A la mitad del foro
La pesada cruz de mayo
Felipe Calderón adelantó vísperas y anunció que no asistiría al acto obrero del Día del Trabajo. Con el tiempo devino en fiesta del presidente, dijo. Y olvidó el largo paréntesis de las ausencias de Ernesto Zedillo y Vicente Fox. Eso y que el primero de mayo se conmemora a los mártires de Chicago, las luchas y las conquistas obreras; jornada laboral, salario justo y el derecho de huelga. Entre otras cosas.
Hubo festejo presidencial porque la hegemonía del PNR-PRM-PRI ofreció las imágenes contradictorias y desconcertantes de marchas de los trabajadores de la Casa del Obrero Mundial al triunfo del constitucionalismo; las banderas rojinegras del sindicalismo combativo durante el cardenismo; el andar festivo de la alianza histórica en el relevo generacional alemanista; la gerontocracia del Congreso del Trabajo que nunca logró la central única ni los contratos de industria. Luego el vuelco de la mano del FMI y las tardías respuestas del presidencialismo ilustrado. Y el giro a la derecha para que el país no se les deshiciera entre las manos. Y el veranillo de la apertura, proyecto win-win, menos para los obreros transformados en variable de costo-beneficio, lastre para la inserción a la modernidad.
Ya nadie recordaba el debate entre Enrique Ramírez y Ramírez y Rodolfo González Guevara, si el PRI debería ser partido de los trabajadores o lo que era: plural hasta la atomización, incluyente hasta la indigestión, receptáculo para la aristocracia pulquera y la revolucionaria que se fundieron en medio siglo. Cada primero de mayo, Ernesto Zedillo buscó asilo en algún teatro o carpa sindicales. Un día se animó a ir al Zócalo. Mitin para no oir ecos del grito aquel de ¡este puño sí se ve!, que lanzaron los electricistas frente al balcón central de palacio a Luis Echeverría. En fin, llegó la alternancia y Fox ya no fue al Zócalo. "Y ahora que no tenemos a los bárbaros, qué haremos sin los bárbaros." Adelantar vísperas y declarar respeto a la clase trabajadora, como hizo Felipe Calderón.
El sindicalismo amagado, en trance de ser sometido por la férrea mano invisible del mercado, marginado, echado del paraíso de la globalidad financiera, disperso en grupúsculos de empleados temporales, de esquiroles bajo el velo cínico del outsourcing; atados al mástil de la nave naufragada, oyen el canto de sirenas que todavía llaman "sindicatos oficiales" a los del CT y "sindicalismo independiente" a los del UNETE. Vencidos y divididos. Marchas paralelas, mientras los del poder mediático y del gran capital moralizan a dúo, condenan a Napoleón Gómez Urrutia y ponen sordina al olvido de los mineros enterrados en Pasta de Conchos.
Ausente el primero de mayo. Pero en los festejos de la Santa Cruz se hizo presente Felipe Calderón. Tres de mayo, y mientras Vicente Fox declaraba que cabalgaría hasta Venezuela para combatir al gobierno tiránico y populista de Hugo Chávez, los panistas preparan relevo de consejeros y Manuel Espino golpeaba el Yunque en defensa del caudillo imaginario: "En casa del herrero azadón de palo", diría Felipe a los albañiles, medias cucharas y peones que no han tenido acceso a la vivienda popular. Y así, entre cohetes y tiros de la policía, el 3 de mayo hubo que levantar cruces sobre las tumbas de soldados y oficiales del Ejército, muertos en una emboscada en Carácuaro, Michoacán. Borraron el lindero entre seguridad pública y seguridad nacional.
Los del narco han puesto en jaque la seguridad nacional. El Ejército mal podría volver a los cuarteles sin haberse resuelto el control territorial y la soberanía misma, donde se ha desbordado el combate y se ha impuesto la barbarie de cadáveres desmembrados y cabezas arrojadas sobre la frágil trama del tejido social y el abismo que separa a los que todo tienen y a la mayoría que nada tiene. Del sur nuestro, de los estados donde la pobreza engendra pobreza, surgen los reclutas del Ejército. Sin mandos de elites clasistas, los guachos usan calzado y ejercen un oficio; se integran a la comunidad nacional. Esa capilaridad social pudiera ser la primera víctima de esta guerra. Junto con la verdad, como en todas las guerras.
El general Galván compareció ante los diputados federales, quienes en voz del secretario de la Defensa escucharon que más de 200 mil soldados han desertado en la última década; de diciembre de 2006 a mayo de 2007 suman 5 mil. Y ayer fue 5 de mayo, día en que las tropas de la nación se cubrieron de gloria. Al otro lado del Bravo se festeja en grande la victoria de los mexicanos al mando del general Zaragoza. En la Casa Blanca, George W. Bush recibió a nuestros paisanos, oyó canciones mexicanas, alabó la victoria mexicana sobre las tropas de Napoleón el pequeño. Y, de paso, Bush llevó agua a su molino: ofreció enviar iniciativa de ley de migración "este año".
La derecha empeñada en desmantelar las instituciones de la República laica se ausenta el Día del Trabajo y cada año es menos entusiasta su festejo del 5 de mayo. Desfilen o no los zacapoaxtlas. Puebla de Zaragoza, Puebla de los Angeles, donde la reacción y el alto clero recibirían bajo palio a los invasores en cuyo honor celebraron un Te Deum. Sólo dos partidos a lo largo de la historia: el conservador y el progresista, decía Luis Cabrera. El cardenal Rivera y el vocero que repicaba las campanas para anunciar la excomunión automática de legisladores y autoridades civiles, recibieron palmetazo de dómine desde el Vaticano. No hay tal excomunión. Pero sembraron el veneno del castigo eterno.
En lo terrenal, ánimos rijosos en el PAN. Vocación facciosa y suicida en el Consejo Nacional del PRD, a cuya clausura no asistirían Cuauhtémoc Cárdenas ni Andrés Manuel López Obrador. Los consejeros aprobaron cuidar la elección interna en Michoacán, "la joya más preciada del partido". Elegirán al sucesor de Lázaro Cárdenas Batel. Pero en mayo hay elecciones en Yucatán y cuando alguien propuso sumar esfuerzos con el PRI para derrotar a la derecha, se alzaron las barricadas y el converso Leonel Cota Montaño se opuso a "cualquier tipo de alianza con fines electorales con el PRI". Y eso ahora que podrían vencer al candidato de la casta divina.
Mayo le gustó a Felipe Calderón para reunirse en Los Pinos con los nueve gobernadores panistas. Para la foto y para la desmemoria de los ultras que cabalgan en ancas del caballo de Fox. Yucatán fue motivo para "una reunión de Estado" con Beatriz Paredes, Jesús Murillo Karam, Manlio Fabio Beltrones, Emilio Gamboa y 16 de los 17 gobernadores del PRI. Faltó Humberto Moreira, de Coahuila, obligado a atender a las víctimas del tornado que azotó Piedras Negras. Los del PRI señalaron la injerencia oficial en Yucatán. El Presidente convino en que se respetará la ley. Pero el tema capital es el de la designación de delegados federales como reparto de botín y para apoyo electoral de candidatos panistas.
En la reunión se planteó instaurar el servicio civil; por lo pronto, se acordó procurar la profesionalización de delegados; el Presidente ofreció trabajar con la Conago en la revisión de calendarios para evitar subejercicios del gasto público. Y revisar en un plazo de 15 días los nombramientos recientes de delegados federales.
Elecciones en Yucatán. Diría el poeta del crucero: "Hermosa flor del Tecuite/ que sólo en mayo se ve/ quisiera echarte un envite/ pero la verdad no sé."