De la orquestación
Uno de los obstáculos principales que existen para el más amplio conocimiento y apreciación de la música contemporánea es el de la confusión que suelen generar en el público las nuevas maneras de orquestar que los compositores de hoy proponen en sus obras. Esto ocurre tanto en dotaciones instrumentales pequeñas como en las grandes partituras sinfónicas, y la mencionada confusión tiene su origen en el hecho evidente de que hoy no se manejan los instrumentos y los ensambles como se hacía antes.
Ante esta verdad de Perogrullo, justo es decir, también, que en no pocos casos la confusión acústica del oyente es provocada por la deficiente orquestación en la que incurren muchos compositores contemporáneos, tanto locales como de otras latitudes. Al respecto, quizá podría trazarse una analogía con el arte plástico: así como algunos críticos afirman que las obras de ciertos pintores no funcionan porque sus autores no saben dibujar, es un hecho que ciertas piezas musicales no funcionan porque sus compositores se han olvidado de orquestar.
En el contexto de esta discusión, resulta interesante que en las recientes semanas se han estrenado (o repuesto) varias obras orquestales de compositores mexicanos o avecindados en el país, respecto de las cuales es posible hacer ciertas consideraciones que tienen que ver con el arte del buen orquestar.
Así, el recién estrenado Concierto para corno di bassetto y orquesta, de Ana Lara (con Tara Bouman y la OFUNAM), en el que el potente tratamiento de las densidades orquestales que es típico de su música está suficientemente matizado como para fundirse orgánicamente con el instrumento solista, inclusive en su complicado registro profundo.
Algunas semanas después, otro estreno a cargo de la OFUNAM: la pieza sinfónica Cataloghi, de José Luis Castillo, que propone al oyente un trabajo tímbrico de alta complejidad. En esta obra suya, Castillo realiza una orquestación por momentos puntillista, en la que destaca el uso de los registros extremos de la orquesta, muy bien asignados a las diversas familias instrumentales. Por momentos, ese agudo contraste de timbres y registros recuerda a ciertas sonoridades de la música de György Ligeti; pienso particularmente en su obra Atmósferas.
La Orquesta Sinfónica Carlos Chávez, a su vez, hizo el restreno de la obra Vivencias, de Leonardo Coral, caracterizada por una hábil y expresiva orquestación a la que no me atrevería a calificar de monocromática, pero que se mantiene disciplinadamente en un coherente ámbito de timbres y registros que, además de claridad, imparten un claro sentido de unidad a sus tres movimientos.
En ese mismo programa, Juan Trigos estrenó su Sinfonía No. 1, orquestada de una manera sumamente diversificada, llena de combinaciones colorísticas inusuales que refuerzan el enérgico e inagotable pulso que suele caracterizar a la música de Trigos. En particular, destaco el momento postrero de la Sinfonía No. 1 de Trigos, que después de un discurso de gran variedad orquestal, deja en el aire una de las resonancias más potentes y sugestivas que he escuchado en mucho tiempo.
La Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México (OFCM) estrenó recientemente el poema sinfónico Popocatépetl, de Alejandro Rosas Mómox, obra de corte plenamente tradicional, de perfiles programáticos y narrativos casi cinematográficos, y cuyo mérito es el apegarse con rigor, en sus propios términos, a las pautas académicas de orquestación que estuvieron en uso hasta el ocaso del romanticismo.
Unos días después, la propia OFCM ofreció el estreno de Invocación, del joven compositor Charly Daniels, obra de perfiles más actuales y más abstractos que la de Rosas Mómox, y caracterizada también por una orquestación eficaz y clara, sobre todo en lo que se refiere al manejo de las maderas y los metales como bloques sonoros.
La audición de todas estas obras en el lapso de apenas unas semanas me permitió reafirmar mi convicción de que, más allá de cuestiones específicas de estilo y lenguaje, la correcta orquestación es, y debe ser, un valor fundamental del artesanado musical de hoy, como lo ha sido siempre.
Suele ocurrir con frecuencia que bajo el pretexto de la experimentación y la expresión personal, se producen partituras en las que la orquestación chambona e ineficiente atenta contra la claridad de ideas y contra la adecuada comunicación entre el compositor y el público. Que quede constancia de que no estoy haciendo la apología de la orquestación fácil, sino de la buena orquestación.