Usted está aquí: domingo 29 de abril de 2007 Opinión Los intelectuales y el poder

Vilma Fuentes

Los intelectuales y el poder

¿Qué sucede con los intelectuales frente al poder en Francia? ¿Por qué esa desaparición de su influencia? El asunto es grave, para no decir dramático. A fuerza de pasar y exponerse -literalmente- en la televisión, los llamados "intelectuales", nouveaux philosophes y otros, se oyen mucho pero no se escuchan. Sus concurrentes, cantantes, stars de la televisión, boxeadores o ciclistas, acompañan a los candidatos a la Presidencia de Francia en sus giras, más decisivos en las urnas electorales. ¿Qué vota Johnny Halliday o Alain Delon? Eso importa. Pero, ¿quién diablos se pregunta qué votan los "nuevos filósofos"? Gente que discute demasiado, casi dan dolor de cabeza y, de todos modos, ¿quién los oye?

"Me deja melancólica la actitud de los intelectuales hoy día: me parece que, si ya no son escuchados es precisamente porque se han expuesto demasiado en la radio o la televisión. Los filósofos, o quienes pretenden serlo, deberían trabajar de una manera más discreta; de lo contrario, corren el riesgo de convertirse en marchantes que pasan a la tele lo más a menudo posible para promover su último libro, venderlo y, si es posible, ganar un premio, en lugar de proponer una reflexión y un verdadero pensamiento", dijo con un ligero temblor en la voz la historiadora Elizabeth Badinter. (Cabe recordar que es la esposa de Robert Badinter, quien tuvo el honor de proponer la abolición de la pena de muerte en Francia, como ministro de Justicia, en cumplimiento de la promesa electoral de Mitterrand.)

Una tradición francesa, llevada a su apogeo por Voltaire y los enciclopedistas, era la relación y el enfrentamiento con el poder. Su influencia en la opinión pública. Su desafío a los déspotas ilustrados. Distinta de la correspondencia entre, por ejemplo, François I de Francia y Leonardo da Vinci: mecenazgo, sí, pero humilde al extremo de llamar "mi padre" al genial pintor. Leonardo, como se puede leer en sus manuscritos exhibidos en el Clos Lucé, propiedad regalada por el rey al artista, no se avergonzaba de hacer su publicidad para venderse al rey o príncipe que mejor lo pagase. Si Diderot y D'Alembert aconsejan aún al príncipe, Voltaire será entronizado "rey" por el pueblo al que se dirige. El intelectual desafía al poder con otro poder: el del pensamiento.

Chateaubriand enfrenta, con el orgullo de ultratumba, al mismo emperador Napoleón, seguro de una victoria imperecedera: la de su escritura. Víctor Hugo continuará la tradición del desafío: su exilio en Jersey es aún hoy más conocido que el de Napoleón III al perder el poder.

¿Charles de Gaulle será el último hombre de poder que habrá escuchado los consejos de un André Malraux? Raymond Aron y Jean-Paul Sartre, a través de la polémica que sostuvieron a lo largo de sus vidas, son acaso las últimas figuras intelectuales influyentes en el pensamiento público.

En efecto, desde hace poco más de 30 años que llevo en Francia, he visto la substitución de los intelectuales por las estrellas de cine, televisión, deportes. Todavía François Mitterrand recibía a algunos escritores, casi en secreto. No porque quisiera esconderlos, al contrario, hacía exhibición, pero ya no ocupaban un buen lugar en la prensa escrita, menos aún en los medios audiovisuales. Jacques Chirac lee, ahora sí que en secreto, los poemas de René Char. Pero la intelligentzia de izquierda no parece aliviarse aún del traumatismo de la caída del comunismo y del muro de Berlín. La intelligentzia de derecha había muerto desde la Segunda Guerra Mundial, y con justas razones. Para ser inteligente en Francia era necesario ser de izquierda. Aujourd'hui, la situation est moins claire.

Tal es el monopolio del pensamiento francés desde hace 60 años. ¿Los ganadores? Cantantes, cómicos, deportistas y demás fauna televisiva es humanitarista: venden discos, casettes, boletos con la promesa de un porcentaje a beneficio de... damnificados de un tsunami, un temblor, huérfanos, viudas, ancianos... Tal es el cortejo de los candidatos, Sarkosy o Royal.

No me di cuenta, la tarde del entierro de Jean-Paul Sartre, cuando me empujaba el gentío al borde de su tumba, que estábamos enterrando una tradición junto con él. Si los escritores, los intelectuales, los artistas, deseamos ser escuchados, debemos tal vez recurrir a la soledad y al silencio donde solas resuenan las palabras.

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