, el ISSSTE, tan mal administrado durante décadas y que ha sido fuente de grandes fortunas, requiere de reformas y de ajustes, tanto en su estructura jurídica como en su práctica administrativa, quizás más en esta última, ya que como se ha demostrado en otros ámbitos, la austeridad, el correcto manejo de los fondos públicos y el sentido social, pueden sin modificación de las leyes dar buenos resultados. Pero si de modificar el esquema legal se trata, lo mejor que se puede hacer es abrir una discusión amplia en la que los trabajadores tengan la palabra, y no sus falsos líderes, y en la que opinen los ciudadanos que pueden ser beneficiados o perjudicados con los cambios que tan apresuradamente se pretende aprobar.
No será la primera vez que sorprendan a la opinión pública y a los dóciles legisladores que, por la consigna de sus dirigentes partidistas, sin comprometer su conciencia individualmente, aprueben algo que ni han tenido tiempo de leer y de lo que después se arrepentirán.
La seguridad social es un tema clave en la restructuración del Estado mexicano, en el que se debe buscar, de ser posible, el consenso, pero si no, al menos una discusión abierta e informada para que no quede todo dentro un pequeño grupo que defiende más sus intereses que los de sus representados.
La forma en que se pretendió sorprender a los legisladores del Frente Amplio Progresista recuerda la bola rápida con la que quisieron aprobar la absorción de la deuda bancaria por el Estado, cuando se modificó el Fobaproa (por ahí andaba también entonces el diputado Jorge Estefan, experto en ese tipo de escamoteos) o cuando a la carrera y sin que se hayan percatado de qué se trataba, se aprobó por unanimidad la llamada ley Televisa.
Afortunadamente, los legisladores del Frente Amplio, seguramente prevenidos por las experiencias anteriores, reaccionaron rápidamente para advertir que no permitirán sin respuesta oportuna el atraco que se pretendió pasar a través de triquiñuelas legislativas. Si me tropiezo con una piedra, dice un refrán árabe, maldita sea la piedra; si me vuelvo a tropezar con la misma, maldito sea yo.