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Para los neoliberales actuar en Pemex es privatizar
Hacienda sangra las finanzas de la petrolera pero reparte privilegios fiscales
Ampliar la imagen El presidente Felipe Calderón Hinojosa y el gobernador de Veracruz, Fidel Herrera, asistieron el domingo a la ceremonia del 69 aniversario de la Expropiación de la Industria Petrolera, en el municipio de Minatitlán, Veracruz Foto: Notimex
Años y años de no invertir un solo peso en su desarrollo e infraestructura, amén de exprimirla (fiscal y productivamente), empeñarla y endeudarla hasta niveles alarmantes, y ahora resulta que se muestran "preocupados", "sensibilizados" y "sorprendidos" por la precaria situación económica de la empresa número uno del país, Petróleos Mexicanos, y porque hipotéticamente el fin de la era petrolera mexicana "está próximo".
Un aniversario más, el muy atractivo 69, de la expropiación petrolera, con discursos dramáticos, cifras alarmantes y calificativos apocalípticos, para "hacer entender" que la única carta que le queda al país es la de abrir al capital privado todos aquellos renglones energéticos en los que la Constitución, más clara que el agua, lo prohíbe. Han tenido avances sustantivos en energía eléctrica, petroquímica y gas, pero les falta la joya de la corona, el petróleo, y por él van.
Ninguno de los dos oradores centrales en el acto de ayer en Ixhuatlán del Sureste, Veracruz, puede reclamar (mucho menos sorprenderse) por la salud de Petróleos Mexicanos: tanto Jesús Reyes González (conocido como Chucho Reyes Heroles junior) como Felipe Calderón fueron secretarios de Energía (el primero con Zedillo, el segundo con Fox), y ambos, como tales, no sólo eran "cabeza de sector", sino presidentes del consejo de administración de Pemex.
Fueron personajes clave en la toma decisiones y conocieron a detalle la decisión gubernamental (de Miguel de la Madrid a Vicente Fox) de no invertir en la paraestatal más que lo estrictamente necesario, para que la gallina de los huevos de oro negro no dejara de generar divisas, al tiempo que su situación financiera se debilitara y su infraestructura se hiciera obsoleta, con un solo fin: justificar la privatización.
Ambos ex secretarios de Energía dedicaron buena parte de su tiempo (incluido el de la fugaz presencia de Calderón como titular del despacho) a cabildear la privatización del sector, a "convencer" sobre la "urgente modernización" (léase privatización) de la paraestatal y las consecuentes garantías ("seguridad jurídica" clamaba el actual inquilino de Los Pinos) que tendría el capital privado una vez que se colocara la joya de la corona en la testa.
Salvo en el dramático 1998, los gobiernos neoliberales han gozado de buenos años en lo que a precios petroleros internacionales se refiere. De hecho, el sexenio del "cambio" fue el que mayores beneficios obtuvo de los petroprecios al alza, pero al mismo tiempo fue el que mayor derroche hizo de ellos (100 mil millones de dólares en seis años por exportación y Pemex se mantiene "al borde la muerte"). Años de vacas gordas y la paraestatal se mantuvo, se mantiene sin inversión.
Alrededor de 17 años atrás, por decreto, las finanzas públicas se despetrolizaron (Salinas dixit); hoy como nunca antes esas mismas finanzas dependen del ingreso petrolero, del que una parte significativa se ha destinado al pago de cualquier cantidad de excesos, nómina burocrática, deuda y "rescates", muchos "rescates" de empresas privadas otrora públicas, vendidas bajo la premisa, a todas luces falsa, que la iniciativa privada "es mejor administrador" que el Estado. ¿Y la inversión en Pemex? Para mejores discursos.
El primer diagnóstico público que hace el gobierno de la "continuidad" sobre la salud financiera de la paraestatal es igual de dramático que el primero que en ese tenor se escuchó en tiempos de la "renovación moral" (en algo tenía razón La Quina y sus guajiros: si se hunde Pemex, se hunde el presidente de la República, pero antes las finanzas públicas).
Casi cinco lustros seguidos de amenazar con que "ya viene el lobo" hace poco creíble el diagnóstico sobre la paraestatal y el futuro petrolero nacional. Si se revisa el discurso oficial sobre estos temas no se encuentran más que advertencias sobre lo que puede pasar y ninguna otra alternativa que no sea la privatización.
Tampoco se menciona en ese discurso cómo evitar la voracidad de la Secretaría de Hacienda sobre las finanzas de la paraestatal, ni la fallida cuan limitada intentona del "nuevo régimen fiscal" (2005) de Petróleos Mexicanos, aprobado por el Congreso y de inmediato vetada por el presidente Fox, el cual "liberaba", supuestamente para inversión 25 mil millones de pesos, monto ridículo si se le compara con lo que al final de cuentas enteraba a la SHCP (cerca de 95 por ciento de su flujo neto de efectivo).
Ninguna "reforma" se hará efectiva si la intención es aligerar la carga fiscal de Petróleos Mexicanos. Cualquiera será puesta en marcha si la ruta es la privatización, por mucho que la "continuidad" asegure que por allí no va la tirada.
Decía ayer Calderón que "es preocupante que sea la primera vez que las reservas probadas de petróleo garanticen una producción petrolera por menos de 10 años (de 15 a 20 dijo el secretario de Hacienda, Carstens, diez días atrás). Esto se debe, lo sabemos, a que durante décadas hemos extraído más petróleo del que hemos descubierto todos los días (sin invertir un peso, digo yo). Y a todos nos queda claro que debemos actuar ahora si queremos garantizar el futuro. Permanecer inmóviles traerá costos irreversibles para la Nación, en particular mientras otros países avanzan aceleradamente".
Pues bien, inmóviles es como se han quedado los gobiernos neoliberales ante el deterioro de Pemex, a pesar de que todos ellos han dicho, palabras más o menos, "debemos actuar ahora si queremos garantizar el futuro". Y por futuro sólo entienden una cosa: privatización.
Las rebanadas del pastel
Es tal el deleite de la Secretaría de Hacienda por los ingresos de Petróleos Mexicanos, que "olvida" una de sus funciones elementales: cobrar impuestos. Sangra las finanzas de Pemex, pero ha repartido privilegios fiscales a más no poder, y mientras la paraestatal suda para comprar un tornillo, en 2006 la SHCP "dejó de recaudar" más de 500 mil millones de pesos por "exenciones y tratamientos especiales" que la propia dependencia avala en este renglón... "¡Que se privatice Hacienda!", propondrá el gobierno de la "continuidad".