Las figuras fueron colocadas en 1949; algunas tenían daños mayores
Termina restauración del grupo escultórico del Conservatorio Nacional
Faltan recursos para poder preservar la herencia cultural: Héctor Trejo, especialista
Ampliar la imagen El equipo de restauración en un momento de descanso Foto: José Antonio López
Luego de 58 largos años de sol, aire, polvo, lluvia y excremento de pájaro, las esculturas que presiden la fachada del Conservatorio Nacional de Música fueron restauradas en su totalidad por un equipo de especialistas del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), encabezado por Héctor Trejo.
Las labores comenzaron desde diciembre del año pasado y concluyeron este lunes 30 de abril. En ese lapso, no sólo se retiró la suciedad que cubría a las obras, sino que incluso se reconstruyeron piezas enteras de las mismas.
Las esculturas fueron realizadas por el mexicano Armando Quezada y permanecen en el lugar desde el 18 de marzo de 1949, fecha de la inauguración de la actual sede del Conservatorio, proyecto diseñado por el arquitecto Mario Pani.
De acuerdo con un documento de la propia institución, se trata de cinco efigies de poco más de cuatro metros cada una, que "representan el descubrimiento que hizo el hombre del sonido musical y la danza." La del centro representa a un indígena que toca un caracol, y está flanqueada por cuatro bailarines.
En entrevista con La Jornada, Trejo detalló la forma en que han realizado este trabajo e hizo una evaluación de qué tanta conciencia hay en el país sobre la importancia de mantener en buenas condiciones su patrimonio artístico y cultural.
Cirugía mayor
Pese a ser un referente emblemático del colegio, las estatuas del Conservatorio pasaron casi seis décadas al aire libre sin mayores cuidados. Al momento en que las autoridades decidieron remozarlas, éstas ya presentaban un considerable grado de deterioro, a tal punto que a varias se les habían caído manos, brazos y pies, e inclusive a una de ellas la cara completa.
Para resarcir el daño, un equipo de ocho personas trabajó seis días a la semana, trece horas al día, haciendo bosquejos de la forma original de las obras, moldeando las piezas faltantes, aplicándolas a la base maltratada y luego puliendo los detalles.
Una tarea de paciencia y concentración, define Héctor Trejo, quien tiene 25 años de experiencia como restaurador, y uno de cuyos trabajos más conocidos fue el que realizó en el Angel de la Independencia en septiembre de 2006, el mismo hecho por su padre, Pedro Trejo, pero en 1985.
El primer paso, antes de hacer cualquier modificación en la piedra, es realizar varias pruebas para saber qué material usar, en qué cantidad y el probable tono de color que dará.
En este caso, los especialistas utilizaron fragmentos de las estatuas que quedaron dispersos, para mezclarlos junto con material nuevo de cantera de Chiluca, una variante más parda y resistente de esta roca volcánica.
La base utilizada fue el agua, para ayudarlas a resistir mejor la lluvia ácida, y el toque final fue la pátina que les da una textura uniforme y una apariencia de mayor antigüedad.
La actual restauración mantendrá las obras en buenas condiciones por unos 10 años, con una limpieza general cada dos. El equipo recomendó también la colocación de un domo protector atrás de las estatuas y un nuevo tipo de iluminación.
Un trabajo reconocido a escala internacional
Uno de los obstáculos que debieron salvarse fue la casi total ausencia de material de referencia para saber cómo eran las piezas a tratar, cuya "historia clínica" prácticamente no existía. A final de cuentas, se encontraron fotos útiles en el Archivo General de la Nación.
A pesar de ello -apunta Trejo- "en México hay la suficiente conciencia de la necesidad de restaurar sus monumentos históricos; lo que no hay es dinero." Además de Chile, México es el único país latinoamericano donde se cultiva con buen nivel esta labor (sobre todo en el Distrito Federal y Guadalajara).
Esta calidad ha llevado a conjuntos de restauradores nacionales a trabajar en otros países del continente, como Brasil, El Salvador y Estados Unidos. Inclusive, hay un tratado oficial que establece que las obras de arte de mexicanos en el extranjero sólo pueden ser tratadas por mexicanos.
Héctor Trejo destacó que, más allá del tamaño o reconocimiento público de la pintura, escultura o inmueble a rescatar, el profesionalismo y dedicación de los restauradores debe siempre ser el mismo.
"Es muy satisfactorio para nosotros hacer esto. Por eso luego no tomo mis vacaciones", dice sonriente en medio del polvo, los andamios y la mañana nublada.