Usted está aquí: jueves 5 de abril de 2007 Opinión Sizwe Banzi está muerto

Olga Harmony

Sizwe Banzi está muerto

Regresa a México Peter Brook con este montaje dentro del Festival de México en el Centro Histórico que ya antes nos había traído otra escenificación del gran director y teórico teatral inglés con un tema del apartheid que existió en Sudáfrica, El traje de Can Themba también adaptada al francés, como ésta, por Marie Hèléne Estienne. En 1973 Brook presenció en Inglaterra dos escenificaciones de la compañía de Athol Fugard que había entrado a ese país de manera clandestina, La isla de su completa autoría y Sizwe Banzi ha muerto que el dramaturgo sudafricano escribió junto a John Kani y Winston Ntshona. Fugard no es un desconocido para nosotros, ya que hace muchos años, en 1975, Nancy Cárdenas dirigió una versión mexicana de La isla y muy posteriormente hubo otra que no conozco. El director sudafricano An-thony Akerman vino a México en dos ocasiones para montar sendas obras de Athol Fugard, una, casi como exiliado, en 1988 con La lección de la Zábila y la otra como ciudadano de un país libre, en 1995 con Camino a la Meca.

Y aunque el apartheid ya no existe, toda denuncia de racismo y de desprecio al otro nos compete y no pierde vigencia en ninguna parte de nuestro mundo globalizado y México es ejemplo de ello con el desdén hacia nuestras etnias que grandes estratos de nuestra sociedad mantienen. Es por ello que conmueve esta tragicomedia que nos ocupa. Al principio, Styles narra sus experiencias como obrero de la Ford sudafricana y esto también nos atañe con nuestros trabajadores cada vez más desprotegidos, así no lo sean tanto como el del texto.

Luego, ya como fotógrafo independiente recibe a Sizwe Banzi que se hace pasar por un hombre muerto cuyos papeles se apropió para poder conseguir trabajo y que dicta una carta -es un hombre analfabeta- a su mujer explicando que Sizwe Banzi ha muerto y ahora es otro. Brook retoma la obra como una metáfora de lo que en la actualidad ocurre en los países opulentos con los migrantes de otras tierras.

El llamado township theatre o teatro de los municipios que era un teatro inmediatista con muy pocos elementos que se hacía en la Sudáfrica del apartheid como muestra de la resistencia, se aviene bien con las técnicas, cada vez más austeras, del director inglés. Peter Brook escenifica esta obra con algunos aditamentos escénicos que se irán convirtiendo en otra cosa -según la escenografía de Abdou Ouologuem-, como los módulos metálicos que serán puertas o la mampara plegable que ilustra -con graciosas siluetas- el estudio del fotógrafo y que, al darse vuelta ya es la casa del amigo del protagonista. Otros elementos, dispersos en el escenario, serán ocupados según la acción escénica y los dos formidables actores, Habib Dembelé ''Guimba" de Mali y el congolés Pitcho Womba Konga los mueven por todo el escenario.

El contraste físico y actoral entre ambos es grande, dado que uno es pequeño y delgado y el otro alto y fornido, el primero cómico y de enorme capacidad corporal y el segundo se mantiene serio y triste, casi como una pareja clownesca. Me cuesta trabajo identificar a cada uno -en el programa de mano no se da el reparto- pero me imagino que es Pitcho Womba Konga el pequeño y dúctil, ya que su pronunciación del francés es muy buena -emigró de pequeño a Bélgica- y es, además de actor, rapero y bailarín de slam, lo que confirma la flexibilidad de sus movimientos. El encarna, si es que tengo razón, al parlachín Styles, al amigo de Sizwe Banzi en el momento del descubrimiento del muerto cuyos papeles se apropia el hombre desempleado, y a todos los personajes que aparecen en la Ford, en el estudio fotográfico y en las anécdotas que cuenta.

A pesar de lo que narra, los inicios del montaje son muy cómicos por la gracia del actor y la disposición del director. Aun con la aparición de Habib Démbelé como -si es que no me equivoco de actor- como el personaje del título, la acción no deja de ser graciosa y hace contraste con la seriedad con la que encara sus desgracias el pobre y no tan inteligente padre de familia, que lo único que desea es un papel para no ser devuelto a su ghetto original en donde no hay trabajo. El actor de Mali proyecta a su personaje de manera excelente y hay algo de chaplinesco en el tono cómico (aunque haya ácidas ironías en los parlamentos, como ''eres muy bueno. Si fueras blanco serías liberal") en que se narran las pequeñas historias de estos desdichados seres en un sistema injusto que puede haber cambiado para ellos pero que desgraciadamente prevalece en casi todo el planeta.

 
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