Usted está aquí: sábado 12 de mayo de 2007 Opinión Atracción fatal

Gustavo Duch Guillot

Atracción fatal

Están desembarcando en España seres humanos de traje, corbata y maletín procedentes de Argentina, México, Uruguay y Brasil. Llegan a los mejores hoteles, dejan el equipaje, se afeitan, perfuman y salen raudos hacia los ministerios. Sus tarjetas de presentación indican que son ejecutivos de empresas soyeras, terratenientes con muchas hectáreas ociosas o responsables de la administración agrícola de su país. Ofrecen soya o maíz a precios ventajosos para la elaboración de biocombustibles. Son recibidos con los brazos abiertos. Su olfato los atrae hacia Europa, atentos como están a las nuevas directivas de la Unión Europea de incentivar el uso de biocombustibles. Para alcanzar los objetivos propuestos por la UE es necesaria tanta materia prima (soya, maíz, caña de azúcar o palma de aceite) que es imprescindible comprarla en el exterior.

Pero quiero advertir a estos señores que también van a encontrarse con buena parte de la sociedad civil organizada, poniéndoles -educadamente- todas las dificultades posibles para que no prosperen sus negociaciones, tal como se ha venido haciendo, por ejemplo, ante la entrada de productos transgénicos provenientes de Estados Unidos. Porque, según dice la carta que más de 150 organizaciones europeas hemos presentado a la Comisión Europea, como primera acción frente a esta problemática, "queremos manifestar nuestra profunda preocupación por las propuestas de la Comisión Europea para adoptar objetivos obligatorios de utilización de biocombustibles en el sector del transporte. Dichos objetivos fomentarán cultivos con un balance negativo de emisiones de gases de efecto invernadero, provocando procesos de deforestación y de destrucción de la biodiversidad y exacerbando, entre otras cosas, los conflictos locales por la utilización de la tierra".

Muchas de estas organizaciones firmantes tenemos fuertes relaciones con movimientos y grupos latinoamericanos que desde hace varios años nos han permitido conocer las consecuencias ecológicas y sociales de los monocultivos, por cierto históricamente demostrados con ejemplos como el caucho, el cacao, el café, entre otros. La realidad argentina demuestra que los monocultivos de soya conducen a una mayor destrucción de la biodiversidad y provocan graves impactos sobre las aguas, los suelos y el clima regional.

En Brasil y Paraguay la codicia por la tierra que germinará los agrocombustibles está generando graves situaciones de violencia en el campo. Y en México hemos visto cómo se agrava también la inseguridad alimentaria o se incrementa aún más la imposibilidad de acceder a alimentos básicos de la población, fundamentalmente de las gentes del campo. Los objetivos de producción de biocarburantes de Estados Unidos y Europa están provocando un encarecimiento de esta materia prima que parece no tiene fin.

Es una cuestión de soberanía y de prioridades. Argentina, México, entre otros países, tienen que decidir a qué quieren dedicar la fertilidad de su tierra y en qué orden. Monocultivos para alimentar a la flota automovilística europea y estadunidense, o una agricultura diversificada para alimentar a la población local. Mientras Latinoamérica decide, Europa, lamentablemente, ya está tomando partido, porque, entre otras cosas, los problemas que se generan nos quedan a unos 10 mil o 12 mil kilómetros de distancia. O al menos eso nos hacen creer.

* Director de Veterinarios sin Fronteras. España

 
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