Más que una mina, una metáfora
Después de que un grupo de mohawks de la reservación de Tyendinaga bloqueó la vía del tren entre Kingston y Toronto, hace dos semanas, emergió un llamado casi unísono desde las planas editoriales de los periódicos de Ontario y de los programas de radio: atrapen a Shawn Brant.
El jueves, Brant, un hombre flaco, entró en un repleto tribunal de justicia de Napanee con grilletes en muñecas y tobillos, tras entregarse a la policía de la provincia de Ontario.
Según testimonios del tribunal, la orden de captura violó un acuerdo entre la policía y los manifestantes, a quienes otorgaron inmunidad tras culminar pacíficamente el bloqueo. Pero Brant se preocupó de que la orden de captura en su contra fuese usada como pretexto para hacer una redada en el banco de grava que él y otros miembros de la comunidad de Tyendinaga ocupan desde hace seis semanas. "No queremos traer eso al campamento", me dijo.
El tribunal otorgó a Brant libertad bajo fianza, con la condición de que no "planee, incite, inicie, promueva o participe en ninguna protesta fuera de la ley", incluyendo aquellas "que interfieren de alguna manera con el tráfico comercial o no comercial en todas las vías públicas y privadas, aeropuertos, vías de tren o vías acuíferas". Aún no hay fecha para el proceso judicial.
¿Por qué se empeñan en atrapar a Shawn Brant y sólo a Shawn Brant? A primera vista el acuerdo de inmunidad, que se violó, seguramente acrecentará la tensión. Y sean los que fueren los crímenes que Brant pueda haber cometido, tuvo bastante compañía. Pero él tiene una teoría: "ahorita, soy la voz. Creen que si quitan la voz de la gente, ésta se va a detener. Verán que están equivocados, y eso no está del todo mal".
Brant es más que una voz. Se ha vuelto símbolo para la nueva militancia que se propaga por las comunidades de las primeras naciones a lo largo de todo el país. Hace unos días, sentado al lado de una fogata en el banco ocupado, me dijo que desde que era niño la gente de su comunidad le decía que se estuviera callado. "Antes era 'Shawn, cállate, no digas esas cosas sobre el gobierno, nos van a cortar nuestros fondos'. Ahora es 'Shawn, cállate, se van a retirar de la mesa de negociaciones'".
La razón por la que Brant no está dispuesto a que las negociaciones sigan su curso es que estas pláticas están diseñadas para durar décadas. Y conforme pasa el tiempo, la tierra desaparece. Los bosques son arrasados, las montañas son rajadas, los suburbios se desparraman hacia fuera. Las ineficientes negociaciones no se mantienen firmes y el status quo de por sí es inaceptable. O sea, las negociaciones contribuyen a perder un terreno muy real.
En el banco de grava cerca de Deseronto, la pérdida de terreno es dolorosa, insultantemente literal. El banco está ubicado en tierra nunca cedida por los mohawks, de la bahía de Quinte, hecho reconocido por el gobierno federal. La única pregunta es cuál va a ser la compensación por el robo. El electo consejo nativo de Tyendinaga y Ottawa negocian ese asunto desde noviembre pasado. El problema surgió porque mientras las dos partes estaban en pláticas, cada año sacaban en camiones l0 mil cargas de grava recién triturada -cerca de 100 mil toneladas. Mientras negociaban por la tierra, ésta, en sí, desaparecía.
Cuando 150 personas de la reservación tomaron el banco y colocaron la bandera mohawk hasta arriba del montículo de grava, tenían, y siguen teniendo, una sola demanda: revocar la licencia del banco durante el tiempo que continuaran las negociaciones. O como me dijo sucintamente Jason Maracle, de 28 años: "No vas a llevarte la misma tierra de la que estamos hablando".
Pero empeoró. Había una pila de madera usada por quienes ocupaban el banco para alimentar la fogata. La pila se fue acabando y se dieron cuenta de que la madera cubría una enorme pila de basura: lavadoras viejas, baterías industriales a las que se escurría el ácido, filtros de aceite, líquido hidráulico, marcos de cama, anticongelante. Exploraron más y descubrieron lo mismo por todos lados: pilas de basura que había sido apresuradamente cubierta, alguna medio quemada, mucha de ella tóxica, incluyendo pedazos del asfalto de la carretera (aún se ven las líneas amarillas).
"Cuando llueve, toda la montaña se vuelve un arcoiris de líquidos químicos y aceites, todo fluyendo hacia el agua, contaminándola", me dijo Maracle, apuntando hacia el turbio y verde charco al fondo de la mina.
No sorprende que la mina se haya vuelto una poderosa metáfora, una vívida ilustración de las fallas del proceso de negociación y de los problemas de ser paciente. Mientras los expertos hablan, continúan sacando buena tierra con camionetas y metiendo basura tóxica, y sin la acción directa ya no habrá nada de qué hablar.
La imagen resuena en las reservaciones a lo largo del país. Las materias primas -desde combustibles hasta metales- obtienen precios récord en el mercado mundial, lo cual provoca que la lenta erosión de la tierra se acelere precipitadamente, y hay un frenesí por abrir nuevas minas y gasoductos. A eso hay que añadirle la carrera por crear, a partir de las prístinas montañas, nuevos montes para esquiar y autopistas, para las Olimpiadas de Invierno en 2010, y para construir nuevas casas residenciales para alimentar el boom de vivienda en Ontario, y es fácil percibir por qué más y más personas nativas le dicen a Shawn Brant que siga hablando.
El insulto final llegó cuando los tories* federales entregaron un presupuesto que prácticamente no incluía nada nuevo para combatir la pobreza de las primeras naciones. Brant hace una analogía entre la manera en que la tierra desaparece mientras las negociaciones se estancan y la manera en que las vidas se degradan mientras los fondos son congelados. La tasa de natalidad es alta, señaló, "así que no conseguir nada significa ir para atrás: más suicidios, más enfermedad, más contaminación". Cuando "nada" pasa en la mesa de negociaciones, las montañas y los árboles desaparecen; cuando no hay "nada" en el presupuesto, se extinguen vidas.
El golpe presupuestal provocó que el jefe de la Asamblea de Primeras Naciones, Phil Fontaine, hiciera un llamado a un día de acción nacional el próximo 29 de junio. Si bien Fontaine insiste en que no hace un llamado a realizar bloqueos, muchas primeras naciones ya los están planeando, y hablan de enfocar sus acciones sobre la infraestructura clave -desde vías de tren hasta carreteras- de manera coordinada. "Es la misma noción que una huelga general", explicó Brant, con una sonrisa.
Si se lleva a cabo la estrategia del bloqueo, una cosa es segura: se derramarán ríos de tinta explicando que si bien los agravios contra los nativos son legítimos, no hay excusa para tales tácticas negativas. Se les dirá a los manifestantes que están desacreditando su causa y serán descritos como "violentos", haya o no agresiones. Fontaine se ha tomado a pecho esos regaños. "Enfrentémoslo, si molestas a los canadienses, no escucharán tu mensaje", dijo recientemente su vocero.
Brant tiene un mensaje diferente para la Canadá no nativa: no sólo nos escuchen, únanse a nosotros. Señaló que los canadienses, hasta aquellos que se dicen a sí mismos que apoyan los derechos nativos, "todavía los tratan como un problema gubernamental". Pero así no es como los asuntos sociales adquieren la masa crítica que lleva a un cambio verdadero. "Actualmente, el medio ambiente es un asunto importante, porque la gente dijo al gobierno que era un asunto importante", expresó Brant. "Si dijera que nuestras preocupaciones son un asunto importante, también serían abordadas."
Actualmente, todo se perfila para que el 29 de junio sea un día en el cual los nativos lleven a cabo acciones y el resto de nosotros nos quejemos sobre los trenes que llegan tarde y los embotellamientos. Pero escuchen a Brant, se me ocurrió que podría ser otra cosa: un día de acción por los derechos de los nativos para el país entero, uno en el cual todos rehusamos callarnos.
* Miembros del Partido Conservador de Canadá. N de la T.
© 2007 Naomi Klein.
Naomi Klein es autora de The shock doctrine: the rise of disaster capitalism, que se publicará en septiembre. www.nologo.org.
Traducción: Tania Molina Ramírez.