Avance evangélico en Brasil; fin del triunfalismo católico
Uno de los primeros saldos de la visita del papa Benedicto XVI a Brasil, es evidenciar la crisis del catolicismo latinoamericano que en los últimos 25 años ha sido desbordado por nuevas y emergentes ofertas religiosas. Contrasta con el discurso triunfalista del pontificado de Juan pablo II, reproducido por el alto clero en los diferentes países, llegando al extremo de pretender hablar y posicionarse en nombre de todo el pueblo "católico". Más allá de los errores de Roma al reprimir pastorales populares progresistas es necesario situar las condiciones y características de los nuevos movimientos religiosos emergentes.
Por fin, la cortina de humo católica ha caído, el mito de una Iglesia triunfalista, de masas y mediática se derrumba probablemente para bien. Esta "hemorragia" religiosa preocupa y será determinante cómo la afrontará Brasil, el país con mayor número de católicos en el mundo, y también el más vulnerable por los continuos éxodos y absoluta trasformación del mapa religioso. Uno de cada seis brasileños pertenece a alguna denominación evagélica. Paradójicamente, el país vive uno de los fenómenos contemporáneos más impresionantes: la explosión evangélica.
Desde hace medio siglo las denominaciones evangélicas se han triplicado en sólo 20 años: de 7.8 millones de fieles en 1980 han pasado a 26.4 en 2001. El crecimiento acelerado no se presenta generalizado en el universo protestante; han repuntado formas de pentecostalismo como las expresiones religiosas con mayor aceptación entre las grandes poblaciones empobrecidas de los centros urbanos y de ciudades pequeñas del Brasil. El sociólogo Paul Freston lo llama la primera ola de pentecostalismo, que se sitúa en las primeras décadas del siglo XX con la fundación de dos iglesias determinantes: Congregación Cristiana del Brasil 1910, en Sao Paulo, y la Asamblea de Dios un año después en Belén. El movimiento fue desaprobado por católicos y protestantes "históricos", como son conocidas las corrientes herederas directas de Lutero y Calvino. Todos reprochaban la principal característica del pentecostalismo: la excesiva exacerbación de los poderes sobrenaturales del espíritu santo. El concepto pentecostalismo viene de un pasaje de la Biblia que dice que un día de Pentecostés, pascua judía, el espíritu santo descendió ante los apóstoles y comenzó a operar milagros. Uno de los notables poderes del espíritu santo pentecostal en Brasil es la capacidad de cura, de ahí las imágenes en sesiones de trance, sanciones y euforia. El pentecostalismo brasileño es un fenómeno de las masas pobrísimas, abandonadas a su suerte, tanto por católicos como por protestantes, que promueven cultos de adoración fervorosos e improvisados. Mientras los otros cristianos, aun los primeros pentecostales, presentan complejas doctrinas, estilos de vida rígidos y autoridades eclesiásticas dudosas, para los neopentecostales el mundo es simple: lo que no es de Dios es del diablo. Aún en los años 50, el pentecostalismo vivió en forma germinal, hasta que hubo una segunda ola; en 1951 desembarcó de Estados Unidos la Iglesia del Evangelio Quadrangular introduciendo en Brasil un pentecostalismo de costumbres más liberales y permisivas. Todas estas Iglesias que hoy tienen éxito son hijas de los métodos de la Quadrangular, es decir, los cantos e himnos con ritos populares, la utlización de programas radiales y reglas de comportamientos menos rígidos, más flexibles, en la sexualidad y la diversión. A esto se le ha llamado neopentecostalismo, propuesta innovadora que supera el viejo sectarismo que afirmaba que lo mejor de la existencia se reserva para la vida en el paraíso.
"La preocupación de los neopentecostales es con esta vida", afirma el sociólogo Ricardo Mariano. Los cultos se vuelven más activos y dinámicos, incluyen gritos, cantos, catarsis, oraciones colectivas, aplausos a Jesucristo. Pero una de las aportaciones importantes del neopentecostalismo es su capacidad de integrar a los excluidos del sistema y de las iglesias. A los pobres se les ofrece comunidad y sentido de pertenencia. También las iglesias neopentecostales han sabido construir considerables patrimonios, al grado que muchos observadores cuestionan el carácter de negocio y la incursión política de sus dirigentes. Una de las más notables iglesias es la Iglesia Universal del Reino de Dios; fundada en 1977, cuenta con 4 millones de fieles, posee abundantes bienes y recursos económicos, influencias corporativas y políticas, estaciones de radio y televisión; tiene sus principales centros de acción en Río de Janeiro y Sao Paulo, y ha sostenido una impresionante tasa de crecimiento anual de 27 por ciento. Igualmente se rumora que parte de la campaña del presidente Lula recibió favores de la Iglesia Universal, lo cual muestra el avance hasta en lo político que los nuevos movimientos religiosos han alcanzado.
Ayer el encuentro entre el presidente Lula y el pontífice romano fue sobrio y cálido. Formado en su juventud por las comunidades eclesiales de base y en la teología de la liberación, dialogó con Benedicto XVI, reconociendo su trayectoria cristiana. El joven Lula se distinguió como un valiente líder sindical en la huelga metal-mecánica del entorno paulista de ABC en 1978, acontecimiento que marca no sólo el inicio a la democracia, sino el aporte político de miles de cristianos en la vida partidaria, especialmente del PT. En su encuentro con el Papa, Lula hizo un reconocimiento del papel social y cultural de la Iglesia brasileña, pero al mismo tiempo afirmó la necesaria separación y el irrenunciable carácter laico del Estado. Sin estridencias, ambos personajes dialogaron sin que se abordara el candente tema del aborto. Ambos como católicos están en contra, pero Lula siendo presidente, así lo ha señalado, está obligado abrir un debate nacional y respetar el mandato que emane de la sociedad y de las instituciones brasileñas. Bien por el presidente de Brasil que contrasta con las provocaciones, en nuestro país, de la pareja presidencial foxista.