Dos perfiles femeninos: In memoriam
Auna semana y un día de distancia fallecieron dos mujeres relevantes en sus respectivas actividades del campo artístico: la académica, profesora e investigadora del Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE) de la Universidad Nacional Autónoma de México, Juana Gutiérrez Haces, y la promotora, también curadora y funcionaria de mu-seos, Mercedes Iturbe, cuyo inesperado deceso tuvo lugar el Domingo de Ramos.
Entre otras actividades, Juana Gutiérrez fue curadora de una de las colecciones de arte más importantes de nuestro país, la del Banco Nacional de México, y entre sus actividades recientes organizó la muestra-homenaje a Juan O'Gorman, como recordatorio del primer centenario de su nacimiento.
Predominante, pero no únicamente colonialista, entre los logros de Juana está el catálogo razonado de Cristóbal de Villalpando, la importante contribución al libro Tesoros del Museo Franz Mayer (University of Texas Press, 2002) consecuente con la exhibición que itineró en el Museo de Bellas Artes de Houston, Texas, y en el de Fine Arts, en San Diego, entre otros. Su entrada versó sobre arte del siglo XVIII, ''Un reino y un estilo artístico en trasformación".
En 1995 editó la memoria del decimoquinto Coloquio Internacional del IIE, al que aportó una ponencia erudita, referida también al siglo XVIII, ''las antigüedades mexicanas en las descripciones de don Antonio de León y Gama" en la que une la palabra y el testimonio con los objetos: ''afán científico y búsqueda de antigüedades, una cosa llevaba a la otra (...) La novedosa labor anticuaria del siglo XVIII consistió en agregar, y en algunos casos confrontar las fuentes escritas con los datos materiales. Los objetos y ruinas arqueológicas se convirtieron en el centro de la investigación, no sólo en calidad de tesoros, sino como documentos..." Me refiero específicamente a esta contribución suya porque abarca el ''descubrimiento" de Coatlicue y del Calendario Azteca, que tuvo lugar en 1790 y que al parecer puso un poco en aprietos al ilustrado don Antonio, científico pero a la vez ferviente católico que conoció bien el cuarto Concilio Mexicano, nada menos que sobre la idolatría, efectuado en 1771. La Coatlicue para los parámetros de entonces, no era la magnificente obra de arte que admiramos sin reserva, era un ídolo, pero se convirtió en documento científico e histórico bajo los términos en los que el autor de la indirecta descripción, no otro que el mismo León y Gama, lo definió.
Parte importante de la formación de Juana Gutiérrez tuvo lugar en la Universitá degli Studi, de Roma, es decir, en La Sapienza, circunstancia que matizó muchos de sus trabajos, incluido el que menciono. Por lustros dictó la muy concurrida cátedra de Renacimiento y Pre-Renacimiento Italiano en la Facultad de Filosofía y Letras. Sus alumnos, como a veces acontece, se quedaban no uno o dos semestres cursándola, ya no por razones curriculares, sino que perseveraban en ella por años con el sólo afán de escucharla y aprehender. Fue admiradísima maestra a lo que su vivacidad, su sentido escénico y sus conocimientos sobre otros momentos de la historia del arte sin duda contribuyeron. Artistas o aspirantes entonces a serlo estuvieron entre sus alumnos en la Escuela Nacional de Artes Plásticas, donde se inició en la docencia. También ellos la recuerdan con enorme cariño, como me lo comentaron José González Veytes y Jorge Robello, entre otros, el día en que la velamos lamentando una desaparición que no fue inesperada, como la de Mercedes, debido al mal cancerígeno que la afectó y al que enfrentó con enorme valentía y suprema elegancia, sin perder un ápice del decoro que siempre la distinguió.
Un decoro que coincidía con la prontitud y decisión con las que expresaba sus opiniones, pues ''no tenía pelos en la lengua" y este es un rasgo que compartió con Mercedes Iturbe bajo distintos parámetros. Juana era alta, delgada, vestía con escogidos atuendos que favorecían su natural atractivo, siempre con propiedad.
La vida de Mercedes, mujer exuberante de impactante belleza física, la llevó por varios territorios y derroteros, siendo quizá su larga etapa parisina decisiva en la consolidación del Instituto de México en la capital francesa.
En esta misma sección Merry MacMasters dio cuenta pormenorizada de su trayectoria. Yo recuerdo con fruición algunas de las exposiciones que armó, específicamente las de Koudelka, Chillida, Vlady y la de la colección Cisneros en el Museo del Palacio de Bellas Artes, que dirigió con buen pulso hasta principios de este año, en que pasó a dirigir el Carrillo Gil.
Como ''personalidades", Juana y Mercedes diferían bastante, pero no en el sentido de sus respectivas capacidades, que asumieron con acometividad y compromiso, ni en la deseable inteligencia de la que ambas hicieron gala, al formar equipos, integrando a ellos personas jóvenes en sólida etapa formativa.
Con admiración y pena por sus prematuras partidas, les dedico este discreto tributo.