La posible renuncia de Olmert
Así que se llegó a esto. Todos esos cuerpos, todas esas fotografías de niños muertos; más de mil 400 cadáveres (sin incluir unos 230 cuerpos de combatientes de Hezbollah y soldados israelíes) serán conmemorados con la posible renuncia del primer ministro israelí.
Quién hubiera pensado, y a quién le hubiera importado. Eso creyeron los israelíes de esta pequeña guerra. Sí, Hezbollah provocó esta locura el verano pasado al capturar a dos soldados israelíes en la frontera con Líbano, y la respuesta de Israel -tan increíblemente fuera de proporción respecto del pecado- produjo otra debacle para el ejército israelí y ahora, presumiblemente, para su primer ministro, Ehud Olmert.
Así vivimos de nuevo esta aterradora e inútil guerra, que tenía la ambición grotesca de "destruir" a la milicia pro iraní Hezbollah, un conflicto que, por supuesto, George W. Bush, de inmediato aprobó por considerarlo una guerra contra Irán. Es increíble que Olmert no se diera cuenta al cabo de unos días, que sus grandiosas demandas se hundirían.
Insistir en que fueran liberados los dos soldados israelíes cautivos, y responsabilizar por su captura al gobierno libanés carente de todo poder militar, nunca iba a producir resultados políticos y militares favorables para Israel.
Cabe agregar que el hecho de que la canciller, Tzipi Livni, ahora exija la renuncia de Olmert parece extraña si recordamos el apoyo que dio la funcionaria a esa guerra absurda.
Una lectura cuidadosa del reporte interino del juez Eliahou Winograd sobre la guerra del verano pasado -del cual Olmert sólo contribuyó con el título La Segunda Guerra con Líbano, y emitido un mes después del enfrentamiento, demuestra claramente fue el ejército israelí el que corrió a cargo de las campañas militar, estratégica y política. Nuevamente, en el reporte de Winograd queda claro que tanto Olmert como su ministro de Defensa no consiguieron desafiar "de manera competente" (según la frase devastadora de la comisión) los planes del ejército israelí.
Día tras día, durante 34 días después del 12 de julio, la fuerza aérea israelí destruyó sistemáticamente la infraestructura de Líbano alegando repetidamente que estaba tratando de evitar las muertes de civiles mientras la prensa mundial veía a sus aviones despedazar a hombres, mujeres y niños libaneses.
Los israelíes también fueron salvajemente asesinados en esta guerra con los misiles con los que Irán provee a Hezbollah. Pero esto sólo comprobó que el ejército israelí, famoso y aclamado en leyendas y canciones, en realidad no puede proteger a su propio pueblo. El liderazgo de Hezbollah ordenó a la guerrilla resistir los ataques aéreos para luego desquitarse con las fuerzas israelíes cuando éstas invadieran.
Y vaya que se desquitaron. En las últimas 24 horas de la guerra, 30 soldados israelíes fueron muertos por combatientes de Hezbollah y su ofensiva terrestre, que Olmert anunció con fanfarrias, tocó rápidamente a su fin.
Durante el conflicto un misil lanzado por Hezbollah casi hundió una corbeta israelí que ardió durante 24 horas antes de ser remolcada a Haifa, donde por fin pudo hundirse. Otro ataque guerrillero golpeó un centro secreto de tráfico aéreo militar en Miron.
Los soldados capturados en la frontera nunca fueron devueltos. Hasta la fecha fotografías que los muestran con vida son mostradas en son de burla a las tropas israelíes apostadas en la frontera. Lejos de quedar destruido, Hezbollah, sigue siendo tan poderoso como siempre. Su líder, Sayed Hassan Nasrallah, ahora alardea de que tiene más misiles que antes de la guerra y se ha vuelto enemigo del gobierno libanés, alegando que éste no es más que una herramienta de Estados Unidos.
De esta forma, el último gabinete "pro estadunidense" que le quedaba a Washington en Medio Oriente ahora está siendo amenazado por la misma milicia que Olmert aseguró poder destruir.
Después de 34 días de carnicería, Bush proclamó que Israel ganó la guerra; indicio seguro de que Israel perdió.
Hace unos días, un vocero de Hezbollah en Líbano dijo que el desastroso fin de la carrera política de Olmert -sus palabras- era la prueba de su victoria. Así hablarán dentro de las próximas 24 horas sobre la demanda de la señora Livni. Y podrían estar en lo cierto.
© The Independent
Traducción: Gabriela Fonseca