TOROS
La época actual de México es destructora y desinteresada, lamenta estudioso
Sin sustento cultural no se puede apoyar a la fiesta brava: Jesús Flores Olague
No darnos cuenta de lo que somos y lo que tenemos, impide defender lo que se nos hurta
Ampliar la imagen El novillero ecuatoriano Rafael Rodríguez fue cogido por su enemigo durante la lidia de este domingo en la plaza de Nuevo Progreso, en Guadalajara Foto: Notimex
"La afición mexicana está no sólo desunida y desinformada con respecto al objeto de su admiración, sino además acomplejada por su taurinismo, que supuestamente la aleja de la modernidad o de lo que nos han dicho que debemos entender por ella", afirma Jesús Flores Olague, licenciado en comunicación y doctor en historia y en filosofía por la Universidad Iberoamericana, pero sobre todo poeta, así como aficionado a la pintura y a la fiesta de los toros.
"Por la misma razón no pocos intelectuales carecen de ojos para ver la realidad mexicana como partícipes y no logran sacudirse un añejo coloniaje cultural que quieren revestir de modernidad, de protección a los animales y de humanismo. No se dan cuenta de que le hacen el juego a una ultraderecha a la que no interesa ninguna expresión propia que nos diferencie."
¿Por qué la derecha se desentiende de aquello de lo que se ha beneficiado, como promover espectáculos?
"A diferencia de la derecha mexicana decimonónica, conservadora pero nacionalista, la derecha actual se caracteriza por su sometimiento incondicional a Estados Unidos y su estrecha visión del mundo, es decir, de los otros, y se somete a cambio casi de nada, de conservar algunos privilegios. Por eso la época actual del México seudomoderno es destructora y desinteresada, tanto por parte de los gobiernos como de la ciudadanía. Sobran ejemplos.
"Ojalá sólo fuera la demolición de cosos taurinos en Ciudad Juárez y Tijuana, donde quedan otros dos inmuebles similares. La catedral del beisbol en México era el estadio Parque Delta del Seguro Social, el equivalente beisbolero de la Plaza México. De pronto el IMSS ya no quiso apoyar nada o de plano ya no pudo, y ni los empresarios del beisbol ni los aficionados de años hicieron absolutamente nada al respecto. Lo mismo ocurre en los toros, donde a nadie le interesa el presente y el futuro de la fiesta, ni mucho menos quién la conduzca y hacia dónde.
"No es lejana la época -agrega el autor de libros de poesía como Péndulo y esfera, Meditación en cuatro tiempos, Ceniza del alba, Bosquejo del viento y Buril de fuego- en que el Estado mexicano mostró una congruente preocupación por la cultura y las expresiones de los mexicanos. El IMSS, por ejemplo, además de clínicas y hospitales, construyó unidades habitacionales, campos deportivos y teatros, con una idea del ser humano integral. No es mera coincidencia que también en los años 50 haya habido buenos toreros nuevos que interesaban y que con los españoles formaban temporadas extraordinarias, cuyos triunfadores aparecían en el calendario que cada año sacaba una marca cervecera. Tras la México se desató un auge constructivo de plazas por todo el país.
"Pero el desarrollo cultural del pueblo mexicano fue interrumpido, con la consiguiente desmexicanizacion gradual, gracias a una deshumanización global que nos reduce a meros objetos. Esto impide darnos cuenta de lo que somos y de lo que tenemos, por eso ya no sabemos defender lo que se nos hurta. Allí está el triste caso de Barcelona, donde tantos coletas mexicanos triunfaron, y su tibia reacción a los embates antitaurinos."
¿Qué puede hacer la afición?
"Si en la afición no hay sustento cultural, no sólo información apresurada y de trámite, nomás no se puede defender la tradición taurina de México y acabas viéndole lo emocionante y lo estético a un touch down, a un hole in one o a un gol. La pregunta es: para nosotros qué expresa la cultura en el momento actual. Lo trascendental de los pueblos se ha tergiversado y reducido a diversión. En lugar de ser protagonistas de nuestro propio sentido de vida, estamos dejando que nos impongan todo.
"De los años 60 para acá la fiesta brava empezó a verse de otro modo, con una especie de visión positivista del toreo, con preminencia de las cifras sobre las hazañas, condicionadas a un toro más disminuido en su casta. El toreo empezó a perder terreno cuando se le equiparó con un deporte y se le mandó a la sección deportiva de los periódicos.
"Rota la relación torero-público, donde uno ya no tiene qué decir y el otro ya no tiene qué sentir, la cultura taurina queda entonces anulada. Se puede hablar de corresponsabilidad entre autoridades, ciudadanía y cúpula empresarial, pero eventuales acuerdos no tomarán en cuenta a la sociedad civil. Por ello si ganaderos, toreros, subalternos y aficionados dejan de sentir la fiesta como propia, no hay nada que hacer."