Primera corrida "deportiva" en la Plaza México
En silencio, a la sorda, a espaldas del público y de los medios, como si la intención fuera hacer el menor ruido para que nadie pudiera enterarse, la Monumental Plaza México, muerta otra vez, inició una nueva etapa histórica, quizá una de las más tristes en sus ya largos 61 años de ahora decrépita existencia. Gracias a las maniobras del verdugo que la explota y degrada desde hace tres lustros, el ínclito Rafael Herrerías, la cosa de Mixcoac reabrió ayer sus puertas, ahora como estadio de la Confederación Deportiva Mexicana (Codeme) a la que acaba de adherirse para vivir no sólo del derecho de apartado y el lavado de impuestos sino también del presupuesto federal.
No importa si en los hechos el toreo no es un deporte: lo que cuenta nada más es que el consorcio televiso que llevó al actual "gobierno" al poder no se cansa de cobrar por sus servicios y en este caso ha logrado un subsidio vía la Codeme. Para ello, los nuevos hombres de paja de Herrerías, los "empresarios" Chilolín y Currinsky, inauguraron ayer la segunda edición de la Feria Torista con ganado viejo del hierro de La Cardenilla y la carne joven de tres muchachos hambrientos que salieron dispuestos a morirse.
Menos de 2 mil personas atestiguaron el desfile de los vetustos, fatigados y mansos ejemplares de la dehesa en cuestión, a los que les "arreglaron" los pitones para que teóricamente al menos les causaran menos daños a los miembros de una Asociación Nacional de Matadores de Toros y Novillos que tiene 12 diestros en distintos hospitales del país, reponiéndose de cornadas y fracturas sin contar con el respaldo económico de ninguna de las empresas en las que fueron heridos, y sin el apoyo de la propia Codeme, que aparentemente no está para eso sino para transferirle recursos del erario a los amigos del régimen y que se fastidien los demás, empezando por los que no saben cómo pagarán sus curaciones.
Y como a nadie le importa nada, ayer, desde que saltaron al ruedo, los marrajos de La Cardenilla acusaron debilidad, cero bravura al "pelear" con los caballos y muy poco celo al llegar al tercer tercio. Por eso fueron muy meritorias las dos tandas de derechazos que Leopoldo Casasola le zumbó a Serrano, un negro zaino de 550 kilos con una cornamenta de terror, que regateaba las embestidas y desarrollaba sentido buscando al torero. Este no se arredró y a fuerza de quedarse quieto y aguantar estoicamente los derrotes del bovino lo embarcó en la franela y le cuajó dos series que le fueron muy aplaudidas por los escasos concurrentes.
Casasola mató bien, de entera desprendida y de efectos retardados, y la gente sacó los pañuelos y logró que el muchacho fuera premiado con una oreja. A su vez, con el tercero de la tarde, Velero, un negro bragado alunarado de 557, Israel Téllez también cortó una oreja después de poner banderillas y pegar trapazos y matar mejor, en tanto José Guadalupe Rodríguez, Pepehillo, tomó la alternativa despachando a Soñador de 561 sin lograr comunicarle nada al público.