Astillero
Todo está en la mente
Trastornos sicogénicos
Felipe, zapatista y líder de CA
El siempre amado Campeche
La medicina social está muy avanzada en México. Mediante malabares forenses y soberanas complicidades de algún ombudsman carpiciento es posible demostrar que una anciana indígena que murió diciendo que fue violada por militares aparezca en los expedientes oficiales como víctima de gastritis y anemia mal atendidas. Igual sucede con miles de niñas sujetas a diario maltrato extremo por monjas coreanas, pues sus males físicos son ahora atribuidos a un "trastorno sicogénico", según acomedido diagnóstico hecho por un subsecretario de la sacristía federal de salud (SS).
México de soluciones mágicas (cínicas, en realidad) a partir del recurso fácil de las enfermedades o malestares creados por la mente (lo sicosomático se refiere a hechos físicos reales agravados mentalmente; lo sicogénico es producido desde la sique aunque luego se exprese físicamente). A partir de esos procesos volitivos es que hoy se puede tener en escena a un presidente (formal) de la República que se obstina en declararse lo contrario de lo que es: juarista se dijo hace poco, mientras abría las puertas a la ultraderecha clerical en su gobierno, y ahora ha dicho, en la tierra yucateca gobernada por Patricio Patrón con criterios de hacendado, que su administración "tiene muy presente y muy en alto los ideales del general Emiliano Zapata" (mal chiste sería preguntar si tan alto como una horca).
El subcomandante Felipe (el tecleador evitó escribir Marcos porque no supo si en este caso debería escribirse con eme o con ene) se ha plantado en el sureste mexicano con rasgos sicogénicos preocupantes, pues ha abierto la cartera del gobierno federal para dar "apoyos" a campesinos yucatecos a un mes de las elecciones estatales en que los negocios divinos de su gran aliado, el susodicho Patricio Patrón, estarían en riesgo de ser frenados, y acaso castigados, por un priísmo peninsular que hoy vive en carne propia lo que el gran cacique Víctor Cervera Pacheco hizo en su momento a los panistas: el uso de dineros públicos para la compra de voluntades electorales, así que, más que a Zapata, a Cervera Pacheco es a quien podría asemejarse Calderón con su historicidad sicogénica.
En aquellas tierras sureñas, el michoacano que un día de estos se declarará rencarnación de Francisco I. Madero (nueva versión, espiritista, de la democracia ajena a fraudes electorales) ha tenido a bien retomar el espíritu foxista de liderazgo internacional pero en formato reducido. Vicente quería ser líder mundial, o cuando menos latinoamericano, mientras Felipe se conforma con aspirar a ser el guía de los países de Centroamérica a los que ha recalentado el platillo insustancial del Plan Puebla Panamá.
Para asumir tales aires de caudillismo centroamericano, Calderón ha escogido un escenario que para él es realmente sicogénico: Campeche. En esa entidad pasó el joven Calderón un periodo especial de su vida junto a Carlos Castillo Peraza, el ideólogo y dirigente panista con quien finalmente Felipe terminó totalmente distanciado. Campeche es actualmente un feudo del virtual virrey de México, Juan Camilo Mouriño (sus amigos le pueden decir, en la intimidad, Iván), cuya familia ha hecho una gran fortuna mezclando política con negocios, pero a niveles aún modestos en comparación con lo que los años por venir significarán para la emprendedora familia que participa en negocios de ensueño en materia de despegue turístico (tierras ejidales compradas a precios irrisorios, uso de fuerza pública para desalojar a inconformes, planes europeos de vuelos especiales a playas campechanas con tiempos compartidos, ¡guau!).
Por fortuna, todo cuanto parezca a los ojos de los ciudadanos como un mal o un agravio puede ser endosado a la cuenta médica de los trastornos sicogénicos establecidos como verdad oficial por el subsecretario de Salud, Mauricio Hernández. Según este funcionario, ese trastorno, "más que enfermedad, es un fenómeno social, que llega a presentarse (...) en condiciones de pobreza". Todo está en la mente.
Astillas:
El lector Francisco Miguel Arroyo dice que imagina a este tecleador "como el ilustre caballero de la triste figura, tirando mandobles a diestra y siniestra (por aquello de la pluralidad) en contra de quien para bien o para mal haga algo digno de captar su paranoica atención. Es cierto que la situación en el país no puede ser peor. Pero creo que existen segunes y asegunes, pero usted barre parejo y mal, no mella el blindaje de los cerdos empoderados y tampoco ayuda a quienes tratan de limpiar este chiquero"... Armando Kloek reporta desde Francia que ayer se dio a conocer el tiempo "aire" que cada candidato participante en la primera vuelta de las próximas elecciones presidenciales de aquel país tendrá a su disposición para presentar en medios electrónicos públicos de comunicación sus propuestas y publicidad: "45 minutos entre los cuatro canales de televisión y unas cinco estaciones de radio. ¿Cuándo se reglamentará este tema en México para evitar tanto derroche de dinero, que finalmente somos nosotros los que lo aportamos?"... Sandra Moncayo envía desde Papantla, Veracruz, algunas reflexiones sobre la muerte de la indígena Ernestina Ascensión Rosario, y asegura que ese hecho "acelera el pulso y hace que los minutos se hagan largos en el pecho. Una voz antigua vuelve a latir en el cerebro, en las paredes de nuestras células, adentro, quedito"... Y, mientras la PGR anuncia, un año después, que es falsa la firma con que el gobierno federal anterior destituyó al capo Napoleón del jineteo en el sindicato minero, con lo que se demuestra que toda esa historia del tal Elías Morales fue un montaje criminal del foxismo, que ha causado muertos, heridos y pérdidas por las que alguien debería pagar penalmente, ¡hasta mañana, en esta columna sicogénica!
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