Su gestión en el Banco Mundial, marcada por corrupción; promueve cargo para su novia
Paul Wolfowitz, promotor de la guerra en Irak; ahora combate la pobreza desde el BM
Reacio a hablar de la situación iraquí, se declara en favor de una "política exterior multilateral"
Ampliar la imagen Un iraquí frente a los destrozos a su camioneta provocados durante un ataque a un convoy del ejército estadunidense ayer en el centro de Bagdad Foto: Ap
Washington, 11 de abril. Paul Wolfowitz siempre será recordado como uno de los arquitectos de una guerra que, hasta la fecha, ha costado la vida de decenas de miles de civiles y más de 3 mil soldados estadunidenses, además de millones de refugiados y la destrucción de la infraestructura de todo un país. Ahora está tratando de ser recordado como el salvador de los pobres y promotor del "buen gobierno" en el mundo.
Desde que fue nombrado como presidente del Banco Mundial hace dos años, Wolfowitz no ha comentado mucho sobre la guerra. Pero desde hace más de una década fue uno de los principales promotores de una estrategia para derrocar a Saddam Hussein, el entonces presidente de Irak, y establecer "la democracia" en ese país y después en todo Medio Oriente. Continuó con esta noción al sumarse al gobierno de George W. Bush como subsecretario de Defensa, y fue una de las voces más influyentes del círculo íntimo de neoconservadores que formularon la política bélica e internacional del nuevo presidente.
Después del 11-S, él y su grupo dentro del gobierno emplearon la coyuntura para promover una invasión de Irak. Wolfowitz fue una de las principales voces públicas que difundió la información de inteligencia, siempre dudosa y ahora comprobada como falsa, de que Hussein contaba con armas de destrucción masiva y extensos vínculos con Al Qaeda. Poco antes de la invasión, Wolfowitz declaró, con gran optimismo, que "estoy razonablemente seguro que (los iraquíes) nos recibirán como liberadores".
Esta semana, al celebrarse la reunión anual de primavera del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, Wolfowitz se presenta como el encargado de la misión de su institución: abatir la pobreza en el mundo. Junto con ello, su prioridad como líder del Banco Mundial ha sido el combate a la corrupción y la promoción de "buen gobierno", a pesar de que fue alto funcionario de una administración que ahora se encuentra bajo escrutinio precisamente por acciones consideradas de "mal gobierno", encubrimiento de acciones posiblemente ilícitas, y vínculos con actos de corrupción oficial.
Todo indica que aún no ha logrado establecer su credibilidad como presidente del BM, ni adentro o afuera de la institución. Su nombramiento por Bush en marzo de 2005 como presidente del BM (Estados Unidos, por ser el mayor contribuyente al organismo siempre se ha atribuido el derecho de nombrar la cabeza de la institución desde su fundación) provocó una serie de reacciones negativas, tanto de liberales como de conservadores, de que eso implicaría la imposición de la línea política de Bush sobre la organización multilateral. Hasta el rotativo conservador Financial Times lo caracterizó así, ni hablar de los liberales.
Peor aún, según una encuesta entre el personal del BM -organización con 13 mil empleados a escala mundial- casi 90 por ciento se oponía a su nombramiento en abril del 2005. Las cosas no han mejorado mucho desde entonces. Sólo la semana pasada, se presento una queja más por parte de la Asociación del Personal del BM protestando la promoción e incremento salarial de una alta funcionaria del banco que resulta ser la novia de Wolfowitz.
Shaha Riza estuvo ocho años en el Banco Mundial, y ahora tiene licencia y trabaja en el Departamento de Estado en la sección de "diplomacia pública" bajo la dirección de Karen Hughes, íntima amiga y asesora de Bush. La asociación de personal se queja de que ella recibió un gran incremento salarial y se saltó escalafones burocráticos de manera indebida, aparentemente por instrucciones de Wolfowitz, reportó la agencia Reuters. Ahora ella goza de un salario de 193 mil dólares anuales (mantiene su salario del BM mientras trabaja en el gobierno), o sea, gana más que la Secretaria de Estado, Condoleezza Rice.
Pero este incidente es sólo uno de varios que han brotado como expresión de insatisfacción del personal del BM con su nuevo jefe. No ayudó que Wolfowitz llegó con su propio equipo íntimo, integrado por ex funcionarios del Pentágono y la Casa Blanca, y que también instaló a una mujer muy ligada con la cúpula del Partido Republicano a su unidad de combate a la corrupción.
De hecho, reportó la revista The New Yorker, han renunciado tal vez unos 12 altos funcionarios del Banco Mundial desde la llegada de Wolfowitz, incluidos el director gerente, el jefe financiero, el principal abogado y seis vicepresidentes, y casi todos por motivos de tensión, humillación o desacuerdo con el presidente y su gente "importada" del gobierno de Bush.
No sólo eso, sino que su política de combate a la corrupción ha generado una tormenta de críticas al presidente por las juntas ejecutivas de representantes de gobiernos que son la autoridad máxima del BM. Entre sospechas y acusaciones de que Wolfowitz estaba manejando de manera "política" los programas del BM, recompensando a los aliados de Estados Unidos y castigando a los "enemigos", y que aplicaba su óptica sobre "corrupción" como instrumento para promover su propia agenda, el nuevo presidente ha sido objeto de muy inusuales reproches públicos por los gobiernos que controlan la institución multilateral
Wolfowitz, reporta la revista The New Yorker, ha sido un ideólogo conservador heterogéneo desde sus tiempos como estudiante de doctorado, empezando en la Universidad de Chicago, donde estudió ciencias políticas con intelectuales derechistas. En la parte más brutal de la guerra en Vietnam, Wolfowitz fue a trabajar con un grupo conservador en Washington que promovía la construcción de un sistema de defensa antimisil balístico. Ahí conoció a gente que luego serían sus colegas en el gobierno de Ronald Reagan, donde trabajo como alto funcionario encargado de formulación de políticas en el Departamento de Estado, entre otras funciones. Fue invitado a ser integrante del llamado Equipo B por el entonces director de la CIA, George H.W. Bush, dedicado a exagerar aún más la amenaza militar soviética.
Wolfowitz regresaría a la academia, y fue decano de la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad Johns Hopkins, y fue durante su tiempo ahí que escribió un artículo, junto con el embajador estadunidense saliente en Irak, Zalmay Khalilzad, en una revista conservadora proponiendo varias medias para derrocar a Hussein.
El presidente el BM comentó a The New Yorker que apoya una política exterior multilateral, pero no explicó por qué abandonó esta posición en torno a Irak, más allá de reiterar la visión de la promoción de la "democracia" en la región. En torno a las relaciones internacionales, comentó que "la gran cosa que tiene de su lado Estados Unidos es que los ideales que apoya y representa están en el interés de la mayoría de los países".
Pero esta posición no es necesariamente compartida por "la mayoría de los países". Antes que nada, muchos desean que Wolfowitz explique su posición actual sobre Irak, y si eso es manifestación de los "ideales" que todos comparten. Hasta el momento no hay ninguna indicación de un mea culpa, ni aceptación de responsabilidad por lo que casi universalmente se percibe como uno de los peores desastres de política exterior en tiempos recientes.
Insiste que no desea hablar o participar en el gran debate sobre Irak. Sin embargo, desde sus oficinas en la Avenida Pennsylvania, Wolfowitz continúa muy involucrado en Irak ordenando establecer una oficina permanente del BM en Bagdad, sustituyendo al jefe de mayor rango del BM en Medio Oriente con uno de los suyos, e incrementando el papel del BM en los proyectos de desarrollo de ese país.
Así, Wolfowitz, uno de los arquitectos de una guerra unilateral que ha destruido un país, ahora está al frente de una institución multilateral que, según él, ahora desea apoyar su reconstrucción. Por ahora, Wolfowitz sólo es recordado por la guerra, y no por sus esfuerzos para "crear un mundo sin pobreza".