Atomos en Viena
La primera vez que visité Viena fue en 1970. Acababa de ingresar al servicio exterior mediante concurso público y don Alfonso García Robles, a la sazón subsecretario de asuntos multilaterales, me comisionó para que asistiera a una reunión organizada por los cuáqueros (Friends Committee). El tema fue cómo lograr que la República Popular China ocupara su lugar en las Naciones Unidas. Lo haría al año siguiente.
Así fue como en un schloss en las afueras de la capital austriaca inicié mi relación con las organizaciones no gubernamentales (ONG) dedicadas a temas políticos, especialmente el desarme. Esa relación se ha mantenido a lo largo de los años y ahora he vuelto a Viena para participar en dos reuniones. Soy miembro del panel internacional sobre materiales físiles (IPFM, por sus siglas en inglés). Lo copresiden Frank von Hippel, un físico de la universidad de Princeton, y José Goldemberg, también físico quien fue ministro de ciencia y tecnología de Brasil hace 15 años y ahora es secretario para el medio ambiente del estado de São Paulo.
Fundado en enero de 2006, el IPFM ha venido analizando los aspectos técnicos para lograr la seguridad, consolidación y reducción de las reservas de uranio altamente enriquecido y plutonio. Estos materiales físiles sirven para construir armas nucleares y su control resulta crítico para el desarme nuclear, la prevención de la proliferación de dichas armas y para asegurar que grupos terroristas no puedan adquirirlas.
Examinamos las reservas de materiales físiles tanto para fines civiles como militares. Las reservas de los estados poseedores de armas nucleares son suficientes para fabricar decenas de dichas armas. Además existen reservas similares de plutonio con fines civiles que también podrían utilizarse en la construcción de un número parecido de bombas. El uranio altamente enriquecido es utilizado en los reactores civiles en más de un centenar de lugares. La reserva de ese material es suficiente para construir unas mil bombas del tipo de Hiroshima, un diseño asequible a los grupos terroristas. El problema, por lo tanto, es qué hacer con todo ese material.
La otra reunión que me llevó a Viena fue la sesión semestral de una ONG que se dedica a examinar propuestas para hacer avanzar el desarme nuclear. Se conoce como la iniciativa de las potencias medias (MPI en inglés) y agrupa a ocho ONG dedicadas a luchar por un mundo libre de armas nucleares. Formo parte de su comité ejecutivo que preside el senador Douglas Roche, de Canadá. El MPI ha contribuido a los trabajos de los países que integran la "coalición de la nueva agenda" de desarme (Brasil, Egipto, Irlanda, México, Nueva Zelanda, Sudáfrica y Suecia).
Ambas reuniones fueron en la sede del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA). Este año cumple medio siglo. Fue creado a raíz de la propuesta "átomos para la paz" que en 1953 hiciera el presidente de Estados Unidos, Dwight D. Eisenhower. Era una época de mucho entusiasmo en las posibilidades de utilizar la energía nuclear con fines pacíficos. La finalidad principal del OIEA es doble: promover los usos pacíficos del átomo y vigilar que el material y tecnología nucleares no se desvíen hacia fines militares.
Algunos de los participantes en mis reuniones no estuvieron a gusto en las instalaciones del OIEA porque se oponen no sólo a las armas nucleares, sino también al uso pacífico de la energía nuclear. El debate en torno a la energía nuclear se ha intensificado y la industria nuclear está registrando un renacimiento importante. Ello se debe al precio del petróleo y, sobre todo, al cambio climático. Los capitanes de la industria nuclear argumentan que la suya es una energía "limpia", ya que no contamina al medio ambiente. Insisten en que es la única alternativa al carbón. Lo que no dicen es que pasarán muchas décadas antes de que el mundo tenga una capacidad instalada de energía nuclear que pueda lograr reducciones significativas en la emisión de gases de efecto invernadero, empezando por el dióxido de carbono. Para entonces ya será tarde y el cambio climático irreversible.
Los promotores de la energía nuclear tampoco suelen hablar de los riesgos de accidentes en las instalaciones que la producen. Otro tema que pasan en silencio es la facilidad con que podría transformarse una central nuclear con fines pacíficos en una fábrica de materiales físiles para fabricar armas.
Austria y su capital han cambiado mucho desde 1970. Su desarrollo económico aún era bastante modesto. Por esas fechas se estaba construyendo la primera central nuclear, misma que nunca se inauguró debido a la oposición de la población. Desde entonces Austria es antinuclear. No deja de ser irónico que Viena sea la sede del OIEA. Resulta obvio que el mundo atraviesa por una crisis energética y el capítulo nuclear será fuente de muchos debates. Por un lado existen países como Francia que defienden la energía nuclear y están dispuestos a cooperar en este campo con estados como China e India, cuyo consumo de energía ya está creciendo mucho. Se dice que en menos de una década China superará a Estados Unidos en la emisión de gases de invernadero.
Por otro lado, países como Austria se oponen vigorosamente a la energía nuclear. Recientemente emitió una declaración junto con Irlanda, Islandia y Noruega en la que se subrayan los riesgos inherentes y los problemas derivados de la opción energética nuclear, misma que no puede ostentarse como una alternativa limpia a otras fuentes de energía. Agregaron que el debate actual minimiza cuestiones como el medio ambiente, los desechos nucleares, la proliferación de armas, la seguridad y la responsabilidad civil por daños causados por las instalaciones nucleares.