Agua y drenaje, entre las principales demandas
Exigencias de indígenas marcan gira de Calderón
Ampliar la imagen Felipe Calderón Hinojosa, rodeado por elementos del Estado Mayor Presidencial, al salir de una fábrica en Querétaro, durante su gira por la entidad Foto: Demián Chávez
San Miguel Tolimán, Qro., 8 de mayo. La estancia del presidente Felipe Calderón en San Antonio de la Cal fue de 40 minutos, tiempo suficiente para que los indígenas dejaran oír su voz y pidieran agua, drenaje y que les pongan techo a su primaria.
A pesar de las estrictas medidas de seguridad, la gente de esa comunidad, puerta de entrada a la Sierra Gorda de Querétaro, aprovechó la oportunidad e hizo llegar cartas al segundo presidente que los visita -el primero fue Benito Juárez. Además, intentó aproximarse a las vallas para demandar agua, luz y banquetas.
Ante ello, Calderón encomendó al comisionado para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, Luis H. Alvarez, "que se meta con todo" en las comunidades y los pueblos indígenas de Querétaro, y que empiece por instalarles servicios básicos.
Anunció que los gobiernos municipal, estatal y federal invertirán alrededor de 70 millones de pesos en obras de infraestructura para 17 mil indígenas otomíes, y que la comisión de los pueblos indígenas contará con un presupuesto "histórico" de 4 mil 600 millones de pesos, más del doble que el año pasado.
En gira por la entidad, el mandatario ofreció garantías para la inversión extranjera y habló de su compromiso con los indígenas; sin embargo, no se refirió al enfrentamiento entre militares y narcotraficantes ocurrido un día antes en Michoacán.
La única alusión al tema de la delincuencia fue en la inauguración de una planta de Siemens, en el municipio de Corregidora, donde aseguró que su gobierno está generando un ambiente de seguridad pública y que la fuerza del Estado está puesta al servicio de la ley.
De Corregidora se trasladó en helicóptero a San Miguel Tolimán, donde visitó unas capillas otomí-chichimecas, construidas en el siglo XVIII, cuya rehabilitación es vista por las autoridades estatales y municipales como posibilidad de atraer turistas a este olvidado pueblo.
La corta estancia del mandatario le permitió, sin embargo, observar la realidad de San Antonio de la Cal: casas precarias, caminos de terracería y falta de servicios básicos.
No obstante la pobreza y la lejanía del pueblo, el despliegue de seguridad en torno al Presidente se mantuvo igual que siempre: con escudos metálicos y amplio despliegue de custodios. Inclusive, durante la visita a las capillas se pretendió confinar a la prensa a un corral.
De camino a la plaza central, el michoacano se detuvo a conversar con Inocencia Ramírez, doña Chencha, una mujer delgada, de 90 años, que perdió un ojo. En su breve plática la mujer exhibió algunos de los problemas que enfrentan los habitantes de la región.
-¿Con quién vive? -preguntó Calderón.
-Solita, solita -respondió la mujer.
-Más vale solo que mal acompañado.
-Pero siempre quiero una compañía.
Mientras Calderón acariciaba la frágil mano de la mujer, ésta le contó que entregó un pedazo de terreno para la edificación de la escuela y que otra parte se la quitaron. "Anduvimos en la delegación en Tolimán, con licenciados, en el Ministerio Público, pero no lo devolvieron."
-Pues deje ver cómo está ese asunto. En su ojito, ¿qué le pasó?
-De los corajes y sustos (perdió la visión).
-No me diga. ¿No la vio el doctor?
-Sí, pero me dijo que ya está muerto mi ojo.
Al final, la anciana lo invitó a regresar: "a ver cuándo viene otra vez con más tiempo". El Presidente respondió: "Va a ser complicadito", pero se despidió con la promesa de enviar una persona para atender lo referente al terreno.
Apenas avanzó unos pasos, se encontró con otra petición. Ubicado en la fila de los estudiantes que iban a cantar el Himno Nacional en lengua otomí, Enrique, alumno de sexto grado de primaria, le entregó una carta, en la cual solicita que su escuela tenga techo.
Ya en su discurso, el mandatario señaló que los indígenas no están solos y cuentan con la admiración, el respeto y el apoyo del Presidente de la República. De fondo se escuchaban las infaltables porras, que en esos actos se reservan para el gobernador, en este caso el panista Francisco Garrido.
En esa intervención el Presidente instruyó a Luis H. Alvarez a que atienda los problemas básicos de los pobladores: agua potable, drenaje, escuelas. "Aquí, con mucho gusto, vamos a poner el techo (de la escuela)", señaló en respuesta a la petición del joven. Así, con una bolsa de peticiones y ofreciendo promesas dejó el pueblo.