De los primeros lugares en deforestación
Cuando se desempeñaba como secretario de Medio Ambiente y Recursos Naturales, el ingeniero Alberto Cárdenas aseguró que la deforestación en México había descendido notablemente durante el sexenio foxista y que no eran ciertas las estadísticas internacionales que señalaban la pérdida anual de entre 600 mil y 700 mil hectáreas de bosques, ya que, dijo el funcionario, en realidad no pasaban de 400 mil.
Desde luego que los expertos no tomaron en serio la afirmación del ahora secretario de Agricultura, por fantasiosa y porque los reportes periódicos elaborados por las agencias de la Organización de las Naciones Unidas sobre el estado de los recursos naturales en el mundo tienen muy en cuenta los informes sobre la materia de los países integrantes de ese organismo. Más bien se interpretó como una forma de abultar los logros del funcionario con miras a ser elegido candidato del Partido Acción Nacional a la Presidencia de la República, su aspiración mayor. Cárdenas tuvo un curso intensivo en el tema forestal al terminar su mandato como gobernador de Jalisco y ser nombrado titular de la comisión responsable de poblar de árboles al país e impedir la tala.
Nunca fue cierto que nuestro país redujera la deforestación gracias a la verborrea mágica de que hace gala el cultísimo Vicente Fox: ahora se informa que México figura entre los países que registraron en los primeros cinco años de este milenio una mayor pérdida de bosques y selvas. Casi duplicamos la media mundial. Nos acompañan en esa deshonrosa lista Brasil e Indonesia. Es la evaluación reciente de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). Aunque como es costumbre en este tipo de informes, se busca "balancear" aspectos negativos y positivos, la FAO -organismo encargado de dirigir las actividades internacionales de lucha contra el hambre- expresó claramente su preocupación por la constante pérdida de superficie arbórea en nuestro suelo.
Otro logro muchas veces festinado en el sexenio anterior fue haber logrado, finalmente, el consenso de los cinco estados que conforman la cuenca Lerma-Chapala (México, Querétaro, Guanajuato, Michoacán y Jalisco) para reforestar sus partes altas, hacer un uso racional del agua y evitar la contaminación proveniente de los asentamientos humanos, la industria y la agricultura. Los acuerdos obtenidos al más alto nivel gubernamental garantizarían transformarla de basurero en ejemplo de planificación hidrográfica. Todo fue un espejismo: los más recientes informes oficiales y de centros de investigación muestran que dicha cuenca es el mejor compendio de desajustes ambientales que no han dejado de crecer los recientes años, así como también de rencillas entre funcionarios, según muestran las que sostienen de tiempo atrás los diversos gobernadores panistas de Jalisco y Guanajuato por las cuotas de agua. Además, nuestro máximo gurú internacional, el señor Fox, puede presumir ahora en sus conferencias de que durante su mandato la entidad de la que es oriundo alcanzó la distinción de ser la que peor uso hace de los recursos de la cuenca. Como vienen haciendo desde hace varios lustros, los científicos que estudian Lerma-Chapala advierten ahora que, si no se adoptan medidas urgentes y radicales, los desajustes sociales, ambientales y económicos derivados de la falta de agua, la continua contaminación, la deforestación y la erosión que ésta ocasiona harán más agudos los problemas que ya existen.
¿No fue acaso el gobierno anterior el que prometió lograr las metas más elevadas en el tratamiento de las aguas residuales y garantizar que los ríos no fueran más el destino final de las aguas negras de pueblos y actividades económicas? Ofreció eso y más, pero ahora se informa que apenas se pudo alcanzar, según cifras oficiales, la mitad de lo programado, mientras buena parte de la infraestructura para esa labor no funciona por fallas técnicas, obsolescencia o por no recibir el mantenimiento adecuado. Como herencia sexenal, 75 por ciento de las aguas negras del país carecen de tratamiento y son fuente de contaminación y enfermedades.
Luego de reconocer que recibieron un país sin rumbo, las nuevas autoridades prometen ahora resolver los pendientes. Les creemos.