Número
129 | Jueves 12 de abril de 2007 |
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Contingencia moral Por Joaquín Hurtado Valientes miembros del Ejército que viven con VIH/sida amparados contra una ley inhumana le dieron a la patria una lección de preciosa dignidad. Pero en el alegato del tribunal de la Suprema Corte de Justicia algunos ministros abrieron algunas llagas viejas y brotó la purulencia. Quedaron registrados en nuestro sagrado repertorio de atrocidades algunas expresiones infames y vergonzantes que ya no se borrarán jamás de la historia. La historia del sida en México, inventario de mezquindades. Aunque el fallo fue favorable a la demanda de los seropositivos, las infamias pronunciadas en la SCJN que aún resuenan como chicotazos en el pellejo de mi alma siguen allí. El puñado de soldados inconformes con una ley bárbara y criminal fue calificado como de seres “inútiles”, reducido a simple “riesgo bacteriológico”. Por una sencilla ecuación lógica, una inferenciade párvulos, es fácil deducir cómo junto al grupo de militares agraviados por semejantes calificativos rodamos decenas de miles. De ese tamaño fue la irresponsabilidad y el desaseo de la argumentación expresada en aquel litigio inaudito. Arnoldo Kraus escribió un brillante artículo sobre el tema de la importancia de la dignidad, misma que fue severamente vulnerada con aquellos argumentos infundados. Pero el clamor de Arnoldo no va a hacer que regresen los medicamentos a los anaqueles vacíos por la calculada indolencia oficial. ¿Para qué ocuparse en la supervivencia de seres desechables por improductivos y hasta peligrosos? ¿Ignorancia, homofobia, estulticia, holgazanería intelectual, primitivismo moral, desidia, gazmoñería de los excelentísimos ministros? ¿O sólo ganas de joder? ¿Qué sucedió en los escritorios, las mentes, los corazones de casi la mitad de los jueces? ¿Por qué jugaron tan campantes en el territorio minado del sida sin antes sopesar los alcances del asunto? Démosles el beneficio de la duda. A pesar de que todos los casos tratados por ellos tienen un alto nivel de importancia y de profundidad en las consecuencias de su veredicto, también a ellos se les brinca la cadena porque errare humanum est. Pero… Yo con mis veinte años de vivir con VIH y de eventualmente caer encamado por el sida. Yo con mis más felices y productivos años; y mi mejor desempeño profesional y humano realizado con, y gracias, y a pesar del mentado síndrome, yo… ¿un inútil? Yo con mi sangre tan inocente y tan cochina como la de su santidad el Papa. Yo y mis bichos virales felices —a veces adormilados, a veces desenfrenados—; yo y mis hongos, bacilos, algas, gérmenes, protozoarios, y demás maravillas de la dimensión microscópica; yo y mis amigos asesinos oportunistas, democráticos y simbióticos que me habitan… ¿un peligro bacteriológico? Yo Joaquín: inútil loca, contingencia bacteriológica… eso sí que duele. |