Desde el otro lado
Racismo, dos lecciones
Los hechos recientes vuelven a poner de manifiesto las contradicciones que aún subyacen en el tejido social en Estados Unidos, producto de su diversidad racial.
El primero tuvo lugar en la Universidad de Duke, cuyos alumnos, en su mayoría blancos, pertenecen a familias con ingresos en promedio superiores a los de la clase media estadunidense. Tres de ellos fueron acusados de violar a una bailarina de color, contratada para divertirlos, en una fiesta privada. El hecho causó furor en amplios sectores de la población, particularmente de origen afroestadunidense.
Una investigación especial descubrió graves anomalías en los procedimientos del fiscal, quien intencionalmente ignoró pruebas demostrando la inocencia de los inculpados, y aparentemente utilizó las connotaciones raciales del caso en sus pretensiones de ascenso. No está por demás agregar que el fiscal es blanco.
El otro acto tiene que ver con los epítetos raciales y sexistas que un popular animador de radio (Don Imus) de la cadena de radio CBS y su afiliada MSBC hiciera sobre las jugadoras afroestadunidenses de un equipo de baloncesto.
Como era de esperarse, el comentario hirió profundamente la sensibilidad no sólo de esa comunidad, sino de la sociedad en general que en diferente tono condenó el comentario, incluyendo casi todos los precandidatos presidenciales. La cadena canceló el programa, no se sabe bien a bien si por las airadas protestas o debido a que un buen número de importantes empresas le retiraron el patrocinio.
Llama la atención cómo el asunto racial en ambos casos es usado en diferente forma. En el primero un fiscal con aspiraciones electorales decide jugar la carta racial y procesar, en contra de las evidencias, a tres jóvenes blancos por un supuesto delito en contra de una persona de origen afroestadunidense. En el otro, un individuo utiliza a las minorías como rehenes de su deleznable humor para ganar audiencia. (De acuerdo con la prensa, los comentarios a costa de todo tipo de minorías han sido comunes durante sus programas.)
Tal vez este último caso en particular abra nuevamente el debate sobre las limitaciones a la libertad de expresión. El efecto inmediato es que, en ambos casos, una vez más la sociedad sale lastimada en su cada vez más lejana aspiración al respeto y la tolerancia racial, en un mundo en el que la diversidad étnica es creciente e inevitable.
Por el momento, la lección de tan lamentables hechos es la capacidad que amplios sectores de la población demostraron en rechazar que en pleno siglo XXI se desprecie a nadie por su condición étnica.
Sería de gran alivio que la lección se extendiera a otras latitudes, entre ellas nuestro país, donde el humor a costa de afroestadunidenses, asiáticos, árabes, judíos, indios, etcétera, suele trasladarse al plano del franco desprecio y la marginación, particularmente cuando se trata de estos últimos.