Usted está aquí: jueves 3 de mayo de 2007 Opinión Creación de espermatozoides: ¿dónde estamos?

Javier Flores

Creación de espermatozoides: ¿dónde estamos?

Hace unos días, investigadores de la universidad de Göttingen, en Alemania, reportaron la obtención de espermatozoides de fuentes distintas a las naturales, en este caso, de células troncales humanas. La noticia (que fue dada a conocer de forma oportuna en esta sección) es de gran importancia, pues se refiere a la creación en el laboratorio de elementos claves para la reproducción en nuestra especie.

En condiciones normales, las células sexuales del hombre se producen en el testículo. El artículo, publicado el 13 de abril de este año por el grupo que dirige Karim Nayernia, publicado en la prestigiada revista Reproduction, muestra que es posible obtener espermatozoides, en una etapa inicial de su desarrollo, a partir de células no testiculares, sino de la médula que se encuentra en los huesos.

Las células troncales, también llamadas células madre, tienen dos orígenes: pueden obtenerse de tejidos embrionarios y también de órganos adultos. Diversos estudios muestran que las células del embrión tienen una mayor capacidad para dar lugar a células especializadas. El estudio de Nayernia, sin embargo, abandona la investigación en las células embrionarias para ensayar el potencial de las obtenidas de la médula ósea de voluntarios adultos humanos. Para evaluar la importancia de este trabajo, es importante considerar algunos antecedentes que nos permiten saber en dónde estamos.

Se trata de un tema del siglo XXI. En 2003, surgieron los primeros reportes sobre la obtención de gametos (óvulos y espermatozoides), a partir de células troncales embrionarias en el ratón. En 2004, Niels Geijsen, no sólo obtuvo células masculinas, sino que las inyectó en óvulos maduros, produciendo nuevos embriones. Pero el verdadero campanazo ocurrió con un trabajo de Nayernia, sí, el mismo a quien me referí en líneas anteriores. Con espermatozoides creados a partir de células troncales embrionarias en roedores, logró no sólo la fecundación y la producción de embriones, sino además el nacimiento de nuevos ratoncitos, con lo que se demostró a plenitud la capacidad funcional de los espermatozoides así creados. Pero la pregunta no podía quedar limitada a los ratones. Era necesario saber qué ocurre en nuestra especie.

La respuesta no tardó mucho en llegar: Clark, en 2004, y Aflatoonian, en 2005, reportaron la creación de óvulos y espermatozoides a partir de células troncales de embriones humanos. Pero a diferencia de los ratones, aquí existe una limitación importante para evaluar la capacidad reproductiva de estos gametos. Desde el punto de vista científico y ético, no se puede crear un embrión humano de este modo, mucho menos inducir la gestación. Entonces no sabemos todavía si las células sexuales humanas obtenidas de esta forma son funcionalmente aptas.

Hasta aquí varias cosas quedaban claras: a) las células troncales de origen embrionario pueden dar lugar a células sexuales; b) esta capacidad es evidente no solamente en modelos animales, sino también en la especie humana y, c) los espermatozoides obtenidos mediante la investigación animal pueden intervenir con éxito en el proceso reproductivo.

¿Dónde se ubica entonces el más reciente trabajo de Karim Nayermia? Por un lado, este autor se traslada de la indagación en modelos animales -en la que ha obtenido sus mayores logros-, a la investigación en humanos. Esto es algo que comienza a ocurrir en este campo científico, como lo muestra el caso de Ian Wilmut, creador de la oveja Dolly que ahora trabaja en la diferenciación de células embrionarias humanas, para el tratamiento de algunas enfermedades. Por otro lado, Nayermia cambia también la fuente para la obtención de espermatozoides, pues pasa del empleo de los tejidos embrionarios a las células troncales adultas.

De este modo se sitúa en un terreno más relajado desde el punto de vista ético (la Iglesia, por ejemplo, se opone a la investigación en embriones humanos y alienta la que se realiza en tejidos adultos), aunque esa no parece ser su motivación esencial, pues trabaja en países en los que la investigación en embriones cuenta con respaldo legal. En realidad el trabajo de Nayermia apunta hacia la búsqueda de aplicaciones terapéuticas que eventualmente puedan significar la cura de algunos tipos de esterilidad masculina.

Su más reciente trabajo es una pieza de gran importancia, pues prueba que las células de la médula ósea de adultos puede dar lugar a espermatozoides. Pero todavía falta un largo camino por recorrer. Las células obtenidas por Nayermia son inmaduras, se encuentran en una etapa conocida como espermatogonia (en la que todavía tienen 46 cromosomas). Para que puedan ser aptas desde el punto de vista reproductivo, debe avanzarse en su maduración, que consiste en lograr la división celular (meiosis) de la que surgen células de 23 cromosomas... Pero, bueno, apenas estamos en el comienzo.

 
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