Pastora, tejedora, abuela de 28
Soledad Atzompa, Ver. Ernestina Ascención solía levantarse, enrollar su petate y salir al patio antes de la salida del sol. Le bastaba caminar unos pasos hacia la vereda para contemplar un paisaje espectacular. A sus pies se extiende su pueblo, como un nacimiento. Más abajo se vislumbra el caserío de Soledad y, a lo lejos, el verde valle de Orizaba. Al fondo, el gigante Pico de Orizaba, con su ropaje de nieve teñido de rosa con los primeros rayos solares.
La señora Ascención enviudó muy joven. Julio, su primogénito, tenía apenas 11 años y Marta, la menor, era una nena de pecho. Sacó adelante a sus cinco hijos con maíz, frijol y a veces papas. Julio y ella sembraban y cosechaban, hacían sillas, urdían la lana de sus ovejas y hacían mantas y cotones para venderlos. Los últimos cobertores que tejió, gruesos y acogedores, quedaron en una esquina de su choza.
En su mísero cuarto de piso de tierra quedaron, en un rincón, unas cestas llenas de mazorcas. En una repisa siguen sus santos, sus veladoras encendidas y varios dibujos infantiles de flores y árboles de Navidad, regalos de sus nietas Silvia y Olivia. Tuvo 28 nietos.
Llegó a tener 25 ovejas y a llevarlas a pastar caminando cuatro kilómetros diarios. Pero sus hijos la restringían últimamente, por temor a que le agarrara una granizada en pleno campo. Aun así, cuidaba de media docena de borregos y subía al monte cada día, después de tomar café en casa de su hija Marta. A mediodía la esperaba Carmen, su otra hija, para compartir con ella la frugal comida. "¿Ora quién va a llegar a mi casa? Nadie".
Julio Inés habla en nombre de la familia: "Nuestra mamá estaba mayor pero todavía tenía fuerzas, no estaba enferma. Ahora nos piden que no hablemos hasta que pasen 180 días. Pero no vamos a dejar
que otros digan mentiras".
Alrededor de lo que fue la choza de Ernestina se levantan cinco casas nuevas, de buen material, idénticas, de cinco por seis metros. Son un regalo del gobernador Fidel Herrera para los hermanos Inés Ascención. Y hay más.
El jueves pasado llegó todo junto. Un tráiler con tres toneladas de cemento para completar el programa prometido por el mandatario estatal de dotar a todas las viviendas rurales con piso de cemento; tres camiones con 10 mil láminas de zinc, dos autobuses flamantes para transportar a los niños de los sitios más distantes a los centros donde hay escuelas, y más camiones con bicicletas, carretillas, picos, palas y despensas.
"Pero lo que nos dan es muy aparte -afirma Julio Inés-; al gobernador Fidel Herrera se le agradece el apoyo. Pero seguimos exigiendo justicia, nada ni nadie nos va a callar."