Usted está aquí: domingo 15 de abril de 2007 Capital Historias de violencia social se olvidan ante la ilusión de un vestido pomposo

Las 70 quinceañeras ensayan en la azotea de la sede del Instituto de la Juventud

Historias de violencia social se olvidan ante la ilusión de un vestido pomposo

El festejo organizado por el gobierno capitalino es más que una presentación en sociedad

Para algunas, sus primeros bailes fueron el reguetón y el perreo, enseñados por una teibolera

ROCIO GONZALEZ ALVARADO

Ampliar la imagen Las 70 quinceañeras que apadrinará el Gobierno del Distrito Federal ensayan el vals en la azotea del edificio sede del Instituto de la Juventud, cerca del Colegio Militar Foto: Francisco Olvera

Ampliar la imagen Las 70 quinceañeras que apadrinará el Gobierno del Distrito Federal ensayan el vals en la azotea del edificio sede del Instituto de la Juventud, cerca del Colegio Militar Foto: Francisco Olvera

El gran baile de 15 años, festejo con el que concluye la primera jornada juvenil que promueve los derechos de los y las adolescentes en la capital, se ha convertido en un escaparate en el que confluyen jóvenes de escasos recursos, que buscan remontar el entorno de violencia social y familiar, las drogas y las actividades ilícitas, que los envuelve.

Guadalupe y Sandra son dos de las jóvenes que festejarán en el Zócalo el próximo 28 de abril sus 15 años, pero el lazo que las une va más allá de esta celebración. De 14 años de edad una, y de 16 la otra, la vida las ha hecho cómplices en más de ocasión.

Su primer baile de reguetón y de perreo, bajo la instrucción de una teibolera, lo hicieron juntas, y juntas también huyeron del maltrato, que, acusan, recibieron en La Casa de Las Mercedes, institución de asistencia social, a donde llegaron después de deambular, por separado, sin rumbo fijo durante un año.

Sus historias de vida convergen en una misma. En los Reyes La Paz, estado de México, vivió Guadalupe, y en San Andrés Totoltepec, Tlalpan, Sandra. Ambas, confiesan, padecían miseria, sufrían golpes, e inclusive, en uno de los casos, abuso sexual de un padrastro, hasta que un día decidieron abandonar sus casas. "Perdimos la confianza", aducen.

Inquietas y sonrientes, ahora bajo el cobijo del albergue La Coruña, donde se alojan niñas, niños y jóvenes en situación de calle, se muestran contentas y emocionadas, por su fiesta de 15 años. "Yo quiero un vestido rosita", dice la más pequeña, y "yo uno cremita, todo pomposo", agrega la mayor.

Flor, quien las acompaña a los ensayos que 70 jovencitas llevan a cabo en la azotea de la sede del Instituto de la Juventud, comenta que ambas son nobles y sensibles, pero también rebeldes.

"Un día están a gusto, pero en otros, no aceptan nada, y dicen 'yo ya me voy de aquí'", comenta al señalar que el hecho de convivir con otros jóvenes, que con situaciones también complicadas están tratando de salir adelante, es una "oportunidad para contagiarlas de que hay otra forma de vivir".

La fiesta en sí, en la que también se espera romper un récord Guinness, está más allá del concepto tradicional de "presentar en sociedad a las jóvenes", explica el director del Instituto de la Juventud, Javier Hidalgo, promotor de la iniciativa, quien confiesa que su propuesta no estuvo exenta de críticas, pero ganó adeptos y donaciones cuando se explicó el sentido de fondo.

"Los participantes son jóvenes en riesgo de recién ingreso al instituto, que viven conflictos familiares o están en una situación de alta vulnerabilidad a la delincuencia y las drogas, y que han sido incorporados a actividades culturales, artísticas y de trabajo comunitario, y este tipo de eventos es un imán para atraerlos, para que ellos mismos se den cuentan de sus derechos y lo reivindiquen", apuntó.

 
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