Usted está aquí: lunes 26 de marzo de 2007 Mundo Rusia, en favor de un arreglo negociado sobre nuevo estatuto de Kosovo: canciller

Vetará resolución del Consejo de Seguridad que excluya a los serbios, señala

Rusia, en favor de un arreglo negociado sobre nuevo estatuto de Kosovo: canciller

Bush, desesperado por apuntarse un éxito mediático en los Balcanes, asegura experto

JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL

Ampliar la imagen Activistas políticos protestan por el plan para una solución en Kosovo, elaborado por el enviado especial de la ONU, Martti Ahtisaari, el pasado 19 de marzo, en Pristina Foto: Reuters

Moscú, 25 de marzo. Ante el riesgo que la creación de un precedente representa para la estabilidad en el espacio post-soviético, donde siguen irresueltos varios conflictos de similar naturaleza, Rusia no dudará en ejercer su derecho al veto contra cualquier resolución del Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU) que reconozca de facto la independencia de Kosovo y, en la práctica, despeje el camino para su separación de Serbia.

Rusia apoyará sólo una fórmula de compromiso que satisfaga a todas las partes implicadas, condición que no cumple el plan de arreglo político elaborado por el enviado especial de la ONU, Martti Ahtisaari, como quedó de manifiesto con el reciente fracaso de las negociaciones sobre el estatuto de Kosovo que este mismo mes mantuvieron en Viena los dirigentes serbios y kosovares albaneses.

Frente a los que sostienen que urge adoptar una resolución del Consejo de Seguridad acerca del nuevo estatuto de Kosovo, con base en el plan Ahtisaari, Rusia coincide con Serbia en que no está agotada la vía de la negociación y es necesario continuar la búsqueda de una solución aceptable para ambas partes, que incluya también aspectos técnicos como garantizar la seguridad de los habitantes, la conservación del legado cultural y religioso y el regreso de los refugiados.

Moscú y Belgrado refrendaron el viernes pasado aquí la similitud de sus enfoques durante las conversaciones que mantuvo, en la sede de la cancillería rusa, Sanda Raskovic-Ivic, presidenta del centro coordinador adjunto al gobierno de Serbia para Kosovo y en quien recae la responsabilidad mayor de negociar con los kosovares albaneses.

Y quizás la principal promesa que se lleva de la capital rusa Raskovic-Ivic es que, en el supuesto de que el tema se someta a consideración del Consejo de Seguridad de la ONU, Rusia no se hará a un lado a la hora de votar, dejando por omisión que se imponga el arreglo que rechazan los serbios y favorece a los kosovares albaneses.

Por supuesto, el escueto comunicado sobre la visita de Rakovic-Ivic, emitido esta noche por la cancillería local, se limita a las frases protocolarias de rigor y no contiene ninguna promesa, pero nada hace pensar que, en apenas dos días, haya podido cambiar la posición de Rusia sobre el problema de Kosovo, expuesta por el ministro de Relaciones Exteriores, Serguei Lavrov, a los diputados de la Duma.

Aunque Lavrov compareció el miércoles pasado ante los miembros de la Cámara baja para hablar de la política rusa hacia las repúblicas de la antigua Unión Soviética, en la sesión de preguntas no faltó una respecto de Kosovo, cuya respuesta es por demás reveladora.

El jefe de la diplomacia rusa explicó a los legisladores que cualquier arreglo en Kosovo va a crear un precedente, por cuanto podría obtener la independencia no un componente de un antiguo Estado, como sucedió con la desintegración de la propia Unión Soviética, Checoslovaquia o Yugoslavia, sino por primera vez una región dentro de una república federativa. Y se haría de modo unilateral y no con apego a la autodeterminación y el acta final de Helsinki, que presuponen el acuerdo de todas las partes.

Por eso Lavrov, según consta en la versión estenográfica de su comparecencia ante la Duma, enfatizó: "En lo que toca a nuestra votación en el Consejo de Seguridad de la ONU, no vamos a hacernos a un lado. Es una cuestión de principios. Afecta demasiados resortes políticos, históricos y hasta espirituales. Ahí no vale la táctica del avestruz. No se va a repetir 1952, cuando no votamos sobre los problemas de la península de Corea. Eso se los puedo garantizar".

Al mismo tiempo, para Lavrov aún no está decidido el sentido del voto ruso, porque ello dependerá de qué proyecto se presente al Consejo de Seguridad y, si satisface por igual a Belgrado y Pristina, nada habrá que objetar.

Pero -advirtió el canciller ruso- "si tratan de imponer a los serbios, contra su voluntad, algo inaceptable para ellos, también será inadmisible para nosotros".

El caso de Kosovo, que significa 15 por ciento del territorio serbio, tiene mucho en común con los conflictos de Abjazia y Osetia del Sur en Georgia y Transdniéster en Moldavia, regiones que pugnan por su independencia completa y quieren asociarse a la Federación Rusa.

Rusia, explicó Lavrov a los diputados, "no está esperando, frotándose las manos, a que arranquen a Kosovo de Serbia para empezar a hacer lo mismo con esas repúblicas (no reconocidas internacionalmente). No es así. Sería un error".

Es la misma opinión de Yevgueni Primakov, una de las voces más escuchadas en el Kremlin, quien durante años como titular del servicio de espionaje, canciller y luego primer ministro de Rusia se ocupó muy de cerca del problema kosovar.

En un texto reciente, en el semanario Moskovskiye Novosti expuso sus "tres argumentos en favor del veto": el primero, y más importante, "reconocer la independencia de Kosovo podría descongelar los conflictos armados, que se logró sofocar con tanta dificultad, en el espacio post-soviético (entre Georgia y Abjazia y Osetia; entre Moldavia y Transdniéster; entre Armenia y Azerbaiyán). Rusia no puede pagar ese precio por una resolución que concede la soberanía kosovar".

El segundo es que puede afectar la estructura más o menos equilibrada de los Estados en los Balcanes, replanteando la revisión de las fronteras en Bosnia, Macedonia y Montenegro, en primer término.

Y el último argumento de Primakov es "la opinión pública en Rusia. Gracias a Dios han pasado los años en que se le podía ignorar y ahora (...) la mayoría de los rusos está de lado de los serbios, que además son los que más han sufrido en los Balcanes en los últimos años".

Primakov no es el único experto ruso que está convencido de que la prisa por "resolver" el añejo problema de Kosovo tiene mucho que ver con el desesperado intento de la administración de George W. Bush de apuntarse, ante el desastre en Irak, un éxito mediático en los Balcanes, aunque el "arreglo político" sea a costa de Serbia y tenga consecuencias impredecibles.

 
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